Mientras ellos no están*

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Parte: II/I
Alerta: Smut (sexo explícito).
Nota: Largo.
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Después de eso todo pasó lentamente, los dos muchachos habían planeado casarse, esa noche le dirían a sus padres la increíble noticia y para calmar sus nervios del gran anuncio, Jack decidió ir a patinar junto con su hermana.

-Volveré antes para ayudarte a preparar todo linda, no te preocupes.

No sabían que ese beso de despedida fue el último de ambos.

La noticia de que Jack cayó al hielo salvando a su hermana llegó como si te fueran a arrancar el alma, no hace falta decir que todos en el pueblo sentían la pérdida pero más tú. Te encerraste en tu habitación esa noche, aferrándote a las sábanas de la cama, esa cama donde ambos hicieron por primera y última vez el amor, aún se sentía su escencia; lloraste hasta que ya no tenías más lágrimas que poder sacar, ni sentiste cuando un sueño profundo te trajo a los brazos de Morfeo, pero lo peor estaba por venir en la mañana.

A la mañana siguiente, te despertaste con un nudo en tu garganta y tus ojos más pesados de lo habitual, lo raro... Es que no sabías el porqué.

Hiciste todo lo que normalmente hacías en el día, pero había algo en tu pecho que no te dejaba hacer tus tareas con regularidad, una opresión en tu pecho que algo o tal vez alguien se te había olvidado. Estabas pensando en eso mientras estabas bajo la copa de un árbol en el bosque, tú y la pequeña Emma se les dió por ir ahí como habitualmente lo hacían, mientras ella reía y jugaba con algunos animales. Emma llamó tu atención llegando feliz con algo en sus manos.

-¡TN! ¡Mira lo que encontré!

Te enseñó unas pequeñas bayas rojas con entusiasmo, le sonreíste de lado y tomaste algunas.

-Tal vez esto te alegre un poco...

-Gracias Emma, la verdad no sé qué es lo que me pasa hoy, siento algo raro en mi pecho pero no sé que es.

Aunque no podían verlo, cierto platinado estaba subido en la rama de un árbol viendo y escuchando su conversación, por alguna exttaña razón a él le pareció intrigantes las dos chicas, la menor por ser ligeramente conocida, pero la mayor sentía una gran atracción hacia ella, como si algo lo estuviera attayebdo hacia ella, entonces decidió escucharlas.

Comiste un par de bayas tratando de olvidar ese dolor en tu pecho y miraste a Emma yendo por más bayas de un arbusto cafezoso, te tensaste un momento y te levantaste rápido quitándole las que estaba apunto de meterse a la boca.

-¡Emma no!

-¿Qu-qué?

-¡Esas bayas son venenosas!

Te miró asustada y miraste tu mano con un poco del jugo rojo de las bayas. Te sostuviste del árbol tratando de asimilar lo inevitable que pasaría, mientras la pequeña abrazaba tus piernas llorando.

-¡TN! ¡TN por favor, perdóname, no quería...!

-Shh, Emma está bien, tranquila ¿si?, esto no es tu culpa pequeña.

Le sonreíste de lado acariciando su cabello. Ella negó viéndote arrepentida.

-Debe haber algo que podamos hacer, ¡iré por el doctor Benson!

-Está bien pequeña, pero ten cuidado, te esperaré aquí.

Esta asintió y después de que le dieras una sonrisa cálida se fue corriendo al pueblo a buscar al doctor de este. El platinado quién vió todo lo que pasó se sentía mal, mal por la pequeña al verla llorar y mal por la mayor al saber lo que le pasaría. Vió como la joven se apoyó contra el árbol cerrando un poco sus ojos e inhalando profundamente el aire helado, Jack se acercó con su cayado hasta ella, ¿qué importaba?, ella no podría verlo como las demás personas. Se puso frente a ella viendo sus facciones, sin duda la muchacha era hermosa, podría decir que él se sentía flechado por ella; pero cuando abrió los ojos, algo en él se iluminó, al menos una pequeña parte de su cerebro recordaba esa mirada, esos ojos... a ella.

Imaginas Jack FrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora