CAPITULO 28

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Hace un minuto desperté y no he podido moverme

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Hace un minuto desperté y no he podido moverme.

Intento mover las piernas y los brazos, pero no me responden. Quiero gritar, pero no me sale ninguna palabra. ¿Por qué no puedo moverme? ¿Qué me está pasando? Estoy entrando en mucha desesperación.

La silueta de un hombre se refleja en el espejo, por la posición en la que estoy no puedo verle muy bien el rostro. Se escuchan muchos murmullos y siento a alguien detrás de mí. Mi padre entra a la habitación, viste completamente de negro y luce preocupado. En la mano tiene mi cuaderno de poemas, lo abre y ojea su contenido. Me mira para pasar a arrancar todas las páginas del cuaderno y romperlas en mil pedazos.

Por dentro me desgarro la garganta gritándole que pare. Solo puedo ver lo que hace y sentir dolor en mi pecho.

El hombre del espejo se coloca a lado de papá, lo toma del cuello y lo levanta del suelo. El rostro de papá se pone muy rojo, el hombre aprieta con más fuerza haciendo que el cuello se ponga negro.

Papá suplica e intenta quitárselo de encima. Sus intentos son en vano, de un momento a otro, su cuerpo sin vida cae al suelo.

Una gran opresión en el pecho no me permite respirar. Nunca había sentido tanto miedo como el que estoy sintiendo ahora.

¡Ayuda! ¡Sáquenme de aquí! ¡Abuelo! ¡Abuelo! ¡Alonso! ¡Ayúdenme!

De los ojos y de la boca de papá sale sangre negra. El hombre me voltea a ver y de su espalda salen unas enormes alas oscuras, su cara poco a poco se va transformando en la de un demonio.

Los ojos de Alonso se conectan con los míos, salgo del estado de trance y lo abrazo con todas mis fuerzas. Estoy temblando, sudando y las lágrimas se me deslizan muy rápido por las mejillas. No puedo borrarme de la cabeza la imagen del hombre y la del cuerpo sin vida de mi padre, cierro los ojos ahí sigue.

─Tranquila, estoy aquí. Todo está bien ─me dice al mi oído, como modo de tranquilizarme me acaricia el cabello─. Estoy aquí.

─¿Qué... qué... fue eso?

Aún tengo el corazón acelerado y me cuesta respirar.

─Un ángel caído apareció, se divierten provocándoles alucinaciones espantosas a nuestros ángeles.

─¿Y por... qué a mí? Lo que vi fue... fue espantoso.

─Me parece que sintió mi presencia. No estamos muchos ángeles guardianes en la Tierra.

Los ángeles caídos me aterran mucho. He leído la suficiente información como para temerles y desear que Alonso nunca se convierta en uno de ellos, me dan escalofríos solo de pensarlo.

─En pocos minutos ya no recordaras ese episodio. Lamento mucho que hayas tenido que pasar por eso ─me pega a su pecho.

─Fue espantoso, no quisiera que me volviera a suceder.

Entre la Tierra y el Cielo    LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora