Me remangó y dejó ver cada corte, cada cual con su historia. Una lágrima suya cayó en uno de mis cortes.
Agarró mi mano, entrelazando los dedos, suspiró y me abrazó.
'¿No preguntas como los demás?'.
Pregunté.
Negó con la cabeza y susurro;
'Sé que no hay respuesta'.