LA NEBLINA

65 17 18
                                    

Kol estaba solo en el bosque tambaleándose, chocando contra los árboles y tropezando con las raíces. Parecía que la neblina había aumentado porque no podía ver ni sus propios dedos. Sintió líquido correr por su cara llevó sus manos a su nariz y olió.

Sangre.

Salía por su nariz al principio, luego por sus ojos, orejas y boca. Comenzó a atragantarse con su propia sangre, no podía parar de toser. Comenzó a desfallecer mientras trataba de sostenerse inútilmente contra el árbol seco que tenía a su lado. Cuando ya estaba completamente tirado en el árido suelo del bosque su sangre dejó de fluir, Kol trató de recuperar aire a bocanadas, no podía dejar de preguntarse dónde estaba. En un momento estaba rodeado de fuego y en otro estaba solo en el terrorífico bosque ¿Dónde estaban sus amigos? ¿No lo había conseguido? ¿Habían muerto y ahora él estaría vagando aquí para siempre? un escalofrío recorrió su cuerpo. De repente la neblina comenzó a arremolinarse a su alrededor obligándolo a sostenerse del árbol a su lado para no salir volando. El bosque desapareció y había nieve a su alrededor comenzó a caminar sin rumbo cuando de pronto  vio a Niels tirado en el suelo a unos metros de él. Estaba completamente descuartizado, sus tripas tiradas por todo el suelo a su alrededor hacían contraste con la nieve blanca. Kol  corrió hacia su hermano y lo miró con ojos desorbitados él lo estaba mirando con sus ojos color azul. Pero esos ojos azules ya no veían. Cayó de rodillas junto a Niels tratando de acomodar sus tripas en su lugar con manos temblorosas, no podía aceptar que la persona que más amaba en este mundo estuviera ahora frente a él sin vida. De repente una persona que no había visto antes apareció con un cuchillo muy afilado repleto de sangre. Kol se paró rápidamente y llevó su mano a su cinturón de armas solo para descubrir que no lo tenía. Pero el hombre encapuchado no le prestó ninguna atención sino que se centró en su hermano, se sentó a horcajadas de él y comenzó a acuchillarlo aún más. Kol corrió hacia el desconocido, lo tomó de la espalda y lo lanzó hacia atrás sacándolo de encima de su hermano, le retorció la muñeca para que soltara el cuchillo y le dio un golpe a puño cerrado dejándolo en el piso. Kol se tiró junto a él para golpearlo de nuevo pero lo menos pensado para Kol sucedió. El desconocido se sacó la capucha y Kol se congeló.

Porque el encapuchado era él mismo.

La neblina comenzó a arremolinarse a su alrededor y Kol cayó al suelo. Una habitación apareció y el estaba de nuevo en la ciudad, podía escuchar las conversaciones de la gente en la calle y una agradable luminosidad entraba por la ventana. La habitación tenía las paredes pintadas de turquesa, el suelo era de madera oscura y en el medio de esta se encontraba una cama blanca con dosel. Sabía a quien pertenecía esta habitación porque él ya había estado muchas veces en ella. Katerina estaba gloriosamente desnuda sobre la cama esperando por él quien notó que estaba desnudo también. Se acercó a Katerina completamente confundido, quería preguntarle si sabía qué estaba pasando, pero al llegar a su lado ella comenzó a besarlo salvajemente. Él trató de separarse, aún tenía el mal recuerdo de su hermano muerto y de un loco Kol acuchillándolo, no estaba de humor para esas cosas. Pero  no importa cuánto intentara separarse aparentemente Katerina tenía mas fuerza de la que aparentaba, cada vez que Kol quería sacársela de encima su agarre se volvía más fuerte. Hasta que ella decidió soltarlo y sentarse a horcajadas suyo. Una sonrisa cínica impropia de Katerina se adueñó de sus labios y se acercó a su oreja.

—Oh Kol— Dijo con una voz helada mientras comenzaba a moverse sobre él haciendo que sus sexos se rozaran— Dime mi amado Kol ¿Por qué no me amas?

Kol no sabía que decir, estaba sorprendido pero sobre todo shockeado nunca había habido ese tipo de sentimientos entre él y Katerina.

—Pero eso no importa— Dijo ella con melancolía sacando un cuchillo—Nada importa— Llevó el cuchillo a su cuello y lo abrió de lado a lado cayendo sobre el cuerpo de Kol salpicando su sangre sobre la sábana blanca.

La neblina se arremolinó a su alrededor por tercera vez.

Isabelle estaba a su lado. Tenía un corto vestido a azul marino holgado que le llegaba a las rodillas, su pelo estaba suelto la brisa jugaba con ambos haciéndola ver etérea cerró sus ojos y olió la brisa. Se veía hermosa, siempre se veía hermosa. Estaba nervioso por lo que pasaría a continuación, se acercó a ella lentamente y le tocó el hombro. Ella abrió los ojos y le sonrió una sonrisa que iluminó su cara, Kol el de devolvió la sonrisa algo inseguro, pero el sentimiento desapareció por uno de paz como si un hechizo lo hubiese reemplazado.

Pero la sonrisa de ella se convirtió en una mueca burlesca.

Le tocó el pecho con sus finos y delicados dedos de princesa mientras sus ojos grises miraban los suyos, pero éstos se veían diferentes a los ojos a los que él estaba acostumbrado; sus ojos solían verse tranquilos la mayoría del tiempo, pero ahora esos ojos lo miraban con tanto odio que Kol se estremecio—Así que soy una sarnosa, una humana inservible y un ser despreciable—Dijo arrastrando sus palabras, su voz se había vuelto ronca y monstruosa.

—Isabelle yo...

—Calla—Ordenó esta, sus ojos llenos de excitación morbosa— Soy yo la que está hablando.— Dijo acercándose a sus labios— Te crees tan invencible— Susurró, sus labios rosando los suyos— Nunca imaginarías que esta sarnosa seria capaz de matarte.— Kol no tuvo tiempo a reaccionar porque que la daga que tenía Isabelle en su mano ya había atravesado su corazón.

La neblina volvió más densa que antes para dejarlo en la mismísima oscuridad. No importa que tan fuerte gritara Kol, ni siquiera podía escucharse él mismo; no importa cuánto se esforzara por ver, simplemente no podía hacerlo. Caminó a ciegas lo que pudo haber sido minutos u horas, Kol no podía decirlo hasta que se rindió. Era inútil no importaba cuanto se esforzase, la oscuridad era absoluta así que simplemente se sentó desesperanzado. Se recostó y lentamente comenzó a sentir como la oscuridad trepaba sobre él. Trató de luchar pero fue inservible, las sombras lo habían inmovilizado por completo. Kol ya se había entregado a ellas cuando escuchó las palabras que recordaría para siempre porque fueron las palabras que salvaron su vida.

—Kol—Susurró Isabelle, su Isabelle, no esa imitación barata— Quédate conmigo, por favor, quédate conmigo.

Las sombras lo soltaron y Kol abrió los ojos.

Hijos del vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora