Prólogo

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Fue sólo un comentario, inocente y lleno de dudas, lo que desencadenó el no poder tomar decisiones con facilidad, pero sabe que fue su culpa hacerlo en primer lugar.

Fue en ese año, en cada fin de mes que Kyle viajaba desde Nueva York a Colorado sólo para ver a su familia por un fin de semana.

Era una conversación llana y sin importancia, pero que dejó un hueco en sus mente cuando divisó un pequeño cartoncillo blanco dentro de un sobre de plástico transparente. Lo observó cuando salía de casa al aeropuerto para volver a la universidad, que no tuvo tiempo de preguntarles a algunos de sus padres qué era el objeto.

En los descansos de primavera, cuando aprovechaba sus dos semanas en familia, hizo notar su malestar. La respuesta de boca de su madre, le causó enorme sorpresa.

—¡¿Kyle se casa?!

Era extraño compartir nombre con alguien cercano, en este caso, su primo por el lado materno, y dejaba muchas confusiones al aire, tanto, que sus familiares les llamaban "Kyle" y "Kyle 2" para diferenciarlos.

Ahora, Kyle Schwartz no era... Del tipo agraciado. Era quejumbroso, tenía muy mala vista -el aumento de sus anteojos era exagerado-, tiene asma y una respiración pesada. Era... Bueno, podía decirse que no atraería ni a una piedra.

La última vez que lo vio, la pubertad no le había sido de ayuda, por ello, cuando Kyle se enteró que el cartoncillo blanco era la invitación a la boda de su primo, miles de dudas surgieron.

—¿Por qué no me dijiste antes? — Le cuestionó a su madre.

—Bueno, Kyle, es que... Has estado tan ocupado con la escuela y no queríamos distraerte.

—¿Cómo me va a distraer esto?

Sheila Broflovski se quedó en silencio, buscando como salir del lío metido; su hermanito Ike, que jugaba con su consola portátil, decidió hablar.

—A mamá le da vergüenza que vayas a ir a la boda solo.

—¡Ike!

Kyle observó a su madre en silencio también, notando lo nerviosa que estaba y como deseaba salir de la situación, tanto que la halló excusándose de ir a preparar la cena.

—¿Te da vergüenza que esté soltero? — Le siguió a la cocina tras sentirse ofendido

—Claro que no, cielo — Rió ella sacando las cosas del refrigerador —Ya sabes cómo es Ike.

—Ike no miente — Endureció el rostro —Es eso entonces. No me dijiste porque no querías que fuera, para que no vieran que no tendría acompañante.

—Kyle...

—¡No es obligatorio ir acompañado! Ike tampoco tiene cita.

Desde la sala, Ike rió.

—Ya dije que no es eso. — Sheila suspiró —Sólo que... No sabía cómo ibas a reaccionar.

—¿A qué?

Sheila le miró un par de segundos, los suficientes para que su hijo mayor pensara, entonces se dio vuelta al fregadero para lavar las verduras de la cena; Kyle pensó en ello, lo meditó duramente y hallando la respuesta, se recargó en la barra de la cocina.

—No... No lo había pensado...

Su primo Kyle, el que usaba anteojos de fondo de botella, el que actualmente usaba frenillos, el que tenía un cabello más desordenado que el suyo, el chico que todo le hacía mal... Se iba a casar.

El menos agraciado de la familia de Kyle, había encontrado el amor, había hallado quien le soportara y encontrara atractivo...

Y Kyle seguía soltero.

El soltero codiciadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora