Capítulo 10: Stuart.

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John exhaló con rabia y se pasó una mano por la cabeza, ¿tenían que llegar justamente a esa hora? ¡que les den por el culo! Tomó la toalla que había lanzado antes y se la colocó en el cuello, mirando la forma en la que Paul parecía tener un ataque de pánico nivel diez después de haber oído la voz y los pasos de su hermana y el resto de su maldita familia.

—No pasa nada, bájale al miedo —indicó, moviéndose hasta la puerta —. Voy a bajar primero y tú bajarás después de cinco minutos.

—Si, sí...

Cerró la puerta de un golpetazo y bajó las escaleras lo más rápido que le fue posible. Lo primero que observó fue el dramático rostro de su hermana y después, la fingida sonrisa de su madre, el severo rostro de su viejo y la estúpida sonrisa del que supuestamente sería la última víctima de Astrid.

—Hola. —elevó una mano, para luego meter ambas en su bolsillo.

Su maldita respiración seguía acelerada, pero eso era lo de menos. La mano de Stuart estaba inclinada hacia él y la sonrisa ridícula seguía en su rostro.

—Soy Stuart Sutcliffe, es un gusto, John.

—Lamento no decir lo mismo.

—John, ¿qué modales son esos? —su madre colocó el grito en el cielo.

Notó la mirada asesina de su hermanita y Stuart solo negó con la cabeza, sonriendo como si eso hubiese sido una broma sin importancia.

—¡Las maletas, Paul! —gritó su madre de nuevo, exhalando.

—Por cierto, mamá, el resto del personal de servicio no ha vuelto —la chillona voz de Astrid estremeció las paredes.

—Tu padre ordenó que no regresen, cree que es suficiente con dos personas.

John se pasó la mano por el cuello, maldiciendo en su interior. Le valía mierda todo lo que hablaban ahora; lo único que quería era largarse de ahí lo más pronto posible, pero si lo hacía, posiblemente lo desheredarían. Sus ojos se quedaron quietos cuando vio a su criado bajar las escaleras rápidamente y descender la mirada, mientras hacía un ademán de saludo.

—Buenos días —susurró. Su voz apenas se escuchaba.

—Llévate las maletas a los respectivos cuartos, rápido.

—Como usted diga.

Paul intentó tomar dos maletas en cada mano, pero le fue imposible. Estuvo a punto de hacer un nuevo intento, pero se detuvo al sentir una mano tocando su hombro, así que elevó la mirada y se encontró con un rostro amable, pacífico y sonriente.

—Déjame que te ayude a subirlos, eso está muy pesado. —Stuart tomó las maletas sin ningún problema y continuó sonriendo.

—Muchas gracias...

Las cejas de John se elevaron cuando miró cómo Paul sonreía y descendía la mirada con el rostro enrojecido como siempre, siguiendo al otro. Se mordió el labio y los siguió con la mirada hasta donde le fue posible.

—Hueles a cigarro, ¿has estado fumando tan temprano? —la insoportable voz de su hermana lo sacó de sus pensamientos.

—No es de tu interés, así que cierra la boca.

La muchacha rodó los ojos y se lanzó a los brazos de su novio cuando lo tuvo en frente. John tuvo ganas de vomitar al ver esa escena, pero se contuvo.

—No era necesario que te molestes, Stuart, le pago al muchacho para que haga ese trabajo.

—No se preocupe, señora, mientras pueda ayudar, lo haré siempre.

Inocencia Pasional | MclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora