3. El grupo

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-¡Papi por fin has venido! -exclama la niña corriendo emocionada a abrazarle.
-No exageres tanto, que he tardado muy poco en volver, no puedes quejarte. Ademas he llegado a tiempo para comer juntos como te prometí, pero esta tarde debo ir a ensayar con el grupo -explica dejando unas bolsas sobre la encimera de la cocina.
-¿Puedo ir contigo?
-Ya sabes que no me gusta que vengas, ese no es ambiente para una niña.
-Pero aquí me aburro mucho -asegura enfurruñada.
-Tienes a Gucho para jugar y además te he traído unos cuentos y cuadernos para colorear -le informa sacando de su mochila lo que le ha comprado. La niña salta emocionada y corre con alegría a cogerlos. No tarda ni un segundo en ponerlo todo sobre la mesa de centro para examinarlo y empezar a colorear.
-¿Tienes ya hambre? -le pregunta mirando en la nevera para comprobar si ha desayunado lo que le dijo.
-No mucha, hoy he desayunado bien, unas super tostadas muy ricas -le explica con emoción.
-¿Tostadas? -pregunta extrañado.
-Las mejores tostadas de todo el mundial.
-Querras decir; de todo el mundo... ¿y se puede saber de donde has sacado el pan? Que yo recuerde, no quedaba, acabo de comprarlo en la tienda.
-Es que cuando he sacado a Gucho a la calle, una chica muy simpática me ha invitado a unas tostadas que estaban súper buenas.
-Alma... ¿Cómo se te ha ocurrido aceptar algo de un desconocido? -pregunta alarmado- te he advertido un millón de veces los peligros que corres si alguien se entera de que estas sola. ¿Acaso no puedo confiar en ti? -le reprende mirándola fijamente muy serio.
-Pero papi...
-Pero papi nada. No puedo irme tranquilo. Después de todas las advertencias que te he dado, el millón de veces que te he repetido lo que debes hacer y siempre acabas por desobedecer y hacer las cosas mal. Además, también hemos hablado infinitas veces sobre cómo debes llamarme, soy tu padre y eso lo sabemos tú y yo, pero si quiero triunfar en mi carrera con el grupo nadie más debe saberlo. Para el mundo tú serás solo mi hermana pequeña.
-Pero... -murmura la niña con lágrimas en los ojos.
-Tú quieres que papá triunfe para ganar mucho dinero ¿verdad? -pregunta mirándola muy serio. La niña asiente- Pues tienes que hacer unos pequeños sacrificios por mí, además solo será de cara a la gente.
La niña no dice nada mas solo se conforma resignada. Ya se lo había advertido antes pero le cuesta mucho no llamarle papá.
-¿Podemos ir con los abuelos? -pregunta sollozando pero haciendo lo imposible por no arrancar a llorar por la regañanina de su padre. Alan resopla agotado, ya no sabe como explicarle las cosas para que lo entienda y eso, sumado al sentimiento de culpabilidad que le inunda constantemente porque en el fondo sabe que no está haciendo las cosas del todo bien con ella, hacen que este siempre preocupado. Mira a la niña de nuevo, esta esperando una respuesta y se arma de valor dejando a un lado ese angustioso remordimiento. Trata de serenarse para por lo menos hablarle con tranquilidad a su hija.
-No podemos ir con los abuelos. Voy a preparar la comida, y cuando me vaya al ensayo espero que te portes como es debido y no salgas de casa.
-Déjame ir contigo, te prometo que me portare súper bien y no te llamaré papá en todo el rato -suplica con esperanza.
-No es cuestión de que te portes bien, es que no es lugar para ti, hay mucho ruido, humo de tabaco y los chicos dicen tacos... no puedes venir.
-Me quedaré fuera, no me moveré, te lo prometo y me taparé los oídos para no enterarme de nada -asegura convencida suplicando con los ojos llorosos. Su padre la mira y siente una tremenda tristeza por lo que al final acaba por ceder.
Al menos antes cuando vivían con los abuelos tenía más libertad, sobre todo en el tema de la niña. Sabía que Alma siempre estaba acompañada y podía entrar y salir a su antojo, pero a sus padres se les ocurrió la inoportuna idea de dejarlo todo para irse a vivir a un pueblecito de la península, un pueblo con apenas doscientos habitantes. Les había reprochado hasta la saciedad que lo dejasen solo cuando más los necesitaba, pero se marcharon igual. La excusa de su madre era que podían acompañarlos, pero la de su padre distaba mucho de cualquier tipo de ayuda, ya que bajo su opinion, valerse por si mismo le iba a venir muy bien. Es lo que esta haciendo, se repite una y otra vez, aunque eso signifique tener que hacer ciertos sacrificios.

SIROCCO LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora