Beep beep beep.
— Silencio.— susurró la rubia con voz ronca.
Beep beep beep.
— Para, por favor.
Beep beep beep.
— Bien.— gruñó.
El incesante ruido de la alarma había interrumpido los dulces sueños de Gabrielle, y ella maldecía el día en que había comprado ese aparato; apagó el molesto sonido de la alarma y se despojó lentamente de sus frazadas, se levantó y se dirigió a pasos muy lentos hacia el baño, para encontrar su reflejo. No era fea, de hecho, se consideraba bastante atractiva. Ojos marrón oscuro, cabello rubio algo rizado, labios finos, y de contextura no era gorda ni tampoco muy delgada, era normal. Y sí, llamaba la atención en la comunidad masculina.
Lavó sus dientes e hizo sus necesidades, para luego salir a paso apresurado del baño. «7 am», susurró para si misma, tenía 50 minutos para vestirse e ir a la secundaria, ya que esos días, a Kat y a Gabrielle no les gustaba ir los lunes a la cafetería por el simple hecho que esos días no hacían los muffins que a ellas les gustaba, sí, es extraño pero es así.
Buscó en su armario algo que fuera adecuado para la ocasión, ya que algo le decía que algo muy cool iba a pasar ese día.
Se colocó unos simples jeans claros, una camiseta color azul cielo y una chaqueta negra, específicamente de cuero. Más unas botas negras a juego con su chaqueta. Luego, peinó su cabello e hizo una trenza desprolija, pero se veía bastante bien.
La rubia no era de ponerse mucho maquillaje, por eso se colocó un poco de base, rubor, rímel y labial. Según ella, eso era lo esencial. Después de que la rubia terminara de arreglarse, vio la hora, ahogó un grito y salió disparada hacia el living. Agarró apresuradamente su mochila y salió de su casa corriendo.
Corrió y corrió, tan metida en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que un carro iba pasando rápidamente por un charco y la mojó. Gritó desesperadamente por ayuda, y vio al carro que la había chorreado de agua, retroceder. Que por cierto, era un Audi.
Se limpió la cara con sus manos y vio a un chico salir del auto.
— ¿Estas bien, preciosa? — preguntó el chico de ojos verdes.
Gabrielle no podía con la impresión de haberse encontrado nuevamente con el chico del café, tanto así, que se quedó embobada viéndolo.
— S-sí.— tartamudeó.
El chico, aún sin nombre, le dio la mano para ayudarla a levantarse. Finalmente, se levantó del mojado suelo y se sacudió los pantalones, ya que tenían un poco de césped. Pero lo mojado no se podía remediar, y por ello, la rubia lanzaba mil maldiciones al auto, al charco y al hermoso chico.
— Lo siento, estaba apurado por llegar a la secundaria.— sonrió de lado como la otra vez en la cafetería.
— Yo también estaba apurada.— informó la rubia.
— Oye, ya sé quién eres.— dijo el chico.
«No me sorprende», pensó Gabrielle.
— ¿Ah sí?
— Sí. Eres la chica de la cafetería.— sonrió ampliamente.
«Oh por Dios», dijo Gabrielle para sí misma, «Que hermosa sonrisa».
— ¿En qué secundaria estudias? — preguntó la rubia.
— Amstelveen College.
— Oh, yo también.
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Ojos verdes, ojos café.
Подростковая литератураCon tal de mantener algo vivo, las personas son capaces de hacer lo imposible. Revivir experiencias sufribles que es mejor olvidar; pero por razones nos mantenemos aferrados al dolor, y así no dejar escapar nuestra felicidad.