Capitulo IV: Sentimiento Familiar

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Una vez hace muchos años atrás, cuando recién Hood había decidido que estaban preparadas para realizar robos por sí mismas, habían fallado

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Una vez hace muchos años atrás, cuando recién Hood había decidido que estaban preparadas para realizar robos por sí mismas, habían fallado.

La primera ley del código de los ladrones de honor era que jamás se dejaba a un compañero sólo si se podía evitar. Había veces donde, si la vida de un gran grupo estaba en juego, aquel reglamento podría ser flexible, pero en general jamás era necesario validarlo. Los hombres entraban juntos y salían juntos, eso era algo que jamás deberían olvidar.

Aquella vez sin embargo, Emma y Bella habían cometido una estupidez. Se decía que El Ser Oscuro tenía posesión de una barita mágica que antaño había pertenecido a una Hada caída; sin alas. Dicha criatura debía su deceso a que había sucumbido a las artes malignas, por lo que la magia que poseía era negra.

Eran muy jóvenes y poco experimentadas, no sabían lo peligroso que era jugar con magia, y el precio que esta conllevaba. A pesar de que sus intenciones de uso eran nobles, pues planeaban salvar vidas y curar enfermos, no se puede luchar contra lo que ya está hecho, y aunque se pudieran revertir algunas heridas, las consecuencias de la magia negra podía ser catastróficas; desgraciadamente como jamás se les había advertido sobre el castillo de Rumpelstiltskin, creyeron que podrían burlarlo. Se sentían capaces de hacer cualquier cosa.

Entraron de manera grácil y eficaz, un día por la mañana, pero el hechicero las sorprendió, cuando estaban a punto de lograr su cometido. No pudo darles caza enseguida, prefirió jugar a ser el gato que perseguía dos ratoncillos desorientados y asustados. Emma y Bella corrieron por muchos minutos intentando buscar la salida, pero el lugar se había transformado en una trampa y parecía que caminaran en círculos. La paciencia no le duró al Ser Oscuro, y entonces mostró las grandes puertas que conducían hacia la libertad. Ni siquiera miraron atrás, simplemente apuraron las piernas lo más que pudieron y cuando salieron, un fuerte estruendo hizo que Emma se diera vuelta. Se habían cerrado, y no veía a Bella por ninguna parte.

Ahora no habían puertas, pero nuevamente había dejado a su mejor amiga, atrás, y no lograba verla por ninguna parte. Caminaba desorientada, buscando un lugar donde ocultarse. El miedo y la sorpresa se habían apoderado de ella, la cegaron, actuó impulsivamente y corrió, no sólo de la que consideraba su antigua familia, sino de la vergüenza que sentía de haber cometido aquel acto. Tantas veces se había cuestionado su decisión de abandonar a Robin, tantas veces soñaba con volver, pero por misma cantidad de teorías, las pesadillas equilibraban su balanza. El miedo de que el hombre que había hecho de hermano y también de padre, la mirase con odio, la hacía volver a la realidad, a centrarse en el futuro.


El puerto era un lugar pequeño, se componía de algunas casas, pero la mayoría eran hostales para los marinos y piratas que reposaban en el lugar. Otro porcentaje se dividía en tabernas, tiendas de abastecimiento y almacenes de diferentes materiales. Todo estaba construido sobre el mar, en una base que no se veía nada segura, pero que era capaz de aguantar un pueblo completo de todas maneras. La gente caminaba ofreciendo mercancía, los gritos a veces eran ensordecedores, y el aroma a bosque se había transformado en un apestoso hedor a peces y orina. Había barriles vacíos, otros llenos de moluscos, cajas y baúles. Parecía hecho sobre la marcha, las estancias diferían en tamaño y materiales, algunas tablas del suelo estaban tan separadas que se lograba ver el agua, increíblemente azul, teniendo en cuenta el estado del puerto.

Perdida | Once Upon a TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora