Ese primer año fue un presagio de lo que estaba próximo a venir.
Te fuiste a vivir a la capital, ahora permanentemente.
Dejaste de viajar a casa de tu padre y no te miré más. Yo me mantuve con mi familia, seguí estudiando lo mismo y esperando lo que sucedería en el porvenir. Como si hubiéramos regresado a nuestros años de niñez, llegabas solamente en navidad o en alguna fiesta importante, te quedabas por un par de días y luego regresabas a tu nueva vida, o tal vez era normal para ti, mas a mí si me parecía nueva, porque luego de tener alguien con quien hablar cada día terminé viéndote unas pequeñas horas en un mar de días.
En esas horas me contaste mucho sin embargo. Empezaste a sacar tiempo para escribir.
Además de leer y estudiar, ¡escribías! Cada momento me impresionabas más. Los hacías a mano y tenías un cajón lleno de ellos, o eso me contabas puesto que nunca lo vi. Me traías unos de vez en cuando.
El primero lo titulaste "Llamarte como el sol", un cuento pequeño sobre los girasoles y cómo buscaban la luz del sol. Al leerlo podía sentir lo mismo que tú debiste sentir al escribirlo, mi corazón se enamoró de él al instante y guardé esas copias en mi caja fuerte (en realidad era debajo de mi ropa, nada le gana a esa seguridad). Me dijiste que no te gustaba que se dejaran tus hojas, que te incomodaba porque no te parecían lo suficientemente buenas, aunque me cansé de elogiar tus escritos, entonces te mentí al decir que se me había perdido ese cuento.
Te lo dije porque... no lo sé, quería conservarlo, era hermoso y bueno, creo que es momento de regresártelo. Pasó el tiempo, lograste culminar una novela de romance vampirezco (no podía ser de otra forma) y por temor a que me pasara lo mismo nunca me dejaste leerlo sin supervisión.
Me hacías leerlo frente a ti cual niño y recitando en voz alta las palabras. Recuerdo que mi rostro siempre marcaba una sonrisa mientras te volteaba a ver. Tú mirabas atenta al papel con una inseguridad que no tenía fundamento, porque entre más te leía, sentía que recuperaba todo el tiempo que no pude pasar junto a ti y aprendía un poco más de la niña sonriente que apareció en mi vida hace tantos años.
Amé cada una de tus palabras... corrijo, amo cada una de tus palabras.
Ambos terminamos nuestra carrera pasados los seis años, tú con honores y certificados que te avalaban, y yo... mis padres me felicitaron, eso me bastó. Y así en el nuevo siglo empezamos a crear en soledad nuestra vida.
A mí no me quedó más remedio que buscar trabajo en la capital, desearía haber estado más tiempo en el lugar en el cual crecí, pero en algún momento tenía que salir de casa de mis padres y hacer mi propio hogar. Me costó trabajo, no puedo negarlo, así que de nuevo recurrí a ti sin que lo supieras.
Me parecía extraordinario como a tan corta edad (porque vamos, 18 años aún es poco) te marchaste hacer tu vida, así que con la misma valentía que me infundías cuando leías aquellos libros de terror, di mi paso a la gran ciudad.
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La Rutina del Girasol
Любовные романыUn día cualquiera de navidad, mientras la rutina lo sumía en la televisión, tocaron a su puerta, y desde ese momento el niño al que le interesaba solamente pasar el día a día, encontró una nueva obsesión. Pasaban los años, y casi tan religiosamente...