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La alarma suena, lo que significaba otro día de rutina, otro día de clases y aburrimiento. Lo tìpico de un alumno, se entiende.
Ágatha apagò la alarma de su teléfono y un gran bostezo se hizo presente. Realmente tenia sueño, ya que se había dormido a eso de las cinco de la mañana.
No se levantò de inmediato, no. Se quedò unos minutos mirando el techo, sin pensar ni observar realmente, solamente mirando y respirando. Luego de un suspiro de cansancio decidiò levantarse.
La verdad es que sentìa lo enormes que eran sus ojeras, pero no era la gran cosa, ya que la gente podía pensar que era por estudiar tanto ya que hoy día había un examen es de historia bastante interesante, por supuesto.
Sarcasmo, por supuesto.
Ingresò a su baño y se mirò en el espejo. Era un desastre con pies. Estaba toda demacrada, abandonada por la vida. Volviò a suspirar, odiaba verse tan alejada de la mano del de arriba si es que existía, pero hora claramente sentía que no existía o que simplemente, a ella en especifico, la odiaba.
Uno, dos, tres golpes en la puerta de la habitación. — Ágatha, ¿ya te levantaste? - por la voz, podría jurar, pagar etc, que era Benjamìn, su hermanito mayor. — No, estoy durmiendo - gritó la tan malhumorada de Ágatha, ahora si que sufrió un cambio de ánimo terrible por sus ojeras, las odiaba. — Ja, ja, ja, que chistosa, hermanita - una risa amarga hace presencia en el ambiente - no te demores tanto que Demian y yo ya estamos listos, solo faltas tu.
Ágatha sin poder creerlo salió del baño y se dirigió a la puerta de su habitación, la abrió y vio una piel blanca, con pecas y unos ojos verdes, pasando a grises, realmente llamativos.
— ¿A qué hora se levantaron ustedes dos? - la incertidumbre era tan notoria que el ceño fruncido no se lo quitaba nadie a la pelinegra. — ¿La verdad? No dormimos, jugamos fifa toda la noche - no dio mas detalles, lo que significaba una cosa. — Perdiste - no era una pregunta, era una afirmación. — Te esperamos en el sofá, apúrate - se dio la vuelta y se fue. — Orgullo, el gran problema de los especímenes llamados hombres - hablaba sola, le gustaba hacerlo.
Cerró la puerta y volvió al baño, su reflejo se hizo presente ante su vista. Ojos café, nada parecidos a los envidiables ojos de sus hermanos. Malditos desgraciados que se llevan todos los encantos de los Aznar. Los odiaba.
No, no se lleva mal con sus hermanos, para nada, solo le gustaba hacer berrinches. Era una niñita mimada de 17 años.
Se lavó la cara con agua y jabón, luego se aplicó su crema humectante y se maquilló. Salió del cuarto de baño y se dirigió al mueble que tenía su uniforme escolar. Falda negra, blusa blanca, medias y corbata azul marino.
Luego de estar vestida y buscar su mochila junto con sus cuadernos, bajó las escaleras y se encontró con unos hermanos totalmente aburridos por la espera.
— Cambien la cara, estùpidos - las caras de sus hermanos eran de signo de interrogación. No entendían el porqué del insulto. — ¿Estùpidos? ¿Por qué? — El que habló esta vez era Demian.
Hablemos de como es Demian. Alto, de cabello negro y ojos totalmente verdes, piel blanca y con pecas. Por lo demás, un simio igual que Benjamin.
— Porque sí. Porque me nace, porque quiero. Vámonos - se dirigió a la puerta y la cerró de un portazo.