Después de aquella ocasión la vi un par de veces más mientras las fiestas se mantenían, luego de ellos al igual que las decoraciones de jardín, desapareció hasta que fuera el momento de volver a celebrar la navidad.
Recuerdo que iba a la escuela y me sentaba en los pupitres de en frente (por que era muy pequeño) y así transcurría mis horas en clases, salía al receso y me sentaba al costado del salón mirando a los demás niños jugar, algunos iban a la zona verde y con una bola de plástico se preparaban para ser futbolistas, otros más jugaban a las escondidas o a las traes, a unos les bastaba con ir hablar entre ellos o simplemente hacer nada, en grupo, así que miraba hacia todos lados sin saber bien qué hacer esperando que la campana sonara de nuevo.
En otras ocasiones tomaba rumbo a la biblioteca a buscar un libro que tuviera dibujos para hacer más fácil la lectura. Viene a mi mente un par de enciclopedias de dinosaurios que me encantaba tomar, la abría y leyendo lentamente aprendía un poco sobre ellos, aunque ahora no es que lo recuerde mucho, mientras mis ojos se perdían sorprendidos al ver las magníficas especies que existieron tanto tiempo atrás.
Y así, entre clases, la biblioteca y la nada, pasaba mis días en la escuela. Salía y caminaba a casa, mi madre me recogía, y mientras daba mis pasos ya cerca de casa, miraba al otro lado de la calle con la esperanza de verla salir, jugar o al menos estar allí, mas nunca estaba y entraba de vuelta a mi casa a mirar la televisión o estudiar para algún examen importante, no tenía mucho que hacer más que eso, así que eso hacía. Y por fin, el niño que esperaba con ansías que fuera de nuevo navidad recibió su regalo.
Las luces empezaban a ponerse y las clases a ser menos, hasta que fueran nulas. Caminando de regreso de una de esas últimas lecciones y volteando como de costumbre a ver aquella casa con ojos en sus tonos apagados, miró a la niña que se encontraba en el patio jugando con no sé recordar qué, y sin poder contener su cuerpo alzó la mano al aire y saludó con una gran sonrisa aquella dulce niña.
Recibió como recompensa un saludo con una sonrisa igual de grande y con la alegría pura que sólo un niño sabe tener, entró a casa a no poder sacar de su mente a su amiga. Aunque él fue quien saludó en primer lugar, no tuvo tanta valentía para ir a su casa y hablarle directamente, así que, en un día cualquiera donde no tenía más que ver la televisión, tocaron a la puerta de su casa y como si sus plegarias fueran recompensadas la niña se encontraba detrás de ella con su cálida sonrisa de siempre.
Le invitó a jugar algún juego de mesa en su patio, luego de pedir permiso concedido alegremente por su madre, partieron a jugar en aquella soleada tarde.
No hicimos más que jugar y reír como niños, lo que hubiera alrededor de nosotros no tenía importancia, al menos no necesitábamos dársela, así que sin preocupaciones y más alegría que alguna otra cosa, pasábamos la tarde ganando dinero imaginario y construyendo edificios en lugares que con dificultades podíamos pronunciar sus nombres, muchos menos saber de dónde eran, y ese día empezó una costumbre que en toda la festividad se repitió religiosamente.
Cada tarde de aquella fecha, sin importar que hubieran visitas en una casa o en la otra, sacaban su juego de mesa y en el patio de cualquiera de las dos casas nos preparábamos para divertirnos nuevamente, en ocasiones ganaba ella, en otras yo (debo decir que sí era terriblemente malo), pero era lo menos importante, simplemente pasábamos el rato entre risas, hasta que de nuevo, la festividad acabó, la escuela regresó y nuestras tardes juntos acabaron una vez más.
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La Rutina del Girasol
RomanceUn día cualquiera de navidad, mientras la rutina lo sumía en la televisión, tocaron a su puerta, y desde ese momento el niño al que le interesaba solamente pasar el día a día, encontró una nueva obsesión. Pasaban los años, y casi tan religiosamente...