XIII

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El públicamente apodado hombre de hierro apretó la mandíbula y le dió un pequeño sorbo a su vaso con whiskey, apenas logrando remojar sus labios en aquella dañina bebida que tanto se empeñaba en dejar. Sus ojos mieles estaban clavados en la exquisita figura de la bruja escarlata, quién estaba parada frente a un espejo mirando y terminando los últimos detalles de su peinado. La mujer lucía un vestido negro discreto pero algo ajustado que resaltaba sus encantos, el maquillaje era ligero pero cautivante e incluso sus uñas estaban arregladas, lucía hermosa y todos a su alrededor no paraban de decírselo. Hipócritas; y no porque estuvieran mintiendo sobre lo bien que se veía, sino porque pretendían que estaban felices con la idea de la cita. Natasha Romanoff casi se cayó de espaldas ante la noticia y a Clint Barton le comenzó a dar un tic nervioso en el ojo derecho, más sin embargo estaban allí, en apoyo moral ante la sokoviana

Rodó los ojos al cielo y se llevó la mano a la cabeza masajeando generosamente su sien derecha en un patético intento de aliviar la migraña que no parecía querer darle tregua. La mañana había comenzado más que bien, mientras se terminaba de vestir con uno de sus despampanantes trajes a la medida había recibió un mensaje de su amado indicándole que le esperaba en el recibidor, un apenas visible sonrojo en sus mejillas se hizo aparecer y de inmediato se apresuró a bajar las escaleras, su alegría era tal que incluso saludó con un cordial “buenos días” a Clint Barton cuando éste se cruzó por su camino.

La corriente eléctrica que recorría su cuerpo era inefable y su emoción era tal que vergonzosamente debía de admitir que se atrevió a saltar desde los últimos tres escalones para apresurar su camino.
Había podido divisar la ancha espalda de su novio desde la lejanía, para variar, el maestro de las artes místicas se encontraba mirando el paisaje a traves de los ventanales y la capa de levitación a unos centímetros de lejanía portaba lo que inmediatamente pudo reconocer como una caja de sus donas favoritas, sonrío inconciente ante el gesto

- Doctor Strange - se aclaró la garganta con el tono de voz más desinteresado que pudo fingir

- Señor Stark - saludó de la misma forma el hechicero cuando se dió la vuelta para encararlo. Para el hombre de hierro no pasó desapercibida una pequeña cortada en su labio superior, sus ojos cafés se habían vuelto expertos en mirarlo, de igual forma no se atrevió a preguntar sobre eso

- ¿A qué debo el honor? - siguió con el juego, pero no pudo evitar sonreír mostrando todos los dientes

- No quería castigarle más tiempo del necesario sin poder ser bendecido por mi encantadora presencia - sonrío con arrogancia y complementó su coqueteo con un guiño sutil. Tony soltó una risa por lo bajo

Desgraciadamente, aquella burbuja romántica en la que se veían envueltos no duró mucho tiempo más, puesto que la recién levantada bruja escarlata no perdió el tiempo para acercarse al hombre de las canas a los lados de la cabeza con una sonrisa extrañamente tímida, el genio nunca creyó que aquella mujer podría verse tan fuera de su zona de confort.
Frunció el seño desconcertado ante la interrupción y para cuando cayó en cuenta de lo que aquella sokoviana planeaba ya era tarde para advertir algo más

- Doctor Strange, espero que pueda disculpar mi atrevimiento, pero me gustaría expresarle lo honrada que me sentiría si usted me acompaña a salir ésta noche - la mujer guardó sus manos detrás de su espalda, pero no apartó sus ojos de los zafiros del maestro de las artes místicas

Un retortijón surcó el cuerpo del genio con tan solo repetir la escena en su mente, ¿Qué se creía esa mujer?, ¿Acaso había robado esa invitación de un libro de Shakespeare?, Sus pensamientos eran como un martillo que golpeaba su cabeza sin piedad. Tomar una bebida embriagante se había vuelto una necesidad después de las horas de tortura constante en las que su ansiedad lo sumergía.

Más Que Amigos [IronStrange]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora