ENGAÑOS Y ALIANZAS

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Isabelle y los Aptedson bajaron de la alfombra de agua la cual desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Un gran grupo de gente se aglomeraba en la entrada y todos estaban usando elegantes trajes y vestidos. La casa que tenía Isabelle en frente destacaba de las demás que había visto durante el viaje, ésta se veía más bien como una mansión victoriana antigua, tenía un gran patio delantero con arbustos en él, subiendo unas escaleras, un pórtico sostenido por columnas, la casa estaba pintada de azul marino, tenía múltiples ventanas y torres. Era despampanante.

Harald comenzó a caminar hacia la entrada liderando el grupo que lo siguió inmediatamente, repartiendo saludos y sonrisas corteses al resto de los invitados. Era divertido, pensó Isabelle, ver la sonrisa forzada de Kol. Porque en vez de una sonrisa parecía que se había golpeado el dedo chico contra la cama. Luego de esperar que la gente que tenían adelante entrara, el señor Aptedson mostró su invitación e ingresaron.

Isabelle estaba nerviosa, sus manos sudaban y las secaba con su vestido, aunque no le gustara admitirlo estaba asustada. El plan le pareció muy precario, ¿Qué iban a hacer si algo salía mal? ¿Qué harían si descubrían que ella en realidad era humana? Isabelle detuvo sus pensamientos porque no quería conocer la respuesta. Pasaron por un pequeño hall hasta encontrarse con unas puertas francesas blancas. Harald empujó la puerta.

Lo primero que vio Isabelle fueron parejas bailando en el aire, trató de no parecer sorprendida, pero cuando notó la sonrisa divertida de Niels supo que había fallado ejemplarmente. Endureció su semblante y siguió mirando, el techo tenía las mismas bolas de fuego juguetonas que había visto fuera de la casa de los chicos pero esta vez eran tantas que lograban iluminar el gran salón. Grandes ventanales enmarcados en oro decoraban la pared cubiertos por largas cortinas color crema que llegaban hasta el suelo de madera que estaba tan enserado que Isabelle pensó que podía verse en él, el techo tenía un precioso diseño de rosas pintadas con pintura dorada, pequeños candelabros decorativos hechos de oro estaban sobre la pared blanca. El aire en la pista de baile parecía tener pequeños diamantitos flotando, Isabelle se acercó un poco y tocó uno de ellos lo más disimuladamente que pudo, era agua y como la alfombra en la que había venido, esta no mojaba. Estaban bailando una pieza de música clásica que Isabelle no conocía, era muy agradable. El piso comenzó a temblar haciendo que Isabelle tuviera que tomar el brazo de Kol, en un cambio de la música lenta que estaban escuchado pilares del piso subieron elevando más bailarines mientras los que estaba en el aire bajaban. Isabelle hizo un esfuerzo sobrehumano para que su mandíbula no callera al suelo.

—Disimula Isabelle— Le dijo Kol al oído, sus labios rozando su piel, enviándole un escalofrío que decidió ignorar— Se darán cuenta.

La gente que no estaba bailando estaba comiendo las tortitas, chocolates o las frutas que estaban sobre las mesas alrededor de la pista de baile, Isabelle notó que las chicas elegantemente vestidas con sus imponentes vestidos de gala comenzaron a cuchichear cuando los hermanos Aptedson pasaron, el semblante de Kol se volvió aun más arrogante mientras que Niels ni siquiera se dio cuenta.

—Podrían haberme advertido como eran las cosas— dijo Isabelle enojada, fingiendo una sonrisa.

Kol imitó su mueca—Lo hubiésemos hecho, si no hubieses estado durmiendo como una morsa.

—Esta tregua no va a durar mucho tiempo— Dijo Isabelle con una sonrisita.

—Vamos cariño, nos acabamos de comprometer ¿y ya quieres dejarme?— Dijo Kol haciendo pucheros, gesto que a Isabelle le pareció bastante sexy. Se abofeteó mentalmente.

—¿Por qué eres tan idiota?— Le preguntó Isabelle seriamente.

—¿Yo? Acepto que soy sexy, encantador, irresistible, inteligente y sobretodo un buen chico ¿Pero idiota? Jamás.

Hijos del vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora