No pude dormir, me quedé pensando en mi reciente conversación con Nico, me sentía como una adolescente jugando a un juego peligroso, pero me gustaba. Me gustaba imaginarlo soñando conmigo o fantaseando cosas en sus sueños o pensamientos más perversos como lo había dicho él mismo. Yo también lo pensaba, en ese aspecto y en todos los demás. Hice un recuento de mis días y me di cuenta que Nico seguía formando gran parte de mi vida, pensaba mucho en él, en qué estaría haciendo o en quien pensaría antes de dormir. A diario cuando despertaba, tocaba mi cama en el lado en el que él solía dormir y lo imaginaba allí, aun dormido. Los domingos cuando me levantaba tarde, esperaba verlo entrar para decirme que ya casi era hora del almuerzo. ¡Cómo necesitaba muchas veces dormir en sus brazos, sentirme protegida en su abrazo! Y extrañaba nuestros momentos de pasión, cuando dejábamos volar la locura y la imaginación, no había nada que no nos gustara experimentar, éramos arriesgados, divertidos, alocados. Sonreí tras el recuerdo.
También pensé en lo que me dijo Sofía... Y no; no estaba lista para verlo rehacer su vida con nadie... En mi cabeza estábamos separados, pero seguíamos unidos, yo seguía siendo suya y él seguía siendo mío. No podría explicar esta sensación, no tiene mucho sentido. Solo que no me imaginaba a Nico abrazando, amando, besando a otra mujer; no sé si podría verlo, no sé si podría tolerarlo. Yo no estaba con él, pero tampoco estaba con nadie, nadie podría nunca ocupar su lugar. Y en cierta forma asumía y esperaba que a él le sucediera lo mismo, pero lo que me dijo Sofía me hizo creer que no siempre sería así, que quizás en algún punto él querría seguir adelante... junto a alguien más. Sacudí mi cabeza tratando de sacar esas ideas de allí, simplemente no lo podía imaginar así... ¿Egoísta?, quizás sí...
Me dormí muy tarde esa noche y desperté ya cerca de las diez de la mañana. Me levanté, me aseé y me puse una ropa cómoda. Fui a la cocina en busca de una manzana y un jugo, ya no tenía ganas de desayuno. Al pasar por la habitación de Sofía escuché risas, supuse que estaban las amigas de nuevo, ellas estaban con eso de la maratón.
Estuve en la cocina hablando con Jose un rato acerca de algunas cosas que debía comprar del supermercado para Sofy para ir preparando su valija para el viaje. Le di algunas instrucciones para cocinar el almuerzo y la cena del día, hoy se me antojaba lasaña.
ESTÁS LEYENDO
El amor después del dolor ©
EspiritualPuedes adquirir este libro en la versión digital para Kindle o en físico por Amazon. ***** No hay dolor más grande, ni tristeza más profunda, que aquella ocasionada por la pérdida de un hijo y Miriana, lo vivió en carne propia. Cuando él se fue, gra...