4. Malas impresiones

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El día ha sido largo para Elisa y su padre, no es que haya sido un día de excesivo trabajo y eso posiblemente es lo que más les agota. Cuando hay pocos clientes el tiempo pasa mucho más despacio y se hace mucho más pesado, como si los ralentizasen de algún modo haciendo sus movimientos más lentos. Si pudiesen elegir prefieren los días en los que no tienen tiempo de parar, esos momentos intensos en los que no piensan en nada que no sea servir a sus clientes y que se marchen a casa satisfechos.

-Anda hija sal al salón que ya me encargo yo de limpiar la cocina.
-Tranquilo papá que puedo hacerlo yo misma, no me molesta en absoluto, si quieres incluso puedes subir a casa a descansar y yo me encargo de cerrar.
-Estoy bien y limpiar la cocina me ayudará a coger el sueño además tu hermana tiene que estar al llegar y no quiero meterme en la cama hasta que la vea.
-Yo la esperaré despierta por eso no te preocupes ya sabes que cuando esta con su amiga suele tardar.
-Descuida hija aunque quisiese no podría dormir.
Elisa no sigue insistiendo y sale al salón del restaurante hasta que los últimos clientes decidan marcharse.

Mientras espera va limpiando un poco la barra, la cafetera y lo que considera necesario. No ha sido un día especialmente intenso pero siempre hay cosas que limpiar y preparar para el día siguiente. Reza para que Olivia aparezca pronto, su padre cree que está estudiando en casa de su mejor amiga, pero ella sabe que en realidad está en Titos, una discoteca famosa del lugar.
No es la primera vez que la cubre con su padre y realmente no lo hace por ella, sabe que de todos modos va a irse y solo trata de evitar una pelea y un disgusto para su padre.

De pronto escucha la puerta y se gira para saludar a su hermana o al nuevo posible cliente, es casi la hora del cierre pero lo atenderá sin poner pegas.
Sonríe con simpatía pero se queda prácticamente con la boca abierta al observar que quien entra no es otro que Peter y lo peor es que parece ir acompañado.
-¡Pedro! -exclama totalmente sorprendida.
-Ya te he dicho que puedes llamarme Peter -indica guiñándole un ojo-. ¿Llegamos a tiempo para cenar algo? -pregunta con una sonrisa agradable contento de verla de nuevo.
-Claro, ¿como no? sin ningún problema ¿Cuántos sois?
-Somos cuatro.
-Muy bien, pues adelante -exclama con una gran sonrisa de cortesía, solo que su expresión cambia un poco a otra algo mas preocupada al observar a los amigos de Peter. Sabe de sobra que si su padre los ve pondrá el grito en el cielo. Las rastas de uno, los tatuajes de otro... la ropa siniestra, pulseras, colgantes, pendientes...

Los jóvenes pasan entre parloteos y risas y se sientan en una de las mesas. Elisa se acerca para tomarles la comanda y es cuando Peter aprovecha para presentarle a sus amigos. Ella les saluda con algo de recelo, les da dos besos rápidos tratando por todos los medios guardar al máximo las distancias por si su padre irrumpe en el salón. Se está metiendo en un buen lío y lo sabe, tenía que haberles dicho que ya estaba cerrado, pero es Peter, su mirada y el interés que parece tener en ella han impedido que los eche de allí.

-Encantada de conoceros -les dice sonrojada por los dos besos que le ha dado también Peter aprovechando la situación. Dos besos algo más intensos que los que le han dado los demás, dos besos que ha acompañado con un insinuante susurro cerca de su oreja diciéndole lo preciosa que está esa noche. Le tiembla el pulso y se acalora mientras trata de disimularlo, si hubiese tenido un abanico a mano lo estaría agitando con fuerza.
No se a quedado con ninguno de los nombres, se le han borrado de su cabeza con el estupor del momento. Ellos mientras tanto cuchichean, rien y hacen más ruido del que su padre permitirá. Sabe que no tardará en aparecer y empieza a sudar mientras apunta lo que quieren tomar.
Uno tras otro van pidiendo y no tarda un segundo en alejarse para entrar en la cocina.

-Han venido unos clientes de última hora, espero que no te moleste.
-Ya estábamos para cerrar.
-Lo sé papá, pero se trata de un conocido y no he podido decirle que no. Si quieres puedes subir a casa y yo me encargo de todo -le propone rezando para que acepte, pero su padre no es tonto y se ha dado cuenta enseguida de la situación.
-¿Qué conocido? -pregunta intuyendo algo por el nerviosismo de su hija. Esta resopla frustrada porque no puede ocultarlo y decide decir la verdad.
-A ver papá, es que Pedro ha venido con unos amigos suyos y como viene siempre a desayunar siendo ya un cliente habitual no he querido decirle que no.
-¿El desarrapado ese?
-Exageras papá, Peter; quiero decir Pedro, no es como tú dices y aunque lo sea, no tiene importancia es solo un cliente más.
-Yo sé lo que me digo y ese no es trigo limpio. No lo quiero en mi bar y menos con amigos.
-Papá por favor no me hagas esto... les he dicho que podían cenar, seguramente ya no hay nada más abierto, por eso han acabado aquí. Tu sube a casa y les atiendo yo -suplica nerviosa al ver la negativa tan firme de su padre.
-Ni hablar. Tú eres demasiado inocente para esos insensatos. Ya me encargo yo de mandarles a paseo, quédate aquí y no te muevas -le ordena tratando de alcanzar la puerta esquivando a su hija que esta delante suya. Elisa trata de impedirle que pase.
-Te lo pido por favor papá, permiteme que les sirva la cena y se marcharán enseguida. Te lo prometo.
-He dicho que no. Déjame pasar si no quieres que te de una bofetada. No quiero ese tipo de gente aquí, este es un restaurante decente y sus risotadas lo están inundando todo.
-No hay nadie más, los clientes que quedaban ya se han marchado, están solo están ellos y si quieres echo ya el cierre y así no vendrá nadie más y no molestan.
-Eso ni hablar, no voy a rendirles mi restaurante a ellos. Me da igual todo lo que me digas, en esto no voy a ceder, apartate de inmediato -le ordena con autoridad.
-Son clientes papá...
-Esos no tienen ni para pagarse un café y no pienso invitarles por mucho que el tiparraco ese venga aquí a desayunar todos los días, ¿a ver que se ha creído? -exclama cabreado, empuja a su hija a un lado y consigue pasar al salón. Elisa le sigue estirando de su brazo pero no consigue detenerle. Matías observa la mesa abarrotada de pelos largos, tatuajes, pendientes, calaveras... y entra en colera.

-Aquí no servimos a delincuentes, ¡largaos a otro sitio! -grita intentando acercarse a ellos pasando al lado de la barra. Elisa trata de impedirlo estirando de él pero no lo consigue.
-¿Disculpe? -pregunta Peter poniéndose en pie preocupado.
-¿También estas sordo? ¿O es que esos pelos que llevas te impiden escuchar con claridad? Que os larguéis de aquí ahora mismo.
-No estamos haciendo nada malo, solo queremos cenar, no veo el motivo por el que deba echarnos de esta manera.
-En mi restaurante tengo reservado el derecho de admisión y no tolero malandrines como vosotros. Id a cenar a cualquier antro de mala muerte pero este es un lugar familiar.
-Pedro lo siento... -se disculpa Elisa totalmente avergonzada derramando unas lagrimas aun estirando del brazo de su padre.
-No hay apenas nadie aquí, ¿Qué mas le da nuestra apariencia? Solo queremos cenar.
El padre de Elisa se enciende aún más por que le esté contestando y no le haya obedecido a la primera.
-Peter, déjalo, no vale la pena, vámonos a otro sitio -le dicen sus amigos poniéndose en pie preocupados por la incomoda situación.
-Es que no es coherente, vengo aquí a desayunar casi a diario, no debería tratarme así de mal -le advierte sin ganas de marcharse.
-Si no te he echado antes es por educación, pero ya esta bien, esto es tomarme el pelo, traer a toda esta mala gente a mi restaurante -exclama señalando a sus amigos.
La rabia de Peter solo se ve contenida por la expresión de dolor de Elisa que le mira fijamente a los ojos suplicándole que se marchen, no se ve capaz de detener a su padre y no quiere que la cosa vaya a mayores.

-Venga Peter no seas cabezón, vámonos -insiste Eric poniéndole la mano sobre el hombro.
Al final acaba por ceder.
-Es muy injusto con nosotros, solo veníamos a cenar, no buscamos problemas -dice antes de darse la vuelta para marcharse.
Solo cuando la puerta se cierra, Elisa suelta el brazo de su padre con rabia.
-Eres... eres...
-Piensa bien lo que vas a decir jovencita -le advierte con autoridad. Ella da un gruñido de frustración y se marcha corriendo a casa. Pasa dando un fuerte portazo y va directa a su habitación a llorar tirada sobre la cama.

-Guau ¿Qué carajos a sido eso? -pregunta Santi cuándo se han alejado unos metros del restaurante.
-Simplemente una de las razones por las que aún no me he lanzado con ella -comenta Peter todavía enrabiado.
-Menudo perro guardian se gasta -comenta Joss riendo- Creía que iba a mordernos...
Todos ríen sin darle mayor importancia.
-Si no fuese porque Elisa me interesa mucho no volvería, ese hombre es insufrible. Además tengo la sensación de que la tiene explotada de algún modo, no tiene apenas tiempo libre y para verla a solas hay que hacer malabarismos -explica frustrado.
-No me gustaría estar en tu lugar, como no consigas ganártelo lo vas a tener complicado con ella -afirma Eric.
-Algo tendré que hacer -murmura pensativo.
-A todo esto... la chica parece maja, nada que ver con ese ogro que tiene como padre -comenta Joss.
-La verdad es que la chica merece la pena, es un pivonazo -comenta Santi con una sonrisilla insinuante.
-Agradecería un poco de respeto -advierte Peter.
-Que si, que si, que esta para mojar pan -grita Joss echando a correr para evitar la reacción de su amigo, el cual no tarda en correr tras el para darle una colleja. Ríen y siguen con el cachondeo dejando a un lado la situación tan incomoda que acaban de sufrir.

Mientras tanto Elisa sigue en su habitación dándole vueltas a lo ocurrido. Se siente realmente mal por Peter, se siente avergonzada por la mala impresión que se habrán llevado sus amigos, tanto de ella como de su padre. Siente una tremenda rabia e impotencia hacia el comportamiento de su progenitor. Siente rabia porque no se haya parado un segundo a escucharla, con esos temas jamás lo hace y lo peor es que no sabe si va a poder disculparse algún día con todos ellos. Esta convencida de que Peter ya no volverá nunca, que ya no lo verá mas por el restaurante. Por enesima vez su padre a conseguido ahuyentar a alguien que le parecía interesante.
No es la primera vez que lo hace, siempre que alguien se ha interesado, ha conseguido ingeniárselas para apartarlo de ella. Si le dicen algún piropo por inocente que sea, si la felicitan por su trabajo, si empiezan a ir de forma habitual por el restaurante, si preguntan por ella cuando no la ven... cualquier tipo de interés por ella supone una patada en el culo por parte de su protector. Ninguno de los chicos que aparecen por el local le parece adecuado para ella. Les habla mal, les trata aun peor y acaba siempre por echarlos, sin importarle perder clientes.

Esta muy harta de la situación, se desvive por el negocio, por ayudar siempre a su padre, por ayudar también a su hermana y consiguen matarle cualquier pequeña ilusión que florezca en ella. Lo malo es que no sabe como cambiar la situación. Por eso se conforma una vez más.

SIROCCO LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora