Sus ojos azules escanearon por última vez el gran salón, sin importarle aquel destello fugaz que ya se había acostumbrado. Notó los detalles de las mesas impecables, los invitados que vestían elegantes y charlaban con los más cercanos. Los meseros se movían sin detenerse, siguiendo órdenes de los mismos invitados que deseaban más vino o espumante para continuar importantísimas conversaciones. Vestidos y trajes costosos, elegantes, los que demostraban el nivel de la cena y presentación a la que habían sido invitados.
Sus ojos se detuvieron en las mesas cercanas al escenario y una sonrisa se coló en su rostro. Observó como los niños y niñas charlaban, como se entretenían a su manera en la cena y con los diferentes bocadillos. Habían niños desde los 8 años, hasta adolescentes que compartían con ellos, todos juntos en contra del gran salón repleto de adultos aburridos con sus bolsillos llenos de dinero intentando ayudar.
Luke Hemmings no era una excepción, él deseaba ayudar y por eso asistió a tal reunión con un traje oscuro con destellos plateados y una estrella de decoración en su saco. Sus rubios rizos estaban peinados y sus manos cargadas con anillos, finalizando con sus ojos azules delineados de negro, agregándole una mayor profundidad a su mirada. Él no solo había asistido para ayudar, sino también para generar conciencia.
—Luke, ¿algunas palabras en relación a la cena? —el fotógrafo y periodista oficial del evento, se acercaron a él. El cantante solista les sonrió, auténtico y realmente feliz de estar en aquel lugar.
—Es un honor estar aquí hoy sentado entre tanta gente que conoce mucho más a profundidad esta realidad. Por eso asistí, porque considero que es de suma importancia que esta realidad se conozca, que exista una conciencia, inclusión y no más discriminación. No hablo solo por los niños sino toda la diversidad sexual tanto de Estados Unidos como del mundo.
Tanto el fotógrafo como periodista asintieron a favor de sus palabras y luego le solicitaron una foto. Una vez más esa luz incandescente que lo cegaba por un segundo. Vio como ambos se marchaban y volvió su atención a la conferencia, donde Dakota Melán estaba otra vez, en escenario. Ella era la fundadora de la fundación que acogía y entregaba orientación a los niños y niñas transgénero, como también a sus familias.
Luke había tenido el privilegio de construir una carrera musical, de sonar en radios de Estados Unidos como del mundo. Visitó cada país que le fue posible para compartir su música, para que sus líricas pudieran expresar lo que las personas no pudiesen compartir o lograr configurar por si mismas. Era feliz cantando canciones desde el amor más grande que pudo tener, las maravillosas emociones que tuvo la dicha de experimentar, como también era feliz al poder cantar las canciones que reflejaban sus peores momentos, como a veces llegaba al abismo y un mínimo empujón podrían llevarlo a la ruina.
Una de las cosas que más causó revuelo en su carrera fue precisamente cuando transparentó su orientación sexual, la pansexualidad. Se enfrentó a un millar de críticas tanto positivas como negativas, mil y un rumores y vinculaciones con otros artistas de su rubro. Él se consideraba pansexual porque no creía en los géneros, no podía caer en su cabeza la idea de sentirse atraído por alguien, según las configuraciones socioculturales que muestra: si es femenina, si es masculino, si tiene ciertos pasatiempos, si se maquilla o no. Los roles de género era algo que detestaba, por eso no creía en la capacidad de enamorarse de alguien a partir de una serie de acciones que demostraran su género. Por lo mismo aquella noche se encontraba en la conferencia: apreciaba la valentía de aquellos niños y niñas, además de adolescentes, de ir en contra lo establecido por la sociedad y adecuar ciertas prácticas para su propio disfrute y felicidad.
—Espero que estén disfrutando de esta velada. Antes de pasar a la subasta y así comenzar con las donaciones, quería presentarles a un gran socio de la fundación. Nos ha apoyado profundamente en las redes de apoyo de los niños como en la inclusión a rutinas de colectivos. Su nombre es Michael Clifford y aparte de ser un gran socio, es un gran amigo que busca generar conciencia e igualdad.
Los aplausos detonaron en el salón y desde una de las mesas del extremo derecho, se levantó un hombre de cabello rubio ceniza. Su piel era pálida y Luke sentía que podía resplandecer bajo la potente luz del reflector. Llegó hasta el escenario y una cámara lo enfocó, logrando que Luke detuviera su respiración para poder analizar aquel guapo hombre.
—Mi nombre es Michael Clifford y soy analista además de trabajador social. He apoyado esa fundación desde hace mucho tiempo, como también he apoyado la orientación que entrega a los niños y las circunstancias en las que se verán expuestos en el futuro... aunque de todas maneras existen dichas circunstancias en el presente. La exclusión no es una práctica a la que un niño de 10 años o menos, deba enfrentarse. La discriminación es un enemigo potente que viene en diferentes tamaños y formas y no podemos permitirnos la victoria de este. La discriminación y la exclusión son dos devastadores depredadores de la libertad y de la felicidad, que obligan a niños inocentes a ingresar a la cárcel de roles, a la cárcel de expectativas que deben cumplir por nacer en un cuerpo con genitales y las mil y un tareas que eso conlleva, cuando la única expectativa de la que debieran depender, es la de ser felices.
El salón se llenó de aplausos y vitoreos. Luke quedó perplejo ante las palabras de aquel hombre pálido de ojos verdes que era abrazado por la fundadora de aquella organización. Le dio un sorbo a su espumante y sonrió, dispuesto a ir en la búsqueda de alguien tan valioso como él.
( . . . )
Michael iba a dar un sorbo a su copa cuando sintió un toque en su hombro. Se volteó lentamente con intenciones de conocer quien lo buscaba.
Sus ojos verdes quedaron hipnotizados por aquellos ojos azules que destellaban admiración.
—Lamento mucho acercarme así, pero quería comentar lo conmovedor y acertado que estuvo tu discurso. Es lamentable que la exclusión y la intolerancia sean las culpables de prohibirle a estos niños cosas tan esenciales como la libertad y su felicidad.
Michael sonrió por el cumplido. Trabajaba desde hace años con fundaciones de aquel tipo, analizándolas para intentar ayudar a alcanzar sus objetivos a través de múltiples proyecto que reunían diferentes disciplinas. Su trabajo era admirado y reconocido, pero sobretodo estaba orgulloso de saber quien lo felicitaba por su esfuerzo.
—Luke Hemmings, lo que yo hago a través de mis proyectos no es muy diferente a lo que haces tu a través de tus canciones. 'Si perder una parte de mí, ¿cómo voy al cielo? Sin cambiar una parte de mi, ¿cómo voy al cielo? Todo mi tiempo es desperdiciado, siento que mi corazón está equivocado. Así que si pierdo una parte de mi, ¿tal vez no quiera ir al cielo? '*
El cantante sonrió y acercó su copa con intenciones que Michael chocara la suya así hacer un brindis.
— Un brindis porque tal vez no quiera ir al cielo si de eso depende mi felicidad en el paraíso de la tierra —sonrió Luke, logrando robarle una auténtica sonrisa a Michael.
—Un brindis porque el paraíso de la tierra vale más que mil ángeles en el cielo.
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*La canción es Heaven de Troye Sivan.
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Lille | Muke.
Roman d'amourMichael y Luke en diferentes mundos, vidas y circunstancias. Pequeñas historias.