《 0.003 》 ❝Advertencia.❞

7.3K 739 774
                                    

«Obito.»

Camino en dirección a la habitación de Senpai. Por sus heridas, lo más probable es que le hayan dado el día libre hoy, o al menos, eso es lo que espero.

Al llegar —y como de costumbre—, entro sin avisar. Mala decisión, Obito. Siento mis mejillas arder cuando noto que Deidara sólo lleva puesto sus pantalones y su torso, aún herido, no tiene los vendajes correspondientes. Desvío la mirada hacia su abdomen —plano y ligeramente tonificado, que contrasta a la perfección con su pequeña cintura—, por inercia, y termino por relamer mis labios como un reflejo involuntario. Termino por mirar el suelo, luego de unos segundos. 

Maldición Deidara.

Y pensar que Sasori tenía el privilegio de ver esto a diario por compartir habitación. Qué envidia.

—¿Es que nadie te enseño a tocar antes de entrar? —vuelvo a mirarlo; tiene los brazos cruzados a la altura del pecho y el ceño fruncido... Aunque sea un cascarrabias, este tonto sigue pareciéndome hermoso. Su sonrisa pasa a ser una de burla y un brillo de diversión adorna sus irises— ¿Qué pasa Tobi, tanto te gusta lo que ves?

Siento mis mejillas arder todavía más —si es posible— y trago grueso. Ay Senpai, si supieras...

—Es que, Senpai, si sigues frunciendo el ceño tan seguido te vas a arrugar como una pasa —digo con burla mientras me acerco a él—, de hecho ¿Qué es esto, Senpai? —Toco su frente con un dedo y estiro un poco su piel, provocando que deje de fruncir las cejas durante unos instantes— ¡Es una arruga! —indico, aguantando la risa debido a su expresión de desconcierto— ya te estás convirtiendo en una pasa prematura.

Aparta mi mano de un manotazo y suelto una carcajada ante su mirada de enojo.

—Nos vemos, Pasita-Senpai.

Me apresuro a salir de la habitación y escucho como Deidara grita una maldición hacia mi persona. Suelto otra carcajada y decido ir a jugar con Hidan, después de todo, es quien accede más rápido a hacerlo.

Me siento estafado. Herido. Molesto.

Bien, quizás estoy siendo dramático, pero es que Hidan nunca me buscó al jugar a las escondidas, por el contrario, se fue a hacer uno de sus rituales locos a su Dios de pacotilla, ¿Y yo? Bien, gracias, escondido en un pequeño jardín que tiene Zetsu —entre dos plantas con olores completamente desagradables, por cierto— alrededor de dos horas.

Idiota.

Vaya, esto de tener una personalidad infantil, a veces, afecta mucho. Incluso, me atrevo a decir que, es como si mi niño interior tomara el control por un rato.

Y no me gusta.

Voy dando brinquitos a la habitación de Deidara. ¿Está de más decir que me encanta tener su atención? Al llegar, entro sin molestarme en tocar, de nuevo.

Él me mira, con algo de aburrimiento y pasa una mano por su rostro antes de acomodarse mejor en su cama; por mi parte, me doy la libertad de sentarme a su lado y acomodar algunos mechones rebeldes que caen por su frente. Gesto por el cual, me mira con recelo.

—¿Qué quieres ahora?

—Nada en particular, Tobi sólo está un poco aburrido, Senpai. —Me encojo de hombros porque la mitad de lo que dije es cierto. La otra mitad es que me gusta pasar el tiempo con él, pero claro, eso no voy a admitirlo.

—Ve a jugar con alguien, hm.

—Ya lo hice. —Me pongo de pie sobre su cama y comienzo a saltar de esta a la cama que pertenecía a Sasori, de la de Sasori a la de Deidara, y así sucesivamente.

—¡Deja de hacer eso, maldición! —grita exasperado— ¡Como me caigas encima te voy a golpear hasta la muerte!

Lo ignoro, salto una vez más a la cama de Sasori y al volver a la de Deidara, caigo sobre él, intencionalmente, procurando no apoyar todo mi peso en él, para no lastimarlo todavía más. Paso a acomodarme —colocando mis brazos, flexionados, a cada lado de su cabeza y, elevando un poco mi torso al tiempo en que inclino un poco mi cabeza hacia abajo—, para ver su rostro, desconcertado por la repentina cercanía.

Muevo mi máscara lo suficiente para dejar ver mis labios, en los cuales mantengo una sonrisa ladina.

—Te ves lindo cuando estás desconcertado, y también cuando te enojas —confieso, permitiéndome utilizar mi voz normal, casi con coquetería. Acomodo mi máscara y noto que su ceño está fruncido, y sus mejillas sonrojadas; no sé si por enojo o vergüenza, pero, no puedo evitar sonreír victorioso—, Senpai, te dije que te vas a arrugar si sigues así. —Vuelvo a tener el tono chillón e infantil de siempre.

—Tienes hasta la cuenta de tres para correr, antes de que te mate, hm... —advierte, en un siseo.

Su tono frío provoca que un escalofrío recorra mi espina dorsal. Es mejor obedecer, por lo que comienzo a correr, con Deidara pisando mis talones.

Creo que morir a manos de Samehada es mejor que morir en una explosión.

—¡Senpai, ya basta! —lloriqueo intentando cubrirme de los golpes— ¡Ya no golpee a Tobi!

—Esto es lo que mereces, idiota. ¡¿Quién te crees para hacer y decir lo que haces y dices?!

Lo miro confundido y rápidamente me veo obligado a cubrir mi máscara de un golpe.

—¡Pero si digo la verdad!

—¡Dices puras estupideces!

—¡Pero si sigue así se convertirá en Pasita-Senpai para siempre!

Siento una fuerte patada en mi estómago, que me hace perder el aire. Paso mis brazos por la zona, abrazándome a mí mismo.

—¡Deberías desaparecer y dejarme en paz! Hm... Mocoso insolente.

¿¡Mocoso!? ¡Pero si soy mayor que tú, animal!

Deidara se va y al levantarme, noto que Konan mira en su dirección; es un alivio que las miradas no maten o de lo contrario Deidara estaría muerto justo en este momento.

—Ese idiota... Se lo advertí —murmura, claramente para ella. Me acerco y me dedica una mirada bastante seria—. Reúne a todos para una charla, excepto a Deidara.

Asiento sin decir nada. Sus razones ha de tener, así que sin más obedezco, a pesar de la confusión que me provoca ese «Se lo advertí». Da igual, supongo que me enteré después.

𝙼𝚘𝚕𝚎𝚜𝚝𝚘 ──  𝚃𝚘𝚋𝚒𝚍𝚎𝚒 .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora