La explosión era inminente
Las señales están para respetarlas
De cautela sé poco
De la intuición mucho menos
Y ahora, no habría tiempo para salir
Nadie tenía que decirlo, yo ya lo sabía
Y, de haberlo evitado
Joder, lo hubiese vivido de nuevo.
- ¿Quieres? – dijo Gabriel al sacar la lengua y mostrarle una pastilla azul que tenía en su lengua.
- Hoy no Gabs.
Gabriel se la pasó tomando dos sorbos de agua. Cerró sus ojos, echó su cabeza hacia atrás y tomó a Daniela de las manos, la acercó y empezó a bailar. Daniela no quería consumir nada esa noche, suficiente con el alcohol que había entrado Mateo y Sebastián y que la hacían tomar cada dos por tres o por cinco y fondo blanco. Como si se tratase de un radar, Daniela empezó a observar el lugar, cada tanto se quedaba en las parejas, en Juliana y Mateo, en Laura y Sebastián, en la pareja del fondo cerca al ponche, la chica exaltada porque encontró una conversación en el celular de su novio, <<el que busca encuentra>> dijeron sus demonios, Daniela sonrió. Al otro lado, cerca a la entrada de la casa había tres personas, dos chicos y una chica, la chica estaba de espaldas, ese maldito vestido no pasaba por alto.
Dos tragos más y Daniela empezó a imaginar acercándose a Sofía, muy sutil por la espalda, poniendo una de sus manos sobre la de ella, subiendo por su antebrazo hasta su cuello, recogiendo su cabello y dejando libre el espacio que era su cuerpo, esa vía láctea que formaban sus lunares en su espalda. Merecía ser besada como cuando el primer astronauta aterrizó en la luna, dejando huella. Suspiró, Sofía empezó a bailar y fue inevitable que Daniela mordiera sus labios y apretara con fuerza la copita que llevaba en las manos.
- Ya regreso. – dijo Daniela mientras se lanzó a caminar directo hasta Sofía.
Gabriel la detuvo poniendo su mano sobre el pecho de Daniela, si hubiese podido traspasarlo, hubiese podido sentir el calor, magma que quería salir por todos lados al ver que la chica con la que horas antes había soñado se encontraba ahí, a no más de tres metros que parecían miles de kilómetros. Manuel las separaba, él era el muro del que nadie habla, ese que divide a Guatemala y México, silencioso, evitando alcanzar, para los que están en el tercer mundo, el sueño americano, ese que premia la búsqueda de la felicidad a toda costa.
Sofía estaba sonriendo, pasaba sus manos por sus caderas y luego hasta su cuello, levantando su cabello mientras movía lento su cintura <<Esto es pa' que te lo goces>> decía la canción y ella obediente lo estaba haciendo. El compás le quedaba corto, uno alzaba el lado izquierdo de la cadera, dos lo bajaba y subía el lado derecho, tres la cintura hacia atrás, cuatro repetía todo de nuevo. Daniela se perdió en el tres, dejó de contar, quería ser su compás, su ritmo, la parte favorita de su canción. Remojó sus labios con su lengua, decidió subir con su mirada por su espalda, su cuello y su... Daniela perdió el aliento, Sofía la estaba mirando fijamente desde la mitad de la canción, sonrió y se mordió los labios. Disfrutaba que Daniela la mirara, el deseo se quedaba corto para lo que ambas se producían.
Daniela miró a Gabriel, sus ojos estaban húmedos y sin más Gabriel quitó su mano no sin antes advertirle que el que juega con fuego recibe quemaduras de tercer grado. Daniela sonrió, en ese momento no le importaba nada más que llevar a Sofía a un lugar privado. Tomó otro trago y empezó a caminar.
En la pista a un metro de Sofía empuñó sus manos sus demonios le estaban quitando el aire, se aferraban a la boca de su estómago, un ataque de ansiedad era inminente. Sofía la miró y se acercó, la tomó de sus manos y la llevó hacia ella.
- Estás increíble- le susurró Sofía.
El corazón a mil por hora como si se hubiese tratado de una sobredosis de adrenalina hizo que Daniela perdiera la razón. Tomó la mano de Sofía y la llevó a la cocina aprovechando que todos estaban fuera de la casa. Cerró la puerta y puso a Sofía contra ella, se acercó, sus labios rozaban los suyos. El primer beso estuvo lleno de miedos, de dudas e inseguridades, el segundo de respeto y el tercero de ganas por arrebatarle todo lo que llevaba puesto, sobre todo las heridas.
- Te conozco Sofía – le dijo mientras besaba su cuello -, te conozco y eso me provoca una lucha interna entre querer quererte y salir huyendo por lo que puedes llegar a hacerme.
Sofía paró en seco los besos de Daniela. La apartó, sus pupilas se dilataron.
- Nunca te lastimaría Daniela.
- Tú no, todo lo que te conforma sí- su voz se entre cortó -. El daño es inminente.
Sus demonios reprodujeron como un video todos los momentos que había tenido con Sofía. Su sonrisa que escondía maldad, sus reacciones impulsivas. Daniela se vio así misma, haciendo todo lo que Sofía pidiera como una fiel devota, renunciando a sus principios por ese instante en el club de la universidad.
- ¿Lo mereces? – preguntó Daniela mientras sus demonios la sumergían en más recuerdos.
Sofía no dejaba de mirarla mientras su cuerpo se estremecía al contacto de los labios de Daniela. Se perdió en ellos y en su voz << ¿en verdad lo mereces?>> la pregunta se incrustó en su cabeza. Pensó en su familia y en la historia que había creado junto a Manuel, un chico noble que es capaz de dar la vida si ella se lo pide.
Daniela la alzó y la puso sobre el mesón de la cocina. Deslizó las manos por sus piernas hasta llegar al borde del vestido. La miró, siempre en busca de aprobación, nunca haría algo que Sofía no quisiera. Sofía acento y echo su cabeza hacia atrás. Daniela besó su pecho mientras que con sus manos subía cada vez más hasta su cadera, presionó fuerte y se coló entre sus piernas.
- ¡Lo merezco! – exclamó Sofía.
En términos de merecer, definido como deber algo a alguien, la vida le debía a ambas ese momento. Las manos de Daniela parecían las herramientas de un cartógrafo, pero no las de los europeos que trazaron líneas rectas para dividir África. Dibujó los muslos de Sofía como si fuesen cordilleras hasta llegar al páramo, ese que se encontraba un poco más debajo de su pelvis. Merecían sentir el amor en su máxima expresión aunque como la sociedad se los prohibiera como si se estuviese hablando de otra época.
- Sofi, ¿estás ahí? – gritó Manuel con un tono desesperado.
Ambas se miraron, la respiración se les cortó de súbito, Daniela por darse cuenta lo que estaba haciendo y Sofía porque lo sabía y sabía el riesgo que corría si Manuel se enteraba. Decidió bajarse, acomodó su ropa interior y su vestido. Miró a Daniela pidiendo más ayuda que disculpas.
- Tienes que irte – tomó a Daniela de las muñecas -. Si te ve aquí te mata. – acentuó
- Vámonos juntas.
Sofía la miró, sus ojos la hubiesen seguido a cualquier parte, incluso su corazón y todas sus emociones, pero la razón la enterró al piso de aquella cocina, era un no rotundo.
- No volverás a saber de mí nunca.
- Hasta nunca entonces.
El semáforo estaba en verde y Daniela tenía dos opciones, quedarse o marcharse y optó por la segunda al darse cuenta de que seguiría siendo un secreto, que continuaría escabulléndose en las noches para ver a Sofía, que nunca la tomaría de la mano para dar un paseo por la ciudad o con un beso le quitaría el bigote de espuma que le queda tras tomar su taza de café favorita.
Fueron los sesenta segundos más largos mientras Daniela tomaba un par de botellas y se iba por la puerta trasera. Antes de cerrar, Daniela miró a Sofía, sus ojos rojos y sus pupilas dilatadas, había ira y sus demonios habían tomado el control. En ese mismo instante, Sofía entendió que perdió, quizás, al amor de su vida.
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¿Lo mereces?
Romance¿Qué estarías dispuesto a dar por el amor de tu vida, por el amor o simplemente tu vida? Un juego en el que al final no se sabe quién es quién o quién dejó de ser primero.