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Los brazos del alfa sostenían cariñosamente en un abrazo cálido al menor.

Sus cuerpos encajaban de una manera tan buena y correcta que el alfa sintió orgullo y su corazón lleno. Joaquín mantenía su cuerpo pegado al del mayor, sus labios estaban dando besitos al cuello del alfa.

Joaquín empujaba su cabeza al cuello del alfa demandando atención. Emilio rió y como buen alfa que siempre juro ser, le dio lo que quería.

La necesidad era palpable, podría jurar que el necesitaba más a él omega que el omega a él, algo extraño y a la vez que le hacía demasiado  feliz.

Emilio acomodó el cuerpo del menor y llevo sus labios a su cuello, justo donde la marca se lucía espectacularmente. Besos cálidos fueron dados justo en ese punto, suspiros placenteros era emitidos por el omega quien tenía sus manitas en el pecho del menor.

Un gruñido de disgusto sonó, Joaquín de alejo con un puchero, el más tierno que jamás creyó ver el alfa.

—Tengo que ir al baño—declaró con pena y en voz baja.

—Ahí —apuntó el mayor a la puerta correcta. Joaquín salió de los cálidos brazos del más grande con disgusto y se adentro al lugar.

Los orbes miel se abrieron con sorpresa, eso más que un baño parecía una habitación gigante. Había una regadera de gran proporción, una tina grande, dos lavabos, tocador, y área de almacenamiento. Lujoso a demasía que se sintió fuera de lugar, con algo de temor a romper algo o de  ensuciarlo, se lavo la cara, hizo del baño y después de lavarse las manos se dispuso a salir.

Emilio sonreía mirando la puerta del baño mientras el olor dulzón inundaba sus fosas nasales, el omega olía como el mismísimo paraíso, escucho los pasos del menor acercarse  a la puerta y con rapidez fue a donde ella.

Joaquín podía sentir el calor tanto dentro como fuera de su, el necesitaba transformarse pero aún era muy torpe en su forma lobuna y entre tanto lujo lo que menos quería era hacer un destrozó.

Emilio sonrió ante el rostro del menor, este le miró y una sonrisa apareció rápidamente en su rostro, las manos del mayor fueron a las mejillas  del más chico, sintió la piel bajo sus manos calientes, su ceño se frunció y llevó una de sus manos a la frente del omega confirmando lo caliente.

—¿Te sientes mal? —preguntó llevando ahora sus manos a la cintura del menor abrazándolo.

Joaquín bajó la mirada y movió la cabeza de lado a lado.

—No, estoy bien—sintió sintiendose feliz por el abrazo de su alfa.

La mirada del menor se mantenía baja, mordía su labio inferior y trataba de repirar lo más Hondo posible el olor del alfa.

—Mírame —ordenó el alfa, Joaquín hizo una mueca y levantó su rostro, sus orbes chocaron con los del contrario y sonrió.

Emilio lo miró, sabía que algo más pasaba pero el menor aún no se atrevía a decirle, eso le molesta a pero lo entendía, su naturaleza omega lo hacía tímido y más hacia su alfa.

—Vamos a salir pequeño—anunció, el menor lo vio con curiosidad,—tengo que comprarte ropa— Joaquín quiso protestar pero la mirada del alfa se lo impidió, ya que esta reflejaba felicidad.

Sintió un rose en su mano y después un agarre, bajo la mirada encontrándose con la mano del alfa tomando su manita, sonrió feliz.

Joaquín y Emilio, justo una hora después estaban en una de las tiendas más caras de ropa, el omega se sentía intimidado, en aquel lugar había más que nada algas de poder, el olor le picaba en su recién sofisticado olfato, por instinto se acercaba al cuerpo del mayor, su mano sostenía la del más alto y daba ligeros apretones cuando la mirada de algún alfa se posaba en el. No le gustaban.

Emilio tomaba prendas para el omega, su omega, ya había escogido demasiado pero el se sentía feliz comprándole  lo que necesitará a su pequeño y este se había negado a escoger al ver los exuberantes precios. Emilio estaba contento, el dinero le sobraba y que mejor gastarlo con su omega.

Todos los que estaban ahí se le quedaban viendo ya que el omega tenía su marca pero no su olor, por la falta del acto sexual o marca de olor de mínimo.

Después de muchas prendas de todo tipo y zapatos para toda ocasión, Emilio llevó al menor a comprar un teléfono para su uso personal.

Ya devuelta en el carro, camino a la casa Joaquín sintió su cuerpo más caliente, una opresión en el pecho, su lo bo quería salir pero el no sabía como decirle a su alfa.

Después de quince minutos ya no podía soportarlo más, se sentía al borde de la locura, vio el lugar más adelante, los árboles frondosos se mostraban, su cuerpo se relajo ante la vista

—Emilio—susurro con sus mejillas con sus mejillas rosadas, el mayor bajo la velocidad y le miró de reojo.

—Mande pequeño —contestó.

—¿Puedes parar? — preguntó tímido mientras sus manos se movían una y otra vez por los nervios.

El mayor se sorprendió pero extrañado detuvo el coche en la orilla.

—¿Puedo salir? —volvió hablar el menor viendo hacia afuera por la ventanilla, necesitaba transformarse a la hora de ya.

—si—respondió el mayor extrañado, el menor no demoro en salir del coche, sus piernas se movieron rápidamente y se adentro en el bosque corriendo.

El alfa se asustó, salió del vehículo y corrió detrás del menor.

Frente a él estaba un lobo pequeño, de pelaje blanco que olfateaba la hierba, era muy pequeño, se acercó teniendo la atención del lobo quien lo miró con unos llamativos ojos, se aventó a él tumbándolo, lamio la cara del alfa con su lengua y este sonrió.

Joder que era un omega hermoso, en humano como en lobo.

Era su omega, el menor se volteó viendo una mariposa volar, sin aviso corrió tras ella, ese lobito necesitaba educarse.

Sonrió, era su hermoso bebé y el debía educarlo.

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May 🌈

Marqué | Emiliaco | AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora