Llegamos al lugar, a unas tres casas de donde yo vivía, una edificación de tres pisos con una enorme cochera y una muy elegante puerta principal. Ella sacó las llaves de su bolso y abrió con apuro la puerta. —Pasa — Dijo haciendo que de nuevo creyera que era más una orden que una invitación. Me adentré en el lugar y lo primero que vi fue la sala, nada fuera de lo normal, un televisor de pantalla plana rodeado por tres sofás pequeños y un sofá cama. Me quité mi mochila y la deje en el suelo, me di la media vuelta y de nuevo, estaba Kiara a más o menos un metro de mi, dando lentos pasos en mi dirección y acercándose más y más.
Entrelazó sus manos en mi cuello y susurró en mi oído —Ya se agotó mi paciencia y estoy harta de jugar a ser la niña buena contigo, Luke. — Finalizó en un leve gemido.
Oficialmente la paz había sido alterada en mi entrepierna.
Se acercó un poco más, de tal forma que los vientres de ambos estuvieran juntos y dirigió su vista a mi boca, sin darme el tiempo suficiente como para comprender lo que estaba sucediendo comenzó a besarme con delicadeza, eran cortos y dulces besos que no tuve problema en corresponder, pero en cuestión de segundos ella subió la intensidad. Ahora ella mordía mi labio inferior y pegaba su cuerpo al mío con agresividad.
Tomé el valor suficiente como para bajar mis manos hasta sus caderas, cuando fui sacado del trance por ella.— Si quieres agarrarme el culo será mejor que lo hagas de una vez— Decía mientras deslizaba una de sus manos hacía mi entrepierna. Esta era una versión de Kiara que sin duda no sabía que existía.
Se supone que un primer beso es inolvidable, pero nunca imaginé que el mío sería así.
Por favor llename, llena mi alma, mi corazón. Llena mi ser contigo y así por fin podré descansar y volver a la sobriedad de una vida en la que no eres tu quien mueve mi universo a su antojo. Dulce Criatura.
Ella seguía susurrandome al oído, indicándome que hacer y yo simplemente le obedecía, la euforia y la emoción nublaban mi mente y me sentía completamente extasiado.
Nos separamos, viendonos a los ojos uno al otro, una mezcla de lujuria y admiración era evidente en la mirada de ambos, no sé realmente que estaba pensando ella. En mi caso, mi cerebro se había apagado, estaba en blanco. Me limitaba a observarla y disfrutar de la vista, me sentía como la persona más afortunada del mundo y estoy casi seguro de que en ese preciso momento lo era.