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Cuando Gian despertó y fue a revisar a la habitación de Mish, Ella ya no estaba. Vio la puerta principal abierta, y salió. No sin antes avisarle a Elle.

Salieron a buscarla, gritando su nombre. Cuando menos se lo esperaban, encontraron con aquel niño.

—Ven, ¡Sígueme! — les dijo mientras corría rápidamente entre los puestos de comida. Ellos dos le siguieron.

—¿Qué pasó, Gian? ¿Supiste algo de qué le pasó? — preguntó Elle mientras corría

—Se perfectamente porqué se fue — Gian estaba preocupado.

Llegaron a la entrada del jardín Mariposas, el jardín de la ciudad, lleno de colores y flores, protegido por una mariposa gigante aterradora, la cual solo te dejaba pasar si le decías a donde querías ir. El niño le habló a la mariposa.

—Flor roja. — habló

Las puertas se abrieron, y el camino con flores rojas empezó a brillar. Entraron por él. Estaba oscuro, lleno de rosas. Escuchaban gritos, sangre cayendo al suelo, quejidos, y ahí estaba, la cárcel de las flores rojas.

—¿Mish? — gritaban Gian y Elle, produciendo un fuerte eco.

Las respuestas que obtenían eran solo ecos, de vez en cuando un quejido. Seguían caminando. La cárcel de las flores rojas son varias jaulas, cada una con un código, el cual era el nuevo nombre del prisionero. Cualquiera podía pasar, cualquiera podía hablar con los prisioneros. Lo que no se podía era, eso sí, tocar la celda, ya que te daba un chispazo muy fuerte.

Gian y Elle seguían buscando, y se seguían ensordeciendo con el eco. Se dice que si escuchas ese eco por más de diez minutos te podrías quedar sordo de por vida, y en tu mente quedará aquél sonido hasta la eternidad. Finalmente lo lograron. Ahí estaba Mish, con la ropa que había traído desde el mundo real.

—¡Gian! — Mish se acercó a la celda, pero no la tocó.

—Te voy a sacar de aquí, ya verás — le decía Gian. Entonces su nuevo objetivo era lograr sacarla de ahí. Sacó de su pantalón un abanico japonés azúl con un diseño de una cascada. Empezó a abanicar la celda. Mish no tenía ni una idea de qué estaba haciendo. Gian empezó a hablar.

—Lo faccio per lei.  L'energia all'interno di questa cellula scompare.  Lasciami liberare questa ragazza innocente. — recitaba Gian mientras abanicó la celda. La energía de la celda desapareció y eso lo comprobó cuando después de abanicar tocó un barandal. Logró abrir la celda. Mish salió corriendo a abrazarle.

Las flores se empezaron a marchitar de la nada. Pasaron de ser rojas a ser negras. Empezó a temblar. Se escucharon gritos muy agudos. Todos salieron corriendo.

—¿Que pasó? ¿Porqué saliste anoche? — Gian le preguntó a Mish. Los tres estaban detrás de un arbusto, lejos de la prisión, estaban agachados.

—De nuevo vino él... — Mish, antes de estar preocupada de que ahora los están buscando, estaba asustada y no había dormido bien

—¿De quien hablas? — Gian creía que sabía de qué estaba hablando Mish

—El chico de colores — Dijo Mish, Se me cortaba la voz. Gian reaccionó tristemente, no estaba sorprendido.

—El chico de colores, eh. ¿Cómo es él?

—Es alto, horrible. Tiene una sonrisa que nunca me deja dormir. No lo había visto desde que llegué aquí. De hecho, él es la razón por la que viajo mucho, creo que todo depende del lugar en el que estoy.

—¿Desde hace cuánto que aparece ese horrible hombre en tus sueños? — le dijo Gian

—¿Como supiste que estaba en mis sueños? — Mish empezaba a dudar un poco — Pero bueno, él está conmigo desde que tengo memoria. Cuando cumplí 18 decidí irme de casa con mi hermana y buscar un lugar lejos de casa. Creí que él estaba ahí porque yo estaba ahí también. Dónde vivía era un lugar donde había muchos antecedentes de brujas y esas cosas, pero bueno. Ahora estaba muy tranquila y él apareció de la nada. Ya no creo que tenga que ver con el lugar. La verdad no sé cómo alejarme de ese hombre. — Mish había comenzado a llorar — ¿No te ha sucedido? ¿Que a pesar de ser una gran persona y de apoyar a todo el mundo, de ser amable y de tener gran corazón hay algo que te atormenta? Creía que la forma de recibir bien era dar bien, pero esa no es la solución al problema. Entonces la solución no es ser buena persona, la solución... — Perdía la voz — la solución no sé cuál es.

—Yo sé quién es ese hombre del que hablas. — comentó Gian y volteó a otro lado tapándose la boca. — Yo sé cómo detenerlo.

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