Más Que Amigos [IronStrange]

III

Habían pasado las siguientes horas en el taller, hablando de los nuevos proyectos tecnológicos en los que Tony estaba trabajando actualmente. Strange le preguntaba cómo funcionaban sus herramientas y miraba al filántropo con toda su atención, aún sin entender a la perfección algunos de los términos que el mecánico utilizaba. Stark por otro lado, se sentía complacido de tener a alguien con quién hablar, puesto que en los últimos días solo había entablado conversaciones con su inteligencia artificial; por lo que ahora con el hechicero, no paraba de hablar de todas las nuevas habilidades que obtendría una vez lograra hacer su armadura hecha con nanotecnología — cosa que por el momento era únicamente un prototipo —. A decir verdad, era agradable el ambiente que se había formado, no era como cualquiera de las otras charlas que habían tenido, ahora no había una barrera de formalidad y distancia entre ellos, solo un pequeño aire mágico.

Incluso, ya al medio día habían comido dentro del taller, sentados en uno de los autos coleccionables que Tony mantenía estacionados sin darles uso, escuchando solo la música de AC/DC de fondo por petición del multimillonario. Luego de eso, se mantuvieron callados por unos minutos, sin ser un silencio incómodo, cada uno estaba metido en sus propios pensamientos, pero aunque ninguno había tocado el tema de lo que había pasado horas antes, ambos sabían que el contrario tenía los mismos pensamientos. ¿Qué había significado ese beso?, ¿Tenían que hablarlo?, ¿Deberían de decirle a alguien más?

La mente de Tony era un desastre, se sentía confundido, aunque por suerte, racionalidad era su segundo nombre; ó elegancia, no estaba seguro. El playboy tenía que admitir que en algún momento de su vida se había sentido atraído por alguien de su mismo sexo, aunque aquello no había sido nada más que una simple atracción superficial; en realidad, su relación más duradera había sido con su ahora ex-esposa, Pepper. Sí tenía que definir sus preferencias ante sus amigos, probablemente diría que era bisexual, y eso lo llevaba a la siguiente incógnita, ¿Cómo les diría a sus amigos?.

Estaba bastante seguro de que Rhodey; su mejor amigo, y Peter, le apoyarían en el proceso, entonces probablemente no tenía nada de que preocuparse. Por otro lado, Pepper no solo era su ex-esposa, también era su amiga, y la madre de su hija, por supuesto que importaba lo que ella pensara. Bruce y Happy también eran parte de su grupo cercano pero estaba completamente seguro de que igualmente contaría con su apoyo
Anteriormente, Steve estaría también en aquella lista, lo cuál pudo haber sido un problema — ya que, Tony sabía que, a pesar de que Steve no lucía como un hombre de más de setenta años, sí pensaba como uno —, pero eso ahora no importaba.

Strange estaba más preocupado en como eso podría afectar su vida como el hechicero supremo y guardian de la gema del tiempo, desde hace mucho se había "casado" con su trabajo y había cerrado su corazón hacia cualquier romance, pero ahora, por alguna razón estaba ahí, dispuesto.
Stephen siempre se había sentido atraído por las mujeres, en ninguna parte de su mente recordaba haber sentido atracción por un hombre, aunque claro, Anthony Stark no era cualquier hombre. En todo caso, lo único que tendría que hacer sería hablar con su único amigo, Wong, decirle que se había besado con Tony, y que quizás podría comenzar una relación con él, y estaba completamente seguro de que a su amigo no le importaría en lo absoluto

Y esa había sido la conclusión de ambos, no sabían como había sucedido, pero estaban dispuestos a seguir adelante y ver qué tenía el futuro para ellos. El resto del día había transcurrido normal, Stephen había explicado a Tony un par de cosas sobre las artes místicas, y ahora que lo pensaba, le parecía extraño que a pesar de llevar meses hablando nunca habían llegado a conversar sobre ese tipo de cosas, incluso le había presentado formalmente a Leví, quién pareció aprobar lo que sea que estuviera pasando entre ellos.
El día pasó más rápido de lo que les hubiera gustado, eran las ocho de la noche, pero ninguno se había cansado de la presencia del otro, ni se habían sentido abrumados por haber pasado todo el día encerrados en aquel aislado taller.