2. Peter

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      —Papá tenemos visita —exclama Elisa acercándose a la cocina pasando por el salón del restaurante.
      —¿No será otra vez el macarra ese? porque si lo es, no me molesto en salir —grita enfadado.
      —No papá, no es Pedro y si fuese él ya podrías cortarte un poco que se te escucha perfectamente.
      —No me importa en absoluto que me escuche, es más, no ne canso de decírselo a la cara. No sé porque puñetas viene tanto por aquí —exclama enfurruñado.
      —¿Quizás tenga algo que ver que esto sea un restaurante y servimos buena comida?
      —¡Pamplinas! Estoy seguro de que no vine solo por eso.
      —Papá, venga, dejemos el tema y sal un momento a conocer a mi amiga —suplica guiñándole un ojo a la pequeña que la observa sorprendida y algo preocupada.
El hombre sale de la cocina con un delantal negro y se queda con la boca abierta al ver primero al perro y luego a la niña.
      —¿Qué... que hace un perro en mi restaurante? —pregunta con voz temblorosa totalmente sorprendido.
      —Tranquilo papá, es el perrito de mi pequeña amiga.
      —¿Perrito? Más bien parece un caballo. Como se presenten los de sanidad se me va a caer el pelo —afirma molesto por tener en el local un animal.
      —No exageres, no es para tanto, además ahora está cerrado no creo que vengan a una inspección justamente en este momento —afirma con seguridad—. Bueno papá, dejando eso a un lado, quiero presentarte a Alma —le dice deseando cambiar de tema. El hombre mira a la niña extrañado y sorprendido pero su dulce mirada enseguida le produce ternura.
      —Encantado jovencita —exclama esbozando una sonrisa. La niña cambia también su expresión temerosa a una mucho más alegre. Enseguida le parece un hombre entrañable, lleva todo el pelo blanco a conjunto con su bigote y perilla. Su expresión denota autoridad y respeto, pero sus ojos no dicen lo mismo y es algo que no pasa desapercibido para la intuitiva pequeña.
      —Hola señor —saluda agitando la mano.
      —No me llames señor, anda, me llamo Matías —anuncia con voz simpática. La niña asiente sonriente.
      —Veras papá, Alma ha salido para pasear a su perrito y he pensado que podría acompañarla de nuevo a su casa para que no vaya sola. No vive lejos y aunque es un barrio muy tranquilo y no tiene que cruzar la calle, creo que es mejor que alguien la acompañe —explica esperando convencer a su padre. Matías es un hombre muy posesivo con sus hijas y muy protector, está muy chapado a la antigua y siempre tienen que pedir permiso para todo.
      —Ummm ¿y cómo es que una niña tan pequeña va sola? ¿No tiene padres? —pregunta extrañado.
      —Por dios papá que poco tacto... claro que los tiene, es solo que su padre ha tenido que salir y ella quería pasear al perro.
      —No se puede dejar a una niña pequeña sin vigilancia de un adulto. No con lo que pasa hoy en día, el mundo está cada vez más loco ¿Sabes? Es peligroso... ¿Y tu mamá? —pregunta con interés por saber más sobre ella.
      —Mi mamá se ha ido de viaje —contesta apenada.
      —De viaje... —refunfuña molesto— irse de viaje dejando a su hija sola...
      —Papá porfavor... —le reprende Elisa antes de que empiece a juzgar a la madre de la niña. El hombre observa la tristeza en los ojos de la pequeña al hablar de su madre y decide no seguie con el tema.
      —Está bien Elisa, puedes acompañarla en cuanto baje tu hermana a ayudar.
      —¡Perfecto! —exclama agradecida, después se agacha frente a la niña para mirarla a los ojos— vamos mientras tanto a llevar a Gucho a la parte de atrás, donde me has conocido antes y nosotras nos quedamos en la cocina así no nos pierde de vista. Si quieres puedo prepararte algo de desayunar —le indica acariciándole suavemente la carita.
      —No quiero molestar... luego mi papá se enfadará.
      —La diremos entonces, que yo he insistido y que no eres ninguna molestia. En cuanto mi hermanase digne a aparecer, te acompañaréa casa, asi que, tranquilay disfruta del desayuno —Elisa quiere coger la correa del perro para guiarlo, pero el animal empieza a gruñir y retira la mano de inmediato.
      —Perdónale, es que no le gustan los desconocidos —se disculpa avergonzada por el comportamiento de su compañero.
      —Está bien, lo comprendo, entonces sígueme.
Se dirige a la parte de la cocina y desde allí acceden al patio donde tienen los cubos de basura y varias cosas más del restaurante. Elisa recupera su delantal y el pañuelo de la cabeza y después de que la niña le diga al perro que no se mueva pasan de nuevo a la cocina dejando la puerta abierta para que el animal pueda verlas.

SIROCCO LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora