EPÍLOGO

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Era extraño, me sentía algo diferente de muchas maneras distintas. Mi cuerpo se sentía diferente, mi mente se sentía diferente y absolutamente todo lo mío se sentía diferente. Estaba encogida, sujetándome las piernas y con recuerdos borrosos sobre lo que pasó antes de acabar en ese remanso oscuro y tranquilo; ¿quién era? eso no importaba. Las paredes que me envolvían eran suaves como la seda y resistentes como el acero; ¿qué era ese material? Me empecé a mover un poco, intentando salir de esa pequeña prisión en la que me encontraba. Di unos golpes al material, que no cedía en ningún momento. Cansada, me puse a arañarlo con las uñas, cosa que, extrañamente, me dejó salir. Saqué una mano, abriendo del todo esa celda que me mantenía prisionera. No veía absolutamente nada.

Solté un gruñido molesta, mientras que mis recuerdos empezaban a aclararse y mi vista empezaba a funcionar con lentitud. Estaba en lo que parecía ser un enorme nido de araña, con muchos capullos abiertos y sin nada y uno sin abrir delante mía. Me acerqué con cuidado al mismo y acaricié el material con cuidado; ya podía ver del todo. No había nadie, pero se escuchaban voces muy lejos de mi posición. Entonces, una mano oscura y con garras afiladas salió del capullo, después saliendo un enorme ser delgado, con dientes afilados que formaban una sonrisa brillante y que parecía tan confundido y aterrado como yo. Me aproximé a él y le acaricié la espalda, percatándome de que yo también era como él. Suspiré un poco antes de hablar.

— ¿Te encuentras bien?

No escuché respuesta alguna.

— ¿Te encuentras bien? —Repetí, pero esta vez escuché un chillido de horror cuando el ser me miró; me empujó y se alejó con miedo. — ¡Oye, que te estoy intentando ayudar!

Ese ser de piel oscura se paralizó y me observó de arriba abajo. Dio unos pasos hacia delante y me analizó todavia con mucho miedo; entonces habló.

— ¿Marie? ¿Jefa?

Oh no. Recordé quién era y lo que me había pasado antes de ser introducida en ese capullo. Me miré las manos con miedo y me percaté de que ahora yo era uno de ellos, seguramente para siempre.

The MurkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora