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Al día siguiente, cerca del mediodía, Jimin parte al mercado. Dijo que iba a buscar en el bosque algo que vender para comprar los condimentos que faltan.

-Que te vaya bien. -Deposito un beso en su mejilla. Al principio se sorprende, mas luego sonríe y se despide con una mano.

-Jeje, volveré pronto.

-Vale, estaré esperando. -Seguimos despidiéndonos con la mano hasta que cierro la puerta. Parecemos recién casados haciendo eso. ¡Bueno, tengo que tener la comida lista para cuando vuelva mi esposo! Haciendo para mí mismo como que de verdad estamos casados, me voy corriendo a la cocina.

Para la cena de hoy, he preparado una sopa de verduras y un quiche de salchichas.

Jimin no es quisquilloso con la comida, seguro se alegrará. Sólo me falta calentar la sopa y dorar el quiche para que los preparativos estén terminados.

Al mirar por la ventana de la cocina para saber la hora, diviso algo blanco cayendo del cielo.

-Nieve... -La nieve se ve tan etérea en el cielo oscuro. Parece que llovieran plumas. Luego de observarla embelesado unos instantes, me doy cuenta de algo. -Jimin no llevó paraguas, ¿verdad? -Me voy corriendo al cuarto de Jimin. Parece que era en esta esquina... -Aquí está. -Tomo un paraguas con unos adorables dibujitos y salgo de casa. Es tan pequeño que apenas me cubre los hombros, pero es mejor que nada. Además, como es tan pequeño, tendremos que ir caminando muy juntos. Observando los lindos osos que flotan sobre mi cabeza, me dirijo al mercado.

Oigo el ruido de la nieve cayendo sobre el paraguas. Luego de caminar un rato, los osos quedan cubiertos de nieve. Ojalá Jimin no esté convertido en un hombre de nieve... Muy preocupado, apuro el paso.

Cuando llego al mercado, ya ha caído tanta nieve que la gente está cerrando sus tiendas.

Andando sobre esa capa blanca, busco a Jimin entre la multitud, pero no logro hallarlo. Quizá pasamos uno junto al otro y no nos vimos.

Mientras avanzo tambaleándome hacia la salida, descubro a dos perros jugando bajo una carpa. Tienen el pelaje lleno de nieve, pero corretean inocentemente, felices sobre ella.

-Así que los perros del makai son iguales a los del mundo humano.

-Ah, es porque estos perros no son monstruos. -Unas manos arrugadas levantan al cachorro. Debe ser la dueña de esta tienda. Es rellenita y de rostro amable. Sonríe mientras le quita la nieve de la cabeza al perrito.

-¿A qué se refiere con que no son monstruosos?

-Los monstruos tipo bestia pueden tener forma de animales, por eso los perros y los gatos hablan. Pero éstos son simples mascotas. -¿Así que los peros y los gatos del makai pueden hablar?

-¿Esta de aquí es la madre? -Acaricio a la perrita que se ha acercado a mi regazo.

-No, te equivocas. Este chico de aquí es mucho mayor que ella. -Me habla mientras acaricia la cabeza del cachorro. -Comparo los dos perros con la vista. Son de diferentes razas, pero no cabe duda de que el que sostiene la abuelita es un cachorro... -Es que ella viene del mundo humano. Supuse que se había perdido, me dio pena y la traje conmigo.

-¿Un perro que vino del mundo humano?

-Es que los seres del mundo humano viven muy poco. Pensar que en sólo diez años creció así. A él le quedan muchos años para ser cachorro.

-¿Los seres del mundo humano y los del makai tienen tiempos de vida diferentes?

-Ah, por supuesto. Cielos... ¿No me digas que eres humano? -Sin contestar, giro sobre mis talones y corro hacia la salida del mercado.

En sueño y vigilia /JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora