Escalofríos 3 - Horrorland

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Parte 3

Capítulo 2 - El cumpleaños
Apenas pasaron dos minutos, cuando Timmy y Alan salieron del cobertizo.
El primero llevaba al feo títere bajo el brazo. Y su amigo no paraba de verrearle cosas.
- ¿¡ Tú estás loco, tío!? - le gritó, llevándose las manos a la cabeza - ¡ Ni se te ocurra regalarle eso a tu hermano por su cumpleaños!
Este no dijo palabra. Se limitó a seguir caminando sin mirar lo más mínimo a la cara de su amigo. Hasta que al final este lo paró en seco agarrándole del brazo.

- Timmy, no me ignores... Lo que deseas hacer está fuera de lo normal. ¿Por qué quieres hacerlo? Ni siquiera sabemos si pertenece a alguien.

Ante lo que dijo, el chico meneó la cabeza:

- No creo que este cobertizo esté habitado. Mira, si no me crees, su aspecto - lo señaló con el dedo de arriba a abajo - Está más que abandonado. Además, a mi hermano no he tenido tiempo de comprarle nada. Y a él siempre le ha llamado la atención el tema de ser ventrílocuo. Yo creo que no le molestará...

Alan, todavía sin estar convencido de su idea, se cruzó de hombros y tras soltar un suspiro murmuró:

- Preveo una posible bronca para ti...

*

Cuando Timmy regresó a casa, sobre las nueve, su familia ya estaba colocando la mesa para cenar. El primero en recibirle con los brazos abiertos fue su hermanito Henry. El cuál, fue ver la caja negra de regalo que sujetaba Timmy entre sus manos, y sus ojos se iluminaron.

- ¿Eso no será...? - dijo casi emocionado.

- Feliz cumpleaños, Henry.

El niño saltó de alegría. Y abrazó a su hermano con ternura. Luego este le ofreció el misterioso paquete y se lo llevó al salón para abrirlo. Era tan grande que le costaba trabajo llevarlo.

Antes, Timmy, con ayuda de Alan, habían preparado el regalo. Gracias a una caja de regalo que tenía este último guardada en el sótano de sus padres. Y luego le habían añadido un lazo blanco como decoración.

El joven suspiró aliviado por la alegría desbordante que acababa de expresar su hermano tras ver la sorpresa. Sin embargo, su humor se desvaneció cuando, de repente, desde el salón, Henry comenzó a gritar.

- ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAH!!!

Este, sobresaltado, fue corriendo hacia allí con el corazón palpitante. También acudieron los padres. Que en ese momento estaban en la cocina.

Los tres entraron como una bala hacia donde se encontraba el niño. 

- ¿¡QUÉ PASA, HENRY!? - exclamaron al unísono.

Pero lo que se encontraron no se lo podían creer. El crío estaba de pie frente a la mesita de al lado de la tele. Sosteniendo entre sus manos el escalofriante títere. Poniéndolo a la altura de sus ojos. A simple vista, tenían ambos casi el mismo tamaño.

- ¿Henry...? - murmuró Timmy, casi temblando.

Este se giró a ellos y les sonrió.

- Hola.

El matrimonio se miró con cara de perplejos tras la respuesta de su hijo.

- ¿Por qué has gritado, cariño? - le dijo su madre. Con los ojos casi salidos de las órbitas.

El niño, volviéndose al muñeco y seguidamente a sus padres, le contestó:

- Me dio un susto...

- ¿Quién? - intervino Timmy.

- Slappy... 

- ¿Cómo que...? 

Henry indicó con la mirada al extraño títere. Y tras adivinar lo que quería decir, los padres inclinaron la cabeza hacia atrás aliviados.

- Hijo... Eso no ha tenido ninguna gracia. Nos has dado a todos un susto de muerte - le reprochó su padre.

- Pero papá, es verdad. Ha sido...

- No continúes, Henry... 

- Pero...

- ¡Basta!

El crío agachó la cabeza apretando los labios. Parecía querer seguir insistiendo. Pero se lo calló. No quería meterse en líos. Y menos en las vísperas de su cumpleaños.

- ¿Y se puede saber de donde has sacado esa cosa? - le preguntó su madre con cara de asco.

- Se lo regalé yo... - dijo Timmy, rascándose la sien.

Los padres lo miraron boquiabiertos.

- ¿Tú? ¿Pero cuándo? - le dijeron ambos a dúo.

Este les explicó que Alan conocía un mercadillo que había cerca del barrio. Y que nada más llegar, tenían  un descuento en un títere que tenían expuesto.

- ¿No podrías haberle regalado algo más...? Ya sabes... - dijo su madre, mirándolo con el ceño fruncido y con los brazos cruzados.

- Pues a tu hijo no parece desagradarle... - murmuró el padre, señalando al niño. Que en aquellos momentos estaba jugueteando con su regalo.

- Anda, Henry. Deja eso y vamos a cenar... - le ordenó su madre sonriendo con amargura.

- ¡Vale!

Acto seguido, la pareja regresó a la cocina. Y el niño corrió hacia las escaleras.

Timmy se le quedó mirando sonriendo. Menos mal que le había gustado. Lo que no entendía era la broma pesada esa que les había hecho.

Sin embargo, su cara palideció cuando sus ojos se encontraron con la cara del muñeco. Que asomaba por el hombro de Henry.

Tuvo la sensación de que acababa de guiñarle un ojo.







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