ϙᴜɪɴᴛᴏ

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— Si bien, es una enfermedad crónica que puede afectar a grandes rasgos, existen muchos pacientes que realizan su vida normal, no es necesaria la preocupación temprana, simplemente observar como se va desarrollando.

En el consultorio pediátrico los dos padres primerizos se mantenían sentados en sus lugares. Cada uno con un pequeño bebé de casi un año en brazos, sus hebras negras de cabello y sus mejillas regordetas con esa nariz de bolita eran adorables. Ambos movían sus manitas lentamente, curiosos ante el mundo y las aventuras que esté ofrecía.

En el silencio nervioso de sus padres, el pequeño Yoongi soltó una risa adorable de bebé, que hace que un padre sienta que la vida se reinicia.

La noche anterior había sido inquietante y por demás preocupante para la familia Min. Igualmente, con dos pequeños mellizos recién nacidos las noches en vela eran un pan de cada día, sobre todo para la señora Min. Siempre pendiente de sus comidas, sus horarios, la temperatura, la ropita, que sus manos no lastimaran su rostro o que cualquier mínima perturbación de sueño fuera acompañada por una canción tarareada. Pero esa noche no fue un insomnio al que estaban acostumbrados. 

El pequeño de solo unos 10 meses de edad se había despertado sin poder respirar, con la tráquea cerrada y soltando una especie de silvido al intentar recuperar aire. La madre de la señora Min había advertido que muchas veces llega la muerte de cuna, pero este no era el caso.

Con el corazón en la boca y los nervios al tope, la señora Min llamo al pediatra en turno del hospital, y después de un par de indicaciones logro desbloquear la tráquea y hacer que el pequeño bebé volviera a conciliar el sueño. Por lo menos él. Sin embargo, advirtió que lo correcto, sería acudir a un chequeo, porque no era nada normal.

Pero ahora el pediatra les decía que era de ok más común y solo debían observar como avanzaba la dichosa enfermedad.

Contradictorio.

— ¡Yoonie! ¡Yoonie! ¡Mami! ¡Mami!

Y eventualmente se analizo que tan lejos podía llegar la enfermedad en un sistema inmunológico tan joven y fértil como el de Yoongi.

Y resulta curioso, que entre dos mellizos, gestionados en el mismo vientre, los órganos y sistemas reaccionarán de manera distinta. Porque Agust parecía tener la mejor salud, mientras que Yoongi parecía no tener conexión alguna con su sistema inmunológico.

— ¡Mami, mami! ¡Yoonie!

La señora Min apareció por el pasillo, en esos tacones bajos y ruidosos al correr. Detrás de ella una de las mucamas caminaba a paso veloz y sostenía aquel respirador de color azul con estampitas, dispuesta a ayudar al pequeño.

Yoongi había dejado de respirar cuando miraba alguna película de dibujos animados con su hermanito, justo cuando su madre había ido por los biberones y entonces, ahí ocurrió.

La enfermedad que se suponía era riesgosa para un 17% de la población que la padecía, había incluido a Min Yoongi en ella.

— Estará bien. Tienen que estar al pendiente de cómo evolucione. Puede ir rápido o lento, depende de cada sistema inmune.

Los dos pequeños mellizos de ahora cuatro años y medio estaban sentados a la mesa de plástico, chiquita y jugueteaban con dos dinosaurios de plástico. Agust intentaba hacer olvidar a su hermano que tenía dos pequeños tubitos de plástico en su nariz, que estos estaban conectados a un respirador y que la medicina entraba en ya sistema a modo de humo. Agust quería con todo el corazón que su hermano olvidará que silvaba al respirar. Quería que olvidará que tenía ojeras en los ojos y que no podía jugar a las correrías con él. Quería todo lo bueno para su hermanito.

— Mientras tanto, continuaremos con las revisiones semanales, y cualquier cambio es necesario se me notifique.

El pediatra hablaba mientras miraba a los dos pequeños jugar. Y Yoongi aún sonreía mientras jugaba, aún si la nariz le resultaba incómoda o deseaba correr con su hermano tan rápido como los velociraptores.

— ¿Por qué no puedo ir, mami?

El pequeño Yoongi de seis años estaba sentado a la mesa redonda, con su madre al lado y un par de crayones en conjunto con una libreta enorme donde solía dibujar de vez en cuando. Solo cuando jugar le era imposible.

A lo lejos podía ver a su hermano correr y perseguir a un montón de niños más. Corrían por el jardín, trepaban a los juegos, subían por una colina y rodaban cuesta abajo. Su hermano de veía feliz, muy feliz y Yoongi deseaba compartir esa felicidad con su hermano.

Era tan injusto.

— Yoonie, mira, mira.

Agust corrió hasta la mesa donde estaba su hermano, y le entrego una bonita piedra lisa que había encontrado.

En alguna parte del jardín existía un módulo con pintura, diamantina y pegamento para decorar piedras lisas, después de todo, era una fiesta infantil. El mayor de los hijos de la familia Seok cumplía siete años y habían buscado hacer una de las mejores fiestas para él.

— Vamos a pintarla. — Agust tomó la mano de Yoongi para invitarlo a bajar. Pero el intento fue nulo cuando su madre tomo la mano de Yoongi y dijo un rotundo.

— No, Yoongi no puede ir. Se queda aquí.

— Entonces me quedo con el pintando.

Agust trepó en el asiento a un costado de su hermano, tomando una hoja y un par de crayones para dibujar con él. Aún si Yoongi no podía hacer muchas cosas, Agust estaba dispuesto a hacer las que pidiera a su lado.

— ¡¿Min?! ¡¿Min Yoongi?!

Agust había entrado a toda velocidad por el pasillo principal de la sala de emergencias con su madre detrás. A penas el tren se había detenido en Seúl y dejaron Daegu atrás, su única necesidad era saber si el menor de los mellizos estaba bien.

En su desesperación, la enfermera de cabecera les llevo hasta la habitación en donde el padre de ambos se encontraba custodiando a su pequeño niño, que en realidad, estaba por cumplir los dieciséis años.

— Está bien, está estable, sus bronquios colapsaron por la noche pero está bien...

Aún si su padre murmuraba que estaba bien, Agust se encamino a la puerta y entro a toda velocidad.

Su mellizo estaba recostado en la cama de hospital, con una bata azul cubriendo su cuerpo y el respirador tan conocido a un costado, con la mascarilla cubriendo la boca y nariz. Descansaba, descansaba tan tranquilo y plácido, aunque Agust podía deducir que horas antes, había sido un infierno para su hermano.

Agust se sentó a un costado de la cama, suspirando aliviado por verlo más relajado y colocó su mano sobre la de su hermano, acariciando el dorso de la misma mientras sonreía y recostaba su cabeza en la cama.

— ¿Viniste a tatuarte, idiota?

Agust escucho la voz de Yoongi llamarle y de inmediato levantó su rostro para verle sonriendo. Aún si su hermano estaba cansado, no evitaba que le sonriera.

— Imbécil.

— Idiota.

— No vuelvas a asustarme así.

|| Los Mellizos Min ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora