Cap. 1 1/2

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Veinte minutos más, Héctor —dije—. Y seré libre de este cráter- infernal. —Héctor, cuyos leonados ojos dormilones medio se abrían cuando yo hablaba, ahora sólo me mostraba sus dientes como agujas mientras bostezaba. Él parpadea una vez y luego se enrosca para seguir durmiendo, su cola cubriendo sus patas delanteras. Cráter-infernal no es la descripción más justa, admito mientras miro alrededor la librería de mi abuela,asegurándome que nada está fuera de lugar. Pero cráter-infernal se ha convertido en mi expresión favorita últimamente. Tengo que ir al cráter-infernal, me gustaba decirle a mi compañera de cuarto,Agatha, cuando supuestamente tenía que ir a casa por vacaciones o por el fin de semana. Agatha siempre ponía los ojos en blanco en respuesta.
—Creo que debe haber sido tan impresionante haber crecido en una comuna. —Se atrevió una vez. No me molesté en explicar cómo que en realidad no es una comuna. Yo puedo ver cómo podría sonar,como una especie de editada descripción que le he dado. Una gran casa de piedra laberíntica en el estado de Nueva York, con una puerta giratoria, con primos, tíos y tías, un establo adyacente, con campos y jardines, lo que alimenta el negocio de la familia, suministros a base de plantas Greene's. Todas presididas por mi madre y mi abuela con sus largas y coloridas faldas con chales y cadenas de cuentas.
—Quiero decir, yo crecí en Pine Park, Illinois, _____. Ven conmigo a casa alguna vez y verás un cráter-infernal. Y, por cierto, eso no es ni siquiera una palabra.
Leyendo las hojas de té y las entrañas a cada segundo. O haciendo infusiones con fuertes olores de las hierbas del jardín para decenas de chicas y mujeres del pueblo. Vienen por la noche, golpeando tímidamente la puerta de atrás, pidiendo por algo para deslizar en algún café o alguna cerveza de los hombres cuando no están mirando. Los ojos de las mujeres se llenan de lágrimas de agradecimiento, los mismos ojos que pasan lejos rozando el agua cuando se reúnen con los tuyos si se cruzan en la ciudad durante el día. En una real y normal familia, donde las personas celebran Acciónde Gracias, Navidad y Hanukkah. Halloween es para que los niños se disfracen. No es un día de fiesta donde toda tu familia se reúne en las profundidades del bosque detrás de tu casa y construyen una hoguera y queman hierbas aromáticas en el altar construido para los cuatro elementos. No es un día de fiesta donde toda tu familia baila hasta el rasguño del amanecer en las colinas y finalmente puedes tropezar a casa, con las desnudas piernas arañadas y magulladas,con las manos y los pies congelados, enfermos por el vino hecho en casa del tío Chester.
—Cráter-infernal —digo otra vez ahora con sentimiento, como las gotas de lluvia salpican contra los grandes ventanales. Por lo menos queda sólo una semana más hasta que pueda tomar el tren de regreso a Grand Central. Bostezo, estiro los dedos hacia el techo depulido estaño. La campana encima de la puerta hizo tres sonidos suaves y se me caen los brazos medio estirados, sorprendida. No soy la única. Héctor salta fuera del mostrador, aterrizando con un maullido descontento y desapareciendo entre dos montones de librosde poesía que acabo de recordar que se suponía que tenía que volvera etiquetar con los precios y ponerlos en la sección media. Pero en cambio, miro al hombre que acaba de entrar. Es alto, y dado que yo soy alta, es decir algo. Alto y delgado, envuelto en un abrigo oscuro que parece superponerse a su cuerpo. Cortésmente pliega suparaguas y lo coloca en la maceta de cobre que sirva como soportede la puerta. Sus ojos se encontraron con los míos a través de lahabitación.
—Lo siento —dice, y su voz es un susurro nervioso casi arrastrado por el viento. La puerta se cierra, sellándonos.

—¿Por qué? —le preguntó ligeramente—. Ni siquiera me conoce todavía. —En mi mente, puedo oír gemir a Agatha. Ella se desespera de mí y de mis obvias frases. Él indica el área alrededor de sus pies.Charcos se extienden por el suelo de madera, goteando desde el borde húmedo de su impermeable y sus mangas—. Oh —digo. Y entonces, todo mi ingenio desaparece—. Yo... tengo un trapeador. —
Termino brillantemente.
Él asiente con la cabeza, mueve un poco la mano y luego mira avergonzado como más gotas de lluvia caen en el suelo.
—¿Estás a punto de cerrar? —Su acento es débil pero familiar y yo trato de resolver el rompecabezas.
—No. —Miento bravamente, porque después de todo es un cliente y he hecho en alguna parte alrededor de veinte y dos dólares en las ventas de hoy día. Me muevo detrás de la caja registradora y empiezo a enderezar el montón de libros de aquí, pretendiendo no ver como el hombre se desplaza más allá de la nueva sección de ciencia ficción. Cuando se mueve un poco más cerca de lo oculto y de la sección arcano, siento el pinchazo familiar de la resignación. Así que es uno de ellos. Uno fuera-del-pueblo, definitivamente, que piensa que la magia se puede encontrar en un libro. Suspiro. Créeme,quiero gritarle, si la magia se puede encontrar en un libro, yo la habría encontrado hace mucho tiempo. Jugué con la cinta de la caja registradora, entonces, miré de nuevo, esperando ver al hombre totalmente inmerso en Starling Raven, el último libro de la estantería,Hechizos Para Vivir Una Vida De Buena Fortuna, nuestro éxito de ventas en la actualidad. Pero él no estaba a la vista. Estiro mi cuello,equilibrándome sobre un pie. De repente, se materializa de entre los estantes de poesía y de esa forma se dirige hacia mí, mientras mantiene un libro delgado de color bronce, inexplicablemente me encuentro dando un paso hacia atrás. Mi codo roza la cafetera que me insistió mi abuela en comprar si me iba a trabajar en la tienda todo este verano. Ésta da un silbido, su contenido aceitoso chapotea un poco, como reflejo sacudo mi brazo hacia adelante.
—Ouch.El hombre no parece darse cuenta.

De cerca, veo los destellos de rastrojos de oro en su barbilla y su grosor, la lluvia le mojó el cabello y pasó a castaño oscuro. Sus gafas elegantes de color negro de montura reflejan la luz hacia mí, pero no me permiten ver el color de sus ojos. Puse su edad en unos treinta años. No es convencionalmente buen parecido, pero hay algo en él,algo que me hace apartar la mirada, y luego mirar de regreso de nuevo.
—¿Tienes alguno más como esto? —pregunta, y el origen del murmullo en su acento me llega a mí, otra vez. Las sílabas cortadas,la enunciación perfecta. Inglés, decido. Eso definitivamente aumenta el factor de atracción. Agatha, por ejemplo, se vuelve loca por los acentos. Le doy vuelta a la portada, miro a través de las páginas.
—Es uno de los que no he leído —le digo, sorprendida porque Eve lee casi todo en la tienda. Por lo menos lee todo lo que vale la pena. El libro parece ser un montaje fotográfico de los orígenes de mi pueblo.Bocetos a lápiz y dibujos de tinta de las mansiones de principios, paradar paso a fotos brillantes del follaje de otoño, la plaza del pueblo, las cascadas y el cementerio. Debajo de cada foto hay un texto, un breve párrafo o dos que explica la historia.
—Interesante —le digo con una sonrisa evasiva, se lo entrego devuelta. Se ajusta las gafas en el puente de la nariz y dice.
—Interesante es una de las palabras más banales en el idioma Inglés.¿Qué es lo que significa realmente? —Mi sonrisa se congela en su lugar.
—Significa que no tengo nada mejor que decir tan interesante que venga a ser útil. —Él sacude la cabeza una vez.
—De alguna manera no creo que seas el tipo de persona que se encontraría en una situación en la que no tiene nada mejor que decir.
La cafetera silbó de nuevo y casualmente me froto la mano por la parte de atrás de mi cuello para impedir que un escalofrío se extendiera. De la nada, Héctor salta en el mostrador otra vez, arquea la espalda y la cabeza, embistiendo ferozmente contra el libro que tiene el hombre en su poder. El hombre parece sorprendido por un segundo, y de repente las líneas se curvan alrededor de su boca,

creando unos  hoyuelos.
—Héctor ve a todos los libros como rivales para la atención de la gente.
—Para él es un mal lugar para vivir, entonces. —El hombre comenta.
—Él cobra su venganza de manera sutil. ¿Esto es todo? —le pregunto,señalando el libro. En un instante, Héctor pasa las garras por mi brazalete de plata que está en mi muñeca y sus garras quedan clavadas en mi piel.
—¡Ay! —digo, moviendo mi mano hacia atrás.
—Ve a lo que me refiero de la venganza —murmuro, mirando las tres gotas de sangre que brotaban de mi pálida piel.
—Permítame —dice el hombre, y rápidamente, tan rápido que no tengo tiempo para reaccionar, saca un pañuelo azul del bolsillo de su impermeable. Su lengua parpadea en la esquina de su boca. Tiro de mi mano hacia atrás, una sonrisa tambaleo en mi cara.
—¿Quién posee un pañuelo en estos días? —Mi voz hizo un sonido inestable como pellizcado, incluso. Examino la esquina de la tela.Se encoge de hombros y mira avergonzado, y desaparece en el bolsillo del abrigo.

—Sí, no es un hábito muy americano, lo estoy agregando.—Así que es Inglés —concluyo. Él mira brevemente dolido.—Escocés —dice.—Lo siento —me burlo en un susurro—. Grave error. Enemigos
mortales y todo, ¿verdad? —Traigo mi muñeca a mi boca,presionando mis labios a los rasguños de mi piel dañada. Me mira ydejo caer la mano, avergonzada.
—¿Está de vacaciones aquí? —le pregunto, llenando la brecha desilencio.
—No. Estoy en la NYU.

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⏰ Última actualización: Dec 03, 2014 ⏰

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