Capítulo 22.

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— No podré ir a tu casa después de la escuela, Kat. — Gabrielle hizo un puchero a la vez que tomaba de la muñeca a su amiga. — Pero te lo recompensare, ¿sí?

Katherine asintió a la vez que tomaba un sorbo de su agua mineral. — ¿Y por qué no puedes venir? No te reclamo nada, solo quiero saber...

— Iré a casa de Gerard.

La pelinegra sintió que sus ojos se saldrían de sus órbitas. — ¿QUÉ? ¡TU ESTAS CON JONATHAN, GABRIELLE SMITH! — gritó, a la vez que zarandeaba a la rubia con una expresión de enojo fingido. Posteriormente, comenzó a reír.

— Eres una tonta, ¿lo sabes? — Gabrielle rió. Soltó un suspiro al escuchar la campana. Era hora.

Sus amigas no sabían lo que había pasado con Gerard, y nunca lo sabrán...

— Adiós, Kat. Que disfruten, dile a las demás que las quiero mucho. — Gabrielle hizo un corazón con sus manos mientras se alejaba, rumbo a la casa del oji-café, o mejor dicho, el dueño de sus pesadillas.



— No puedo hacer esto, Mary Ann. No me lo permito. — la voz de Maurice sonaba angustiada y cargada de tristeza y culpabilidad.

— ¿Me estas jodiendo, verdad? — preguntó la chica del otro lado de la línea. — No puedes. — una sonrisa maliciosa se formó en su rostro.

— Escúchame con atención: no le diré nada a Claire. ¡En serio me gusta, Mary! ¿Por qué demonios no lo entiendes?

Mary Ann soltó un bufido de exasperación, debió haber escogido a alguien con más pelotas. Otra sonrisa se formó en su rostro.

— Entonces yo hablaré con ella. — sentenció. Estaba a punto de colgar cuando escucho como Maurice gritaba incoherencias.

— NO, NO PUEDES HACER ESO, ¿ENTIENDES? — Maurice se encontraba en el punto de querer ahorcar a su "amiga". — ¡DILE A JULIA QUE SE JODA!

Y eso fue la gota que colmó el vaso. — Muy bien, Maurice. Te has ganado el premio por el mas idiota en el mundo. — su voz sonaba molesta. — Ahora debo colgar, iré hablar de un asunto muy importante con Claire...

Y antes de que el joven pudiera responder, Mary colgó y se encaminó a la casa de su vecina: Claire.




Tocó la puerta tres veces y minutos después apareció Gerard, con una sonrisa socarrona dibujada en su rostro.

— Pasa, Smith. — dijo. Gabrielle asintió y al pasar chocó su hombro con el de Gerard.

Se sentó en el sillón y cruzo sus brazos. La sonrisa seguía en su rostro, y en ese momento la joven deseo quitarle los dientes con una pinza uno por uno.

— Si quieres te sientas. — dijo el a la vez que se sentaba en el asiento contrario, justo frente a ella.

Hubo unos largos minutos de silencio en los que Gabrielle se dedicó a mirar el suelo, sin dejar de morderse el labio y mover su rodilla rápidamente.

— Deberíamos comenzar a trabajar...— comenzó Gerard. —, pero antes, debo proponerte un trato que te encantara. — habló con una voz muy aguda, como si estuviera hablándole a un niño pequeño. Gabrielle lo miró fulminante.

— Comencemos de una vez — Gabrielle rodó los ojos—, no perderé mi tiempo en tus idioteces.

— Cállate. — Gerard se levantó. Su voz se había puesto completamente seria. Pero su tono irónico seguía allí. — A ver... Dime, Gabrielle. ¿Te gustaría que tu querido Jonathan se enterara de la increíble noche entre nosotros?

Ojos verdes, ojos café.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora