Mi nombre es Sofía Alcázar Baccaro y en ese entonces, tenía catorce años. Mi papá fue quien eligió mi nombre; dijo que cuando me vio no parecía un recién nacido, sino una beba de seis meses, por la forma en que lo miraba y parecía entender todo lo que me decía. Sofía significa «sabiduría», y él siempre pensó que yo era mucho más inteligente que las chicas de mi edad. Y bueno, es cosa de todos los padres el pensar que sus hijos son especiales.
Mis padres estaban separados y a punto de divorciarse desde hacía ya cuatro años. Sólo faltaba la firma de ambos en el mismo papel. Sus últimos tiempos como pareja, no lo llevaron nada bien, así que intentaba no enfrentarlos en ninguna situación y evitar así terminar lastimada o sintiéndome culpable.
Vivía con mi madre en Milán, Italia; ella era cantante y de fama considerable en el país. Su profesión no le dejaba mucho tiempo para compartir conmigo, así que la mayor parte del día la pasaba sola en casa o con mi nana Jose, le decíamos así de cariño, por su nombre, Josefina. Mi padre había regresado a vivir a su país, España, concretamente en Barcelona; eso quedaba a novecientos ochenta kilómetros de donde nosotras vivíamos, pero iba y venía junto a mí todo el tiempo, o yo iba a visitarle cuando me apetecía. Él era músico, pero también era actor y más bien se dedicaba a eso, hacía teleseries en España y a veces componía canciones para otros cantantes.
A pesar de ser la mimada de ambos, en ocasiones me convertían en una especie de trofeo de guerra de sus peleas, lo que no me parecía justo ya que en realidad los amaba a los dos; eran mi todo, mi mundo, sólo que ellos no se daban cuenta porque estaban concentrados en sus vidas y sus problemas.
Vivíamos en un condominio —una especie de barrio cerrado— rodeado de mis mejores amigos. A un lado de mi casa vivía mi mejor amiga Giulianna, al otro lado mi otra mejor amiga Azzurra y en frente mi mejor amigo Dante; todos íbamos a la misma escuela privada y nos pasábamos la tarde jugando.
Ser hija de una persona famosa podría resultar complicado, siempre había alguien que me reconocía y quería una foto; sobre todo si estaba con mamá por la calle. Pero ellos siempre han tratado de mantenerme al margen de la fama y de los problemas que ella acarrea, aunque no fue muy fácil en el tiempo en que se separaron. Por lo general, no veía las novelas donde actuaba mi padre porque no me gustaba verlo besándose con cualquiera por allí. Tampoco solía ir a los conciertos de mamá, no me agradaba su faceta de «famosa», prefería las pocas veces que me regalaba su faceta de «mamá». Ya que por desgracia, ella estaba cada vez más concentrada en su carrera, lo que la separaba bastante de mí, justo cuando más la necesitaba.
ESTÁS LEYENDO
El amor después del dolor ©
EspiritualPuedes adquirir este libro en la versión digital para Kindle o en físico por Amazon. ***** No hay dolor más grande, ni tristeza más profunda, que aquella ocasionada por la pérdida de un hijo y Miriana, lo vivió en carne propia. Cuando él se fue, gra...