《 0.002 》 ❝Te preocupas, hum.❞

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«Obito»

Despierto más temprano de lo usual, o por lo menos, eso es lo que creo.

Camino a toda prisa fuera de la habitación luego de arreglarme. Quiero ver a Deidara antes de que vaya a su misión con el par de inmortales. Tal vez pueda usar la excusa de querer desearle buena suerte, sólo para estar allí con él unos segundos.

Llego hasta su habitación y muerdo mi labio inferior; espero que esté allí. Abro la puerta con sigilo, Deidara tiene el sueño pesado, pero por mi bien, es mejor prevenir. Echo un vistazo dentro de la habitación y... Está vacía. Bufo.

Creo que no desperté tan temprano después de todo.

Suspiro decepcionado y me dirijo a la cocina por algo de comer. Al llegar sólo tomo una pera de un frutero que Konan suele esconder en una de las alacenas.

—Buenos días, Tobi —La voz de Konan me sobresalta. Me giro, nervioso, con la pera aún en mi mano.

—Konan-senpai —Ella está cruzada de brazos. Mira la pera, luego a mí. Trago en seco— ¡Buenos días!

Konan niega con la cabeza y se dirige a la alacena, toma una manzana y luego me dedica una mirada fugaz y tan filosa que siento como si pudiese cortar mi garganta en este preciso instante.

—Es de mala educación tomar lo que no es tuyo —habla en tono severo.

—Lo sé, lo siento, es que tengo hambre...

—Te lo dejo pasar esta vez —suspira—, sólo porque no quiero cocinar ni pienso dejar que lo hagas, pero que no se repita.

Asiento frenéticamente y salgo del lugar dando pequeños brincos. A veces, esto de actuar como un idiota, sirve para matar el aburrimiento.

Ya en la sala, observo a Kisame, sentado en el sofá con la mirada perdida. Sin pensarlo mucho, me acerco a él, entrelazando las manos detrás de mi espalda.

—Neh, Kisame-senpai —Parece sobresaltarse y vuelve su rostro para verme con el ceño ligeramente fruncido—... Juegue con Tobi a las escondidas.

—No.

—¿Las atrapadas?

—No.

—¿Cartas?

—No.

—¡Por favor Kisame-Senpai! —Junto mis manos en ademán de rogar—¡Juegue con Tobi por lo menos una vez!

—Si accedo... ¿Dejaras de fastidiar? —pregunta con hastío mientras se levanta del sofá, a lo que asiento sin rechistar—Bien, entonces jugaremos a las atrapadas, y si te alcanzo, te daré de comer a Samehada.

Doy aplausos en conjunto con pequeños brincos, aparentando estar emocionado. A sabiendas de que no cumplirá con volverme alimento de su espada, le doy un ligero empujón y comienzo a correr como si mi vida dependiera de ello, riendo a carcajadas. Miro sobre mi hombro, Kisame corre detrás de mí, con una sonrisa.

Me encuentro en la sala de estar, respirando con dificultad. Había pasado más tiempo del que creí huyendo de Kisame. Iba en serio eso de darme de comer a Samehada, así que el maratón por mi parte, se alargó un poco más.

Siento pasos apresurados y me vuelvo para mirar de qué se trata: Kakuzu, con su bata rota, sosteniendo una bolsa —con lo que creo que es dinero— como si su vida dependiera de ello, mientras camina apresurado en dirección a la oficina de Pain. Hidan aparece poco después, bastante herido, hay un hueco en su estómago y trae consigo a un Deidara inconsciente, cargado como un costal de papas.

Me pongo de pie de un salto y me acerco a ellos, sintiendo un pinchazo de preocupación alojándose en mi pecho, no tanto por los inmortales —porque sé que estarán bien en poco tiempo—, sino por Deidara.

—¿¡Qué les ocurrió!? —cuestiono, tratando de no sonar tan preocupado. Kakuzu me ignora, y Hidan me mira con seriedad.

—Nada —responde a secas—. Sé buen chico, busca a Konan y llévala a la habitación de la rubia.

Asiento con la cabeza mientras él comienza a caminar hacia la habitación de Deidara. Por mi parte, me apresuro a buscar a Konan.

Siento mi corazón latir desenfrenadamente con cada paso que doy. Ni siquiera me molesto en explicar los hechos cuando ella abre la puerta, simplemente la tomo del brazo y la arrastro hasta la habitación de Deidara, sin importarme en absoluto la brusquedad con la que lo hago.

Acaricio el cabello de Deidara con suavidad. Él duerme plácidamente, ¿o tal vez sigue inconsciente? No lo sé, pero así de calmado se ve simplemente hermoso.

Maldito sea el día en el que te enamoraste de nuevo, Obito.

Suelto un bostezo, no he dormido nada por estar aquí y lo cierto es que estoy comenzando a sentir los efectos del agotamiento. Deidara comienza a moverse y por mi parte, no puedo evitar sonreír con alivio. Él suelta un gruñido y al abrir los ojos parece desorientado.

—¿Qué haces aquí? —pregunta de manera hostil, al percatarse de mi presencia— Quítate de mi cama, hm.

Haciendo caso omiso a su orden, me lazo hacia él envolviéndolo a su vez en un abrazo, procurando ser bastante cuidadoso para no lastimarlo más de lo que ya se encuentra. Honestamente espero un golpe de su parte, por lo cual cierro los ojos con fuerza; sin embargo, el golpe no llega, contrario a lo que esperaba, Deidara corresponde a mi abrazo.

Mi corazón martillea con fuerza ante este hecho y una sonrisa, algo boba, adorna mi rostro sonrojado, bajo la máscara.

—¿Qué hora es, hm? —inquiere en el momento en que me separo.

—Son las cuatro de la mañana, según los cálculos de Tobi, Senpai.

Él parece algo sorprendido.

—¿No haz dormido por estar aquí? —Siento un calor en mis mejillas, producto de la vergüenza y, es cuando agradezco llevar una máscara para ocultarlo. Asiento suavemente y noto una sonrisa burlona de su parte—Así que te preocupas, hm.

Desvío la mirada y me levanto de la cama de un salto, sintiendo ganas de huir tan lejos como pueda, al verme descubierto.

—Ya es tarde Senpai, ¡Tobi debe dormir!

Y sin más me apresuro a huir de su habitación.

𝙼𝚘𝚕𝚎𝚜𝚝𝚘 ──  𝚃𝚘𝚋𝚒𝚍𝚎𝚒 .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora