Una semana después, 10:00 am:
Desperté lentamente, estire mis brazos aún con los ojos cerrados y bostece, luego abrí los ojos y me levanté de la cama sin despertar a Ale, fui a la cocina, agarré una pequeña olla, coloque la mitad de agua, prendí la hornalla y coloque la olla, agarré el vaso térmico y le saqué la tapa, agarré el paquete de café, coloque dos cucharadas, lo cerré y lo guarde en la alacena, cuando el agua estaba casi por hervir la saqué y la coloque en el vaso, agarré una cuchara y comencé a mezclar.Di un sorbo al café con mucho cuidado para no quemarme y me senté en el sillón que habíamos robado de una de las casas, no estaba muy roto y algo era algo, lo necesitábamos demasiado así que fue la mejor opción
Cerré los ojos unos segundos hasta que sentí una mano apretar mi hombro, abrí los ojos, me di vuelta con rapidez y me percaté que solo era Ale
—Perdón— dijo Ale alzando las manos en modo de rendición.
—Casi me das un infarto— dije apoyando una mano en mi pecho y el robó mi café.
—¿Qué haces despierta tan temprano?— preguntó curioso sentándose a mi lado y tomando sorbos del café.
—No sé, sólo me desperté— respondí burlona y el golpeó mi cabeza con la palma de su mano —Auch.
—Por hacerte la graciosa, ¿Vamos a buscar comida? Ya no nos queda nada— preguntó y hice una mueca.
—Está bien, necesitamos encontrar algún arma porque nos arriesgamos mucho atacando con el cuchillo carnicero y esa tubería— respondí y el asintió.
—Bueno, terminemos el café y vamos— dijo y asenti.
Minutos después terminamos el café, agarramos las mochilas y las armas, salimos de la casa asegurándonos que esté todo en orden, caminamos por el barrio con mucho cuidado ya que hace poco nos habían atacado un grupo de cinco zombies y conseguimos matarlos de suerte, entramos a una de las casas y nos separamos. Unos treinta minutos después nos volvimos a agrupar en la cocina de esa casa, dejando las cosas sobre la mesa y sonriendo ante lo que encontramos.
—Bueno, parece que tuvimos un poco de suerte— dijo el sonriendo y reí.
—Si pero todavía no hay armas que podamos usar a la distancia— dije haciendo una mueca y el suspiró.
— Lo sé pero al menos tenemos comida— dijo apuntando a lo que había en la mesa.
Dos paquetes de arroz pequeños, dos paquetes de galletitas grandes, dos botellas de agua más, un paquete de lentejas, uno de arvejas, una lata de choclo y dos de tomate.
—Tenes razón, esto nos va servir por una semana más o por ahí dos si sabemos racionar— dije mirándolo y el sonrió inocente.
—No es mi culpa, me agarra hambre a eso de las tres de la mañana— dijo y yo rodé los ojos.
—Estás perdonado sólo porque te quiero demasiado— dije y el me abrazó levemente.
—Yo también te quiero, enana— dijo una vez nos separamos del abrazo y golpee su brazo con fuerza.
—Por decirme enana, vamos a guardar las cosas a casa y vamos a seguir revisando— dije y el se sobaba el brazo.
Caminamos hasta casa con tranquilidad pero alertas, el abrió la puerta y dejamos las cosas en la alacena y el agua sobre la mesada, salimos otra vez y caminamos hacia las otras casas que no habíamos revisado, entramos a una que estaba enrejada, se escuchaban gruñidos así que respiramos hondo y seguimos los sonidos, había dos zombies devorando un cadáver de lo que parecía ser un perro, mis ojos en seguida se pusieron llorosos y un nudo se asentó en mi estómago, Alexis estaba casi igual que yo, nos acercamos con sigilo y matamos a los zombies, le clavé el cuchillo más veces de lo necesario al zombie y Alexis me detuvo abrazandome.
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Zomboludos
Science FictionLas aventuras de dos mejores amigos en un Apocalipsis...argentino.