No había visto nunca a alguien tan libre
Como cuando te vi bailando
Aunque cautiva por la música
Realmente no supe
Si el beat era hecho por ti o para ti
Luego de terminada la semana de exámenes se salía de fiesta por tradición. Siempre al mismo bar, siempre con las mismas personas. Sin embargo, Daniela no sabía que ese día iba a ser diferente. En el centro de la pista, bajo una luz azul y violeta que se filtraba entre el humo, una chica bailaba con las manos al aire.
Todo pasó en un instante, la respiración de Daniela se cortó de súbito, sus pupilas se dilataron y empuñó sus manos tratando de conseguir algo de control. De puntitas para no perderla de vista, observó. Tenía el cabello suelto, era negro y liso. Llevaba puesta una blusa blanca con encaje. En la parte de abajo, una falda corta ajustada y botas que le llegaban hasta las rodillas. Cuando la vio sus ojos estaban cerrados. Pudo saborear su boca con esa sonrisa que solo escondía maldad. Ese fue el primer aviso.
Detrás de Daniela se encontraban sus amigos que estaban tratando de elegir el trago que iban a tomar esa noche. Fuerte y barato pues al final no dejaban de ser estudiantes. Daniela gritó ron y, por mayoría ganó el aguardiente. Daba igual, algo le había robado la atención y quería saber su nombre. Tomó dos shots y se acercó a Gabriel, su mejor amigo. Necesitaba idear un plan para acercarse puesto que por más segura que fuera, al momento de acercarse a una chica, los nervios la invadían, luego la falta de aire, después su boca expulsaba cualquier estupidez y así un ciclo vicioso sin fin.
La idea era entonces que el grupo también se hiciera en el centro de la pista y cuando sonara una canción con la cual Daniela se sintiera cómoda, se lanzaría a por la chica que estaba ahí solo para ella o por ella... cualquiera de las dos o las dos siempre y cuando fuera ella. Luego de quince canciones contadas por Gabriel y al ver que su mejor amiga no hacía nada, decidió hacer un movimiento improvisado. Echó un vistazo a los acompañantes de la chica y se dio cuenta que estaba bailando con un chico un poco más bajo que él y cuyos pasos eran un poco más provocativos que la ropa que llevaba puesta así que se giró lentamente, le sonrió y se acercó. Este, sin dudarlo aceptó y se le puso de espaldas. Gabriel se acercó a su oído y le explicó las ganas que tenía Daniela de bailar con su amiga mientras deslizaba sus manos por la cintura del chico.
Estremecido por la música y por el contacto de Gabriel se acercó a su amiga y le susurró. Le dijo algo que nadie nunca supo pero que funcionó perfectamente. Sonriendo una vez más con malicia se acercó a Daniela y estirando su mano la invitó a bailar. En ese momento sonaba una electrónica. Gabriel sacó un frasquito de uno de los bolsillos de su camisa y todos inhalaron. Después, los colores del bar se hicieron más intensos y la música no se oía, se sentía en el cuerpo, sobre todo en las manos. La chica deslizo sus manos por los costados de Daniela y luego puso su cabeza hacia atrás y empezó a balancearse de un lado a otro lento.
Hasta el momento ninguna de las dos había dicho alguna palabra. Daniela nerviosa de estropear la situación y la chica simplemente porque le daba igual. Hubiese sido mejor, pero en el fondo, los demonios de Daniela comenzaron a ronronear y un deseo de obtener más de aquella chica tan libre y al mismo tiempo cautiva por la música, la llevaron a tomar su cintura, apretó un poco fuerte y la llevo hacia a ella. No seguía el ritmo de la música, pero si el de su bomba cardiaca que latía cada vez más rápido. Colocó la mano derecha sobre su espalda, aquella parte donde el encaje no lograba cubrir. La chica lo notó, se detuvo, la miró a los ojos y siguió su movimiento recogiendo su cabello para que las yemas de sus dedos tuvieran más libertad.
Si bien los demonios querían más, Daniela sabía que no era el momento ni el lugar <<bueno sí, es el momento, pero no el lugar...>> pensó mientras que la tomó de la mano y la llevó a otro sitio. Dentro del bar había gran variedad de ambientes, desde tropical hasta salas de juegos de realidad virtual. Quería un lugar tranquilo y reservado, pero sabía que buscar hasta encontrar el indicado podía hacer que la magia desapareciera. Apretó la mano que sujetaba a la chica en estado de éxtasis por la pastilla que su amigo le había pasado, giró hacia la izquierda, luego a la derecha y bajaron unas escaleras. El letrero decía "INFERNO", para Daniela el paraíso, para la chica cualquier lugar.
Allí adentro, el beat era lento y excitante, todos estaban bailando al ritmo del dance hall. Daniela puso a la chica contra la pared, la miró fijamente a los ojos. Liberó a sus demonios, sus ojos cafés oscuros casi negros lo demostraron. Ya libres saborearon los labios y aquella sonrisa, aquella maldita sonrisa, la impulsaron a besarla. Daniela se tensó, reprimió el impulso y lo reemplazó por el movimiento de sus manos alrededor de sus costados, luego las caderas y posterior, una leve presión que hizo que la chica cerrara los ojos y se estremeciera.
La chica sacó otra pastilla, esta vez la puso en su lengua y se la pasó a Daniela. Sin besarla aun, Daniela la tomó. Besó sus comisuras, luego sus mejillas y bajó muy lento por su cuello hasta llegar a su pecho que dejaba entre ver el encaje. Allí decidió apretar un poco más fuerte sus caderas haciendo presión para que se acercara más a ella y empezó a moverse.
Ahora era Daniela era la que tenía una sonrisa pícara. Su estómago se hacía pequeño, la respiración comenzaba a disminuir por lo que se vio obligada a respirar por la boca. Lo hacía muy cerca de su cuerpo para que sintiera el calor que de ella emanaba. Había química, esto fue lo más importante pues, aunque seguían sin hablar, se entendía muy bien. Reitero, debieron haberlo dejado ahí. Imposible para Daniela, era obstinada al punto de obtener siempre lo que quería, sin importar el costo, para ella siempre era una inversión. La tira de la blusa de la chica se cayó hasta su brazo, esto permitió ver un tatuaje "FREEDOM", ubicado un centímetro debajo de la clavícula. Daniela lo beso y empezó a subir mientras que sus manos se dirigían en dirección contraria no sin antes colocar las manos de la chica arriba. Ya en su barbilla, la miró a los ojos en búsqueda de aprobación para la siguiente acción, definida como tocar presionando ligeramente con los labios, pero sabía que no lo necesitaba, aun así, la chica acento con la cabeza. Aprobación suficiente pero necesaria. Daniela cerró los ojos y se acercó. Primero rozó los labios con su lengua muy, muy lento y luego puso sus labios como la caída de una hoja seca en otoño.
La chica abrió los labios, sabía que era necesario un poco más de humedad. Sus manos las puso alrededor del cuello de Daniela y la acercó un poco más. Ya era la 1:30 am, en 30 minutos cerrarían el bar, sin embargo, esto no fue razón suficiente para detenerlas. Ahora ambas se balanceaban al mismo ritmo de la música sin separar sus labios. Una sensación nunca antes conocida, sí, de eso escuchaban en la música, en las películas, en los horóscopos, pero nunca una experiencia vivida. Ambas con los ojos cerrados y la respiración cortada, ninguna sabe si por la canción, por lo cerca que están sus caras o por lo que hacen las manos de Daniela sobre el cuerpo de la chica.
30 minutos después, llegó Gabriel y tomó la mano de Daniela diciendo que era hora de irse. Si tardaban un poco más, llegarían los guardas y la salida no sería para nada grata. Lo mismo hizo el tipo con el que estuvo bailando Gabriel, el acompañante de la chica. No obstante, tomaron caminos diferentes << ¿cuál era su nombre?, joder>> pensó Daniela mientras giraba su cabeza tratando de encontrarla. Era demasiado tarde, había mucha gente y para cuando estaba buscando, la chica ya estaba montada en un Uber, puso su cabeza sobre el hombro de su amigo y quedó dormida.
Daniela se subió al carro de su mejor amigo y ambos se fueron a su casa, aun no lo podía creer, prendió el radio, tomó un poco de agua y se recostó sobre la ventanilla. Trataba de recordar todo lo que había sucedido para no olvidarla y así poderla encontrar en redes sociales al siguiente día. Por más que lo intentaba, más que su rostro, recordaba su sonrisa y esos labios... leche tibia.
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¿Lo mereces?
Romance¿Qué estarías dispuesto a dar por el amor de tu vida, por el amor o simplemente tu vida? Un juego en el que al final no se sabe quién es quién o quién dejó de ser primero.