Epílogo.

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- ¿Tony? ¿Dónde estás?
- Llegamos.
- ¿A dónde?
- A la casa...
- ¿Estás llorando?
- Sí... por David.

...

- No llores Tony.
- ¡Tengo derecho a llorar!

Había una niebla de madrugada muy luminosa. El sol se asomaba a destellos en los grises nubarrones del amanecer. Fer luchaba por mantenerse bien sentado en la verja sin caer de súbito por la borrachera. Tony cruzado de piernas tomaba café a su lado.

- Me tengo que ir, Fernando.
- ¿A dónde?
- A donde sea que no estés tú
- ¿Qué?
- Sí
- ...
- Fernando, ¿estás llorando?
- ...

La brisa fría de madrugada cesó un instante, el suficiente para insuflar a Tony la fuerza para erguirse:

- No puedo seguir aquí tras de ti. Me iré, mierda, me iré lejos. Espero al volver que estés en tratamiento de alcohólicos o como se llame...
- ... Y yo espero... que al volver a encontrarnos... seas tú de nuevo, mi capullito, pero florecido.

El sol se ocultaba en el horizonte del atardecer. Fer se volvió a sentar en la verja una vez más, le plantó un beso a Tony en las manos. Tony lo vio alejarse en su moto... y pensó en David.

Los encuentros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora