No lo pienses tanto

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Quiero repetir

Esa sensación que me produce

Estar cerca de ti

Quiero repetir, sin abreviar

Mis labios sobre los tuyos

El domingo pasó con un guayabo, una botella de suero y una aspirina. También, un historial de búsqueda sobrecargado y sin éxito. Gabriel aun lado insistiendo que dejara de hacer ruido con el teclado y ella, insistiendo por saber, aunque sea, su segundo apellido.

Para el martes en la tarde su búsqueda estaba estancada. Al fondo, en su pecho, una leve presión, igual a la que se siente cuando no se encuentra la canción cuya letra tienes en la puntita de la lengua. Al terminar su clase de inglés, se despidió de sus amigos y se dirigió al parqueadero para ir al entrenamiento de natación. Por lo menos, al estar bajo el agua podría intentar pensar en otra cosa. Sus demonios sonrieron, como si fuera posible para ella dejar de hacerlo. La presión en su pecho aumentó.

Ya en el club, sacó sus cosas del maletero y caminó a las duchas de chicas. A Daniela esto le parecía estúpido pues en casa compartía el baño con sus dos hermanos. Ya adentro comenzó a quitarse la ropa, no obstante, algo se sentía diferente. Cuando se quitó la chaqueta imaginó el bar, luego a medida que iba desabotonando su camisa de seda azul, la imagen de la chica en el centro de la pista invadió su mente. El pantalón fue más fácil, pero el tacto no era el suyo sino el de ella. Lo peor ocurrió cuando tuvo que recogerse el cabello, las manos alrededor de su cuello <<maldición, ¿cómo diablos te llamas?>> se mordió los labios mientras sus demonios se retorcían.

Daniela volvió en sí. Alguien la estaba llamando desde la puerta, era Fernanda, una de sus compañeras. Daniela cerró los puños rogándole a las constelaciones para que su compañera no haya visto su cara. Fernanda disimuló, pero sí lo notó.

Yendo a la piscina, a la izquierda, en las canchas de fútbol, Daniela observó que las chicas de rugby estaban entrenando. Odiaba que el entrenador de natación no fuera como el de rugby, sabía que con esa exigencia podrían llegar si quiera a las finales de los juegos universitarios, algo que no pasaba desde el segundo semestre. En realidad, eso no era lo que estaba pasando, Daniela estaba mirando al equipo, especialmente a una chica que se encontraba de espaldas haciendo estiramiento. Sus pupilas se dilataron de nuevo. Fernanda la tomó de gancho, iban a llegar tarde.

No podía ser posible, pero, si hablamos de probabilidad, no existe ningún calculo matemático que arroje como resultado que han estado cerca y nunca se habían visto. Probablemente porque no se estaban buscando, pero la circunstancia de que fuera probable debía saberse. Ya dentro de la piscina, estaba ideando un plan para encontrarse con ella de manera accidental. Seguido de las instrucciones por parte del entrenador, se hacían filas de tres personas y se lanzaban a la piscina lo más coordinado posible, ida y vuelta por diez repeticiones. Daniela nadaba con fuerza como si la velocidad que adquiriese pudiera acelerar el tiempo.

Sonó el pito, todos afuera. Daniela tardó en salir, inhaló profundo y tomó su maleta, sacó el celular y mandó un texto. En vez de seguir el camino que llevaba a las duchas, se desvió y giró a la derecha. Quería rodear las canchas de fútbol, que la viera para que algo pasara, aun no sabía qué, ni siquiera el porqué lo estaba haciendo. Ya en una de las canchas una amiga se levantó del pasto y fue abrazarla. Realmente no esperó que Laura reaccionara así, bueno sí, así era ella, pero no tanto. El texto decía claramente que la saludara como si llevaran rato sin verse y como si la hubiese visto de casualidad. Daniela optó por cerrar los ojos, le susurró que la odiaba a lo que Laura la apretó fuerte haciendo énfasis en que le debía la historia de lo que pasaba.

¿Lo mereces?Where stories live. Discover now