¿La crisis de los treinta?
Después de aquella llamada nos coordinamos para vernos.
Sin saberlo vivíamos increíblemente cerca así que quedamos para ir por una taza de café y charlar por todo el tiempo que habíamos pasado sin comunicarnos.
Me contaste muchas cosas. Amores que nunca me dijiste cuando jóvenes por temor a que te escucharan en tu casa (creo que en el fondo sabías que me gustabas y por eso nunca lo dijiste). Me contaste de exámenes con calificaciones bajas que por temor a que dejara de verte igual no me comentaste (pero vamos, un 8 no es mala calificación) y de otros textos que escribiste sin publicarlos al final. Hablabas sobre lo cansado que era tu trabajo, pero agregabas que el que fuera así lo hacía más gratificante y encantador, se notaba en tu tono al hablar que de verdad lo amabas.
Dijiste que compraste una pequeña casa y que en su parte trasera tenías un jardín, compartiéndolo entre flores y árboles. Había pasado, qué ¿quince años? Y seguía diciéndome, ¡¿De dónde saca tiempo?!
Después del rencuentro volví a sentirme lleno de vida, con un nuevo propósito. Es raro, ¿no? Que una persona te haga sentir esto cuando piensas que mil cosas lo pueden hacer en su lugar, y en el último tramo solo era un condimento de lo más especial, estar junto a tu otra mitad.
Nos vimos de nuevo muchas veces, hablábamos de la semana, como estuvo el trabajo, qué habíamos hecho, etc., eran temas tan comunes que si me pones hablar con otra persona de ello seguramente lo único que haría sería asentir y repetir " sí, ajá, exacto", mas contigo era una charla tan amena que no deseaba que se acabara, se convertía en un mar de risas y condimentados con recuerdos y nuevas experiencias, es algo tan único que egoístamente no sé si alguien más es capaz de sentirlo. Y en idas y salidas, ocurrió lo inevitable.
Me conoces mejor que nadie, sabes lo mucho que mi temor me controla y que en la mayoría de las ocasiones no hago nada por la simple inseguridad o el titilar de mis manos.
En esa ocasión estuve tan seguro hacerlo que tuviste que notarlo en mis ojos, ¿y sabes qué? Te agradezco que hicieras aquello, si no probablemente estaría en mi cuarto viendo noticias en lugar de escribir esto, lamentando el ataque de pánico que me atacó en ese lugar.
Me miraste, tenías una sonrisa tan dulce que podría encantar a cualquier persona en este mundo. Tus ojos brillaban intensamente bajo la oscura noche y la luna servía de adorno para tu cabello suelto que caía bajo tus hombros. Tus manos tan suaves tomaron las mías y nuestros labios se acercaron chocando por primera vez después de tanto tiempo. ¿Recuerdas tu dulce sonrisa? Tu beso lo confirmó y no pude más que derretirme entre tus brazos deseando que aquello nunca acabara. Terminó. Volteé a mirarte de nuevo, te veías aún más espectacular que antes y nadie en este mundo podría superarte en nada, porque en aquel día hiciste que las estrellas se vieran opacadas por el brillo de tu ser.
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La Rutina del Girasol
RomantikUn día cualquiera de navidad, mientras la rutina lo sumía en la televisión, tocaron a su puerta, y desde ese momento el niño al que le interesaba solamente pasar el día a día, encontró una nueva obsesión. Pasaban los años, y casi tan religiosamente...