LOS DESCONOCIDOS

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Habían caminado por el bosque aproximadamente una hora, la luz solar no traspasaba las densas nubes, los árboles no tenían hojas, sus formas eran terroríficas y el frío calaba en su piel tal como Niels le había dicho. Ruidos extraños se escuchaban cada tanto. Isabelle tenía los pelos de punta y se mantenía cerca de Niels en todo momento.

Kol caminaba a paso un poco más lento detrás del resto del grupo, estaba preocupado. No quería decirlo en voz alta, pero la ladrona estaba mucho más allá del fin de la línea roja que su padre había marcado en el mapa, era imposible que él pudiera rastrear la piedra. Y estaba molesto porque su padre lo sabía, tenía la esperanza de poder sentirla pero la lógica estaba en su contra.

De repente su bota chocó contra una espada de metal mal hecha. Salió de sus pensamientos un poco atontado. Niels, que se había adelantado con su ligereza habitual, estaba arrodillado en el piso abalanzado sobre algo, a su lado estaba Isabelle rebuscando en su mochila mientras que Katerina miraba impaciente al piso junto con Aarón.

Kol completamente confundido levantó el arma antes de fijarse en el pequeño bulto acurrucado frente a su hermano.

—¿Qué pasa aquí?— Preguntó con voz autoritaria clavando su mirada en Niels, Isabelle y ese extraño niño, la niebla que los rodeaba les daba una vibra fantasmagórica.

Katerina se alejó impaciente levantando sus brazos en señal de que no tenía nada que ver.

El pequeño bulto tomó forma, un niño. Kol se sorprendió al ver esos ojos verdes vidriosos, un niño del gueto, era obvio en esas pintas. Se contuvo de mirar para otro lado al ver la sangre que manaba de su abdomen, el cual se sujetaba con fuerza.
Su rostro estaba lleno de tierra al igual que sus brazos, la camiseta de algodón que llevaba estaba rasgada y por sus pequeños dedos pálidos goteaba sangre.

Era sorprendente como el niño se mantenía fuerte aún teniendo un gran corte en su costado.

Isabelle sacó de su mochila el botiquín de primeros auxilios que Harald había preparado para ellos, y se tiró al piso junto al niño.

—¡No!— Exclamó Kol con rostro alarmado.— No uses nuestros suministros sin razón.

Isabelle lo ignoró completamente.

—¿Qué vas a hacerme? —Dijo el niño con voz susurrante, sus rasgos retorcidos por el dolor.

—Voy a curarte—Dijo Isabelle atropelladamente sacando aguja, hilo, vendas y desinfectantes.

El niño retiró lentamente sus manos de la herida y se quedó allí inmóvil dejando que Isabelle, luego de haber esterilizado la aguja y limpiado la herida, lo suturara. Con cada puntada el niño mordía con más fuerza su labio inferior para no gritar de dolor.

Cuando Isabelle terminó el niño se veía muy pálido y respiraba entrecortadamente.

—¿Te sientes bien?—Preguntó Isabelle alarmada, pero no pudo escuchar lo que el niño le respondió ya que su aguda y entrecortada voz se volvió inaudible por las fuertes pisadas detrás del árbol en el que el niño estaba apoyado.

—¡Klaus!, ¡Klaus!— Gritaban al unísono una voz femenina y dos masculinas. A través de los árboles emergieron dos muchachos de más o menos su edad, el muchacho era alto y musculoso, su tez era oscura, sus ojos eran marrones al igual que su cabello, la chica era muy similar al niño, sus rasgos eran casi idénticos y compartían los ojos verdes pero, a diferencia del niño ella tenia el cabello rubio mientras que él negro ébano. Junto a ellos se erguía un hombre en sus cuarentas, ojeroso, algo canoso y con la mirada vidriosa, como el niño estaban sucios, flacos y andrajosos. Cuando vieron Klaus sus caras se convirtieron en el horror personificado.

Se dirigieron rápidamente hacia el niño aún en el suelo, él se veía un poco mejor, sus mejillas comenzaban a tener color.

—Klaus, ¿Qué sucedió?—Preguntó el muchacho alarmado.

—Estoy bien hermano, en serio—Dijo Klaus tratando de levantarse y trastabillando un poco.

—A mi no me parece que estés muy bien— Dijo la chica con una voz increíblemente suave mientras ayudaba a Klaus a levantarse.

El hombre se quedó apartado y miraba a los Hijos del Vacío con recelo, estaba un poco más desalineado que los demás y se tambaleaba un poco al caminar.

Los del Gueto se enfrentaron a los chicos del Vacío que habían estado observando la escena en silencio.

—Nosotros ya nos vamos—Dijo el cuarentón arrastrando las palabras.

El muchacho rápidamente tomó a Klaus de la mano y emprendieron su caminata hacia el lado contrario del bosque. Pero Kol fue más rápido y con una velocidad, que a Isabelle se le hizo increíble, estaba frente a los tres muchachos.

—¿Adonde creen que van?— preguntó Kol imponente cruzado sus brazos frente al grupo. 

Las posibilidades son de una en un millón, pensó Kol, pero si alguno de ellos es elemental tierra estamos salvados. Además ellos deben saber más sobre el bosque que nosotros, podrían ayudarnos a comprender mejor a los Hombres Sombras.

El hombre del Gueto se puso en posición defensiva delante de los chicos y empezó a sacar un cuchillo de su cinturón.

Kol comenzó a reírse con fuerza, le recordó a Isabelle el momento de su propio secuestro, frío y cruel, la neblina a su alrededor haciéndolo parecer aún más terrorífico —¿Crees que con ese cuchillo puedes acabar con cinco de nosotros? Sin contar que tienes a un niño herido contigo.

El hombre comenzó a bajar el cuchillo mirando a Kol con odio—¿Qué quieres?— Dijo entre dientes apretados por la rabia.

—Veo que son muy conocedores de este bosque—Dijo Kol sabiondo, haciendo un ademán a su alrededor— Quiero que nos guíen. ¿Alguno es elemental tierra?

—Pe-pero...— Tartamudeó la rubia con su voz suave.

Isabelle se sintió identificada con la pobre—Solo queremos que nos ayuden a buscar a alguien, ¿es alguien elemental de tierra acaso?— Preguntó muy suavemente tratando de pedir lo mismo que Kol pero de manera amable.

—Yo lo soy—Dijo la chica volteándose hacia Isabelle con la cabeza algo gacha y poniendo sus ojos en todos lados menos sobre ella. Se veía muy nerviosa.—¿A quién están buscando?—Preguntó la chica con su dulce voz.

—Eso—Dijo Kol con voz firme sobresaltando a la chica— No es de tu incumbencia, solo busca el rastro de una mujer entre sus veinticinco y treinta años de cabello negro azabache y ojos violeta, eso es todo lo que necesitas saber.

El muchacho y la chica se miraron preocupados, el hombre lo ignoró, sacando una petaca de una de los pliegues de su andrajosa ropa y el niño levantó una ceja de manera interrogativa, pero los cuatro sabían que no tenían ninguna opción, los superaban en número, además ellos eran Hijos del Vacío, era imposible vencerlos.—Está bien—Dijo la chica con renuncia mientras se tiraba en el suelo a escuchar cerrando sus ojos, completamente concentrada en los que la tierra le estaba mostrando.

—¿Alguien tiene algo donde marcar?— Preguntó la muchacha con su armoniosa voz cuando se levantó del suelo algo tambaleante por el esfuerzo que se requería rastrear a alguien. Miró tímidamente al resto buscando una respuesta.

—¿Y para qué lo necesitarías?— preguntó Kol de brazos cruzados y una sonrisa socarrona pegada en su rostro.

—Para marcarles el camino— Explicó frunciendo el seño la chica, su voz algo temblorosa.

—No—Dijo Kol, una pequeña sonrisa tiraba de sus labios— Ustedes vienen con nosotros.

Hijos del vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora