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Un suspiro resignado se escapa de los labios del Doctor Strange, quien mantenía los ojos cerrados en un fallido intento de meditación, a la vez que suelta un quejido, se lleva una mano al cuello para masajear y aliviar un poco la agobiante presión en sus hombros, y de mala gana se ve obligado a tener que abandonar su cómoda postura de flor de loto y a pararse sobre el suelo.
El sol ya se había escondido — aunque en realidad, toda la mañana había estado nublado — por lo que solo la luz de la luna entraba por las grandes y desgastadas ventanas del santuario. El antiguo reloj sobre la pared marca las ocho y treinta de la noche, inundando la sala con el constante golpeteo de la manecilla del segundero, mostrando que el tiempo inevitablemente no deja de pasar.

Ahora, sentado sobre su sofá individual favorito, no deja de pensar en diferentes cosas y a la vez en nada; su mente baila entre sus pendientes y los enemigos enfrentados durante la semana, intentado matar el tiempo hasta que el CEO de Industrias Stark se digne a llegar como de costumbre al Sanctum Sanctorum. Desde hace unas semanas se había vuelto una pequeña costumbre el venir a verle, y sorprendentemente no tenía nada que ver con la vida de superhéroe que ambos llevaban, sino por el contrario, era algo más personal.

Debido a la constante petición de sus compañeros de trabajo y familia, Tony había recurrido — de mala gana — a Stephen en busca de ayuda. Después de todos los acontecimientos sucedidos durante la guerra civil, los ataques de ansiedad del hombre de hierro habían aumentado, lo que formó un perfecto desastre al combinarse con sus grabes problemas de insomnio y — ya anteriores — problemas con la bebida. Pero, no lo malinterpreten, el gran hechicero supremo no era el psicólogo del playboy, antes hubiera preferido perder sus manos de nuevo, y no es que no disfrutara de la extrañamente agradable compañía de Stark, si no que, simplemente Stephen prefería trabajar y estar solo; o si la situación lo ameritaba, con la ayuda de su mejor amigo Wong.

Se había vuelto una persona bastante ermitaña, siempre encerrado en las seguras paredes del santuario; ya sea meditando o estudiando viejos libros. La única persona con la que convivía era Wong, su asistente y amigo, con el que además vivía. Hablaba de vez en cuando con otros hechiceros y con nuevos alumnos, pero además de eso, no tenía relación con nadie más. Perder su trabajo y cortar relación con su antigua vida había sido un golpe duro en el estómago, así que había preferido mantenerse así, fuera de relaciones difíciles o embrollos familiares, concentrarse solamente en su deber; ser el principal protector de la Tierra contra las amenazas mágicas y místicas.

Y a pesar de que las visitas entre ambos superhéroes eran ya una costumbre de hace quizás un par de meses, Stephen no veía a Tony como un amigo, — ó al menos no lo aceptaría en voz alta —, para él era una inversión, ayudar a mantener la salud mental de Tony significaba que estaría bien para ayudar a salvar el mundo, y eso era una carga menos en los ya cansados hombros de Strange. Por lo que el ex-neurocirujano simplemente se concentraba en escuchar lo que Tony tuviera que decir y hacer alguna poción mágica para aliviar algunas de sus molestias.

Stephen aún se encontraba cavilando en diferentes asuntos cuando unos repentinos golpes en la puerta le hicieron salir de sus pensamientos, en el silencio se dejó escuchar la voz de su asistente y amigo cuando ésta se abrió - Tony está aquí - fue lo único que avisó el asiático

- Gracias, Wong - contestó Stephen con el tono de voz sereno que tanto lo caracteriza al mismo tiempo que se recargó por completo en el respaldo del mullido sofá en el que se encuentra. Últimamente sus dolores de espalda no le daban tregua, pero no era algo sobre lo que se quejaría en voz alta - Buenas tardes, Señor Stark

- Creo que ya son noches, Doc. - contestó el castaño entre un suspiro, dejándose caer descuidadamente en el sofá frente a Stephen, como si aquella fuera su propia casa. Vestía ropa deportiva en tonos grisáceos y se encontraba algo despeinado, cosa que no pasó desapercibida para el hechicero, algo malo debía estar sucediendo para que el filántropo descuidara su apariencia de esa manera

Más Que Amigos [IronStrange]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora