ᴄᴜᴀʀᴛᴏ

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Agust se encontraba rodeado de cajas. Cajas, cajas y más cajas. Una tras otra y otra más apilada en otra hilera más.
Hacía ya rato que había perdido la cuenta y ahora, ya había dejado de especificar y únicamente escribía: "Agust" en la cinta de aislar color café que cerraba cada caja.

Un largo suspiro abandono sus labios mientras tomaba otra pila de camisetas estampadas y las acomodaba dentro de una nueva caja vacía.

Lo entendía, sí, pero eso no quitaba que le doliera.

Era una persona con un transtorno de compulsión bastante obvio, sin embargo, sus padres nunca lo habían notado. ¿Cómo hacerlo? Habían mayores preocupaciones que esa con su hermano, y estaba bien. Él lo entendía, sí, pero eso no quitaba que le doliera.

Primero las blancas, después las negras, seguidos de las rojas, naranja, amarilla, verde, azul y las contadas rosas. Todas u cada una de las categorías acomodadas por tallas y tonalidades, justo como estaban empaquetados sus vaqueros, la ropa íntima y las calcetas.

— ¿Por qué no me lo dijiste?

Escucho la voz de su hermano, entre dolidas y molesta. Lo esperaba. Lo entendía, sí, pero eso no quitaba que le doliera.

— Yoon, mamá no puede irse sola.

— Lo sé, pero tú lo prometiste, prometiste que no nos separaríamos.

Era un total y justo reclamo.

Agust se levantó del suelo de su habitación, y se giró para ver a su hermano recargado sobre el marco de la puerta, sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, y le miraba con recelo.

— Lo sabías, lo acordaron hace semana y media y no lo dijiste. ¿Que esperabas? ¿Qué amaneciera mañana y yo no te viera más?

— Yoon, claro que no, en la noche, pensaba decírtelo... En la noche.

Agust no tenía cara para ver a su hermano, porque ciertamente, le había mentido.

— Son las 19:30 peme. Ya es noche.

Agust agachó la cabeza. Él era sufisicentemente valiente para perforarse el pene, pero no como para decirle a su hermano que se iría de casa con su madre.

Hacía casi medio año sus padres habían hablado con ambos. "Divorciarnos" eso habían dicho. Y sonaba nada complicado, separarse seguirse viendo, pero hacerlo era mucho más complicado.

Ahora Agust volvería a Daegu con su madre, a la casa de su abuela y después, había dicho la señora Min, escogerían un bonito lugar entre los tres, los dos mellizos Min y Ella.

Sonaba bien, con la excepción de que, habría un par de Kilómetros que separaría a los hermanos. 

— Ya ven, te ayudo.

De inmediato Yoongi se sentó en el suelo y comenzó a empaquetar la ropa restante de Agust, mientras esté le miraba sonriendo.

— ¿Vas a venir a verme, verdad?

— ¿Qué dices? Tú también debes ir a Daegu, si no lo haces me molestaré.

Sus padres habían acordado que, cada fin de semana, los niños se verían, un par de días en Daegu, otro par en Seúl, y así sucesivamente, pero como ya se mencionó antes, decirlo era más fácil que hacerlo.

Los compromisos de ambos padres se habían hechoas y más grandes, al punto en qué, llevar a los niños a una estación de tren era complicado. La señora Min paso a ser la señora Soo y el padre de los Mellizos consiguió una bonita novia, lo cual quitaba más tiempo del debido.

— ¿Ya te perforarse otra parte del cuerpo.

— Aún no, aquí en Daegu es más difícil de lo que crees encontrar quien te perfore, y no todos están certificados.

— Deberías volver pronto a Seúl. Agust, quiero que nos hagamos tatuajes de pareja.

— Jajaja, ¿Me estás confesando tu secreto amor por mí o algo así?

— Eres un idiota, jajaja, solo quiero volver a estar tan unidos como antes.

— El idiota eres tú. Ya te lo dije, Yoongi, podrías estar del otro lado del mundo, y aún así tú siempre serás mi hermano, mi persona favorita en todo este podrido mundo. Mi alma gemela.

— Que cursi, quien se está confesando aquí es otro, eh.

— Idiota.

— Imbécil.

— Estúpido.

— Pendejo.

— Te quiero, estúpido.

— Te quiero, imbécil.

Ambos chicos se rieron al terminar la llamada, confiados en que, a la semana siguiente volverían a pasar todo el fin de semana llamando por teléfono.

Error.

— Agust, Agust.

La señora Min había irrimpido en la habitación de su hijo mientras esté dormía. Eran exactamente las 3:30 de mañana y Daegu estaba dormido.

Sin embargo, la señora Min tenía que despertar a su hijo, y sabía que posiblemente ambos emprender Ian su viaje a Seul a penas se enterará de lo ocurrido.

— ¿Mamá?

Al despertar, Agust tallo sus ojos con cierto cuidado, y tomo un tiempo considerable que sus ojos se acostumbraran a la escasés de luz y la poca habilidad para distinguir siluetas.

Aún con todo en su contra, logro divizar a su madre sentada a los pies de la cama, pero estar a contra luz no le ayudaba en nada, porque no podía ver su rostro. Sin embargo, el delicioso aroma a rosas y Chanel No.5 lo hicieron reaccionar. No conocía a nadie más con tan peculiar aroma.

— Dios, mamá, son las 3:30 aeme, mañana tienes trabajo, y yo escuela...

Agust estiró su brazo para tomar el bonito reloj sobre la mesa de noche y al tener la luz de la luna reflejando una línea en la habitación, observo la hora. Estaba loca, su madre nunca despertaba en la madrugada.

— ¿Mamá? ¿Qué pasa?

El joven de cabellos negros se incorporo con cuidado, mientras las mantas le liberaban lentamente y no escuchar palabra de su progenitora le aterraba.

— Mamá, ¿Está todo...?

Bien.

No, no lo estaba.

Su madre levantó el rostro, con un par de lágrimas por sus mejillas y entonces, cuando sus miradas chocaron, Agust supo que algo no andaba para nada bien.

Y ese algo era su hermano.

— Es Yoongi, él...

Él ya lo sabía.

De manera rápida, y casi en un parpadeo, el mayor de los Min de levanto de la cama, colocandose cualquier prenda encima para salir del apuro. Tomó su móvil.

Nada, ni una maldita notificación. 

Ni una señal de su estúpido.

|| Los Mellizos Min ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora