Capítulo 4

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'Broken Heart'

Grecia, Athenas - Rodorio

Octubre, 15 de 1747

Solo dos días habían transcurrido desde aquello.

Y aun ella estaba en shock, caminando por la aldea que la había visto crecer ayudando a los demás aldeanos a retirar rocas y sacar a personas o cadáveres de debajo de ellas, muchos aldeanos lloraban en las calles lamentándose por sus muertos, otros simplemente se encontraban sin reaccionar mirando a la gente pasar perdidos en sus propias mentes sin importarles si estaban heridos o si habían comido hacia horas, aparentemente sin importarles ya nada.

Finalmente, mucho tiempo después del suceso cuando algunos Santos de Athena se aproximaron a ayudarlos, ella se mantuvo lo más alejada posible de estos, demasiado dolorida después de verlo morir frente a sus ojos. El incidente demasiado reciente como para enfrentar todo lo que él había sido, incluso hasta el final...

No.

Simplemente no podía procesar lo acontecido, puramente su mente apesadumbrada y cansada por falta de sueño ya que desde ese momento se negaba a cerrar los ojos siquiera por un segundo, temiendo lo que vería de lo contrario, se negaba a aceptar que él se hubiera ido, arrebatado de esa tierra para siempre, lejos donde ella no podría alcanzarlo... ahora no lo vería en su ida al Santuario, ni tendrían aquellas amenas charlas después de una sesión de estudio que realmente se volvieron algo más, ya no dejaría los pequeños ramilletes de flores en su Templo, porque el remitente de su acción ya no habitaba su morada sagrada.

Pakia y Nia la habían encontrado después de que regresar de hablar con Shion en las escaleras que llevaban al Santuario, de que viera por última vez el cuerpo sin vida de Albafika, y desde entonces no había derramado más lágrimas, caminando como un autómata incluso después de saber que su padre aún estaba con vida, aunque algo grave con su pierna parcialmente destrozada por los escombros en el ataque a la aldea.

En ese momento se encontraba en lo que una vez fue su casa, con los nervios aun a flor de piel no había podido permanecer encerrada ni un minutos más temiendo volverse loca, por lo que se dispuso a hacer algo útil y buscar lo que fuera que hubiera sobrevivido al derrumbe de su vivienda, escarbando entre los restos para rescatar lo posible y que fuera estrictamente necesario pues los que se habían quedado sin hogar estaban quedándose en la parte desierta y algo andrajosa de Rodorio, aglomerando familia tras familia juntas en un solo sitio, aunque Pakia se negó a que ella y su progenitor fuera a ese lugar, prácticamente forzándolos a alojarse en su casa que por algún milagro de los Dioses había permanecido intacta.

Y como era de esperarse, al igual que otras casas que vislumbró en su camino a su calle, esta estaba parcialmente destruida, con el techo colapsado sobre el resto de la estructura, paredes desaparecida y lleno de piedras y tierra, se veía pensó vagamente mientras traspasaba del lugar que había sido la sala a las escaleras que llevaban al piso superior o lo que quedaba de este, como los pueblos abandonados hacía tiempo luego de una desgracia.

Se movió de habitación en habitación, dándose cuenta rápidamente de que lo que fuera que ellos hubieran tenido de valor no quedaba sino sus restos destrozados, justo como sus vidas en ese momento, solo unas cosillas aquí y allí eran salvables, pero muy grandes para moverlas por su cuenta por lo que las dejo donde estaban y siguió hasta su cuarto, removiendo escombros sin importarle si se lastimaba las manos, en ese punto poco le importaba su estado físico, solo cuando removió unos pedazos de pared, su mano tocó un objeto de madera que había estado oculto parcialmente por ello y lo que había sido su mesita de noche, y al instante se congeló, sintiendo un nudo atenazar su garganta al intentar tragar repetidamente, con cuidado retiró el reconocido objeto, con dedos súbitamente temblorosos limpio la tierra acumulada sobre este, revelando la caja de madera que el Santo de Piscis le diera cuando dio inicio a los días de enseñanza.

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