Capítulo 1: Más lista que el hambre

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Hace unas semanas vino Ángel, el tutor de quinto A, mi clase, con una noticia. Llámame loca, pero yo me lo veía venir. Mi padre llevaba tiempo viendo las noticias, y eso que él a esas horas es más de fútbol. Ángel, que siempre suele sonreír mucho a las madres porque es un guaperas, nos dijo muy serio que era nuestro último día de clase porque un virus "muy importante" estaba resultando peligroso para la población. Mi cara y la de Carmen Soriano (mi mejor amiga) fue como de ¿Me lo dices o me lo cuentas?

Un niño de cuarto B estaba desde hacía días en casa porque su padre, que había viajado a Milán por trabajo, estaba enfermo de coronavirus. En el patio cerraron las fuentes, las monjas tenían más mala leche que de costumbre y Miss Caroline la de inglés había venido a clase con mascarilla "por precaución". Miss Caroline la de inglés es lo que mi madre llama a mi abuela, hipocondriaca. Hipocondriaca por lo visto significa que te tomas pastillas a todas horas. Miss Caroline siempre dice que le pegamos todo lo que tenemos, que se pasa los nueve meses del curso mala, así que yo me la imaginaba viniendo a clase con un traje espacial. Al final solo vino con una mascarilla. Algunos pegaron un chillido como si hubiesen visto a la Hermana Epifanía recién levantada, pero yo me lo esperaba.

Yo es que soy muy lista, mi abuela dice que soy "más lista que el hambre" y me lo creo. Así que recogí lo que tenía en el cajón del pupitre como cuando mi madre recoge los adornos de Navidad, con unas ganas que te mueres. ¡Se habían acabado las clases! Me recordó a cuando en 'High School Musical 2' salen todos cantando "What time is it? Summer time!", pero ese pensamiento tan maravilloso desapareció rápidamente porque nadie se puso a cantar ni a bailar. Llovía y mi madre estaba esperándome en el coche con cara de 'A ver qué hago yo contigo ahora'.

Vale, he dicho que soy muy lista, pero sí me sorprendió lo que mi madre me dijo yendo a casa:

MI MADRE: Laura, que sepas que vas a tener que quedarte en casa por un tiempo. Ahora subes tú sola, que yo me voy a la estación a recoger a tu hermana.

YO: ¿A  mi hermana?

Mi hermana Rocío vive en Madrid porque estudia para (intentar) ser actriz y solo viene a mi casa cuando son vacaciones, y yo sabía que aún quedaba para Semana Santa, porque hacía muy poco desde que nos pusieron la ceniza en la frente por la cuaresma. Vamos, que la cosa pintaba fea. Ahora más que de 'High School Musical' me estaba acordando de una película de suspense, de esas en las que una madre abandona a su hija en una gasolinera porque corre peligro de muerte. Mi madre siempre pone los sábados por la tarde esas películas. Ella duerme la siesta tranquilamente y yo tengo que verlas, aún a riesgo de traumatizarme. Aunque esté durmiendo profundamente, como cambie de canal mi madre abre un ojo y me dice: ¡No la quites que la estoy viendo!

YO: ¿Cuánto tiempo se va a quedar Rocío?

MI MADRE: Lo que haga falta.

Pues sí, era serio, porque mi madre siempre dice que prefiere que mi hermana esté en casa "lo justo y necesario". ¿Era el fin del mundo como gritaban algunos en el recreo? Cuando llegué a mi casa, mi abuela no tenía puesta la telenovela, estaba escuchando a varios señores médicos en la tele. Eso me pareció raro, pero más raro todavía fue ver a mi padre entrar con tropecientas bolsas del Mercadona. "Ni os imagináis la que había montada", dijo él. ¿La que había montada o la que había montado él?

Y ya me tuve que preocupar del todo cuando caí en que era viernes por la tarde y no estaba en casa de Carmen Soriano. Los viernes es el único día que mi madre me deja ir a casa de Carmen Soriano a grabar Tik-Toks y a jugar a las preguntas en Instagram. A veces también vamos con David y Mario, sus vecinos del chalet de enfrente. Son gemelos, David más bueno que Mario, y van a otro colegio, pero les hemos cogido cariño, somos muy respetuosas con los que son diferentes.

Yo, aparte de lista, sé controlarme muy bien, así que hice como que no pasaba nada, al contrario que mi hermana Rocío, que llegó gritando.

MI HERMANA: ¡Me he dejado el ordenador en el piso! ¡Por las prisas!

MI MADRE: ¿Y qué querías? ¿Quedarte ahí tú sola con la que se viene?

Mi hermana es una chica pegada a una máquina, como dice mi madre. Si no es el móvil es la pancha del pelo, y si no la silk epil y si no el ordenador, así que habérselo dejado en Madrid era como cuando a La Sirenita le quitan la voz o como cuando a Cruella Devil le quitan los dálmatas. Mi madre le dijo que o se tranquilizaba o iba a abrir el armario de la abuela, o lo que es lo mismo, el armario de las pastillas. Yo seguí haciendo como que no pasaba nada. Pero pasaba.

Mi madre es una mujer estresada, como dice mi abuela. Trabaja como secretaria en una clínica odontológica, que no es lo mismo que ser policía, o que ser Miss Caroline la de inglés, o que ser presentador de 'Sálvame', que sí me parecen profesiones estresantes. Pero ella se estresa muy rápido, y cuando llegó a casa de recoger a mi hermana y vio que mi padre había arrasado con todo el Mercadona se estresó.

MI MADRE: ¿Pero me quieres decir qué hago yo con tanta pechuga de pollo si el congelador está lleno?

MI PADRE: ¡Si compro, mal, si no compro, también mal!

Mientras mi madre gritaba en la cocina, mi hermana gritaba en su habitación, y mi abuela gritaba a los médicos de la tele, yo me puse a pensar qué iba a dejar de hacer si era verdad eso que decían de que nos teníamos que quedar en casa. Para empezar, no iba a ir al cumpleaños de Olivia Pérez, que era al día siguiente en el cine. Mejor, porque últimamente no paraba de hacerse la chula con eso de que tiene un novio en la playa que nadie conoce. Y yo voy y me lo creo...

Eso último era ironía. Aparte de lista, mi abuela dice que soy muy irónica. Irónica significa que parece que digo una cosa cuando realmente estoy diciendo totalmente la contraria. Otras veces no soy nada irónica y digo las cosas como son. Oí a mi abuela decirle a la tele (no sé por qué a veces habla con la tele): "¡Pero si esto del virus es un cuento chino!". Chino era, desde luego, porque en el colegio, Ángel mi tutor nos lo había explicado. Yo la verdad es que estaba sufriendo por mi compañera Zhihan, que es china y sus padres tienen un bazar chino. Pensé que se debía sentir como cuando preguntan quién se ha tirado un pedo y todo el mundo te mira a ti, o eso te imaginas. Así que interrumpí al guaperas de Ángel y le dije: "Un poco italiano también es". ¿Si no de qué se había infectado el padre del niño de 4ºB en Milán?

Pues resulta que el virus ahora también era español, más español que la tortilla de patatas. En mi casa había cundido el pánico, porque mi padre trabaja en una fábrica donde algunos también habían ido a Milán. ¡Pero mi padre no! Que digo yo, que si vas a coger el virus del fin del mundo, que al menos hayas ido a China o a Milán. Eso que te llevas. 

Ahora tenía dos opciones: o empezar a gritar como el resto de mi familia o seguir haciendo como que la cosa no iba conmigo, porque realmente nadie me había querido explicar nada. Es lo que pasa cuando vas a quinto, que nadie te cuenta nada. Creo que en sexto ya te empiezan a explicar algo más, y ya en la ESO estás al día de todo, lo sé por mi hermana. Yo hice que no sabía nada, pero la verdad es que lo sabía todo: nos íbamos a quedar encerrados en casa por mucho tiempo.

No lo había dicho, pero mi madre se llama Toñi García, y mi padre Jesús García. Así que yo, Laura García García, estaba oficialmente encerrada con los García. 

Encerrada con los GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora