Capítulo 10: El "carrico"

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El presidente del Gobierno, ese señor que a algunos cae bien y a otros mal, había anunciado que, por fin, los niños íbamos a salir a la calle a dar pequeños paseos. "Todos los niños menos Laura García", debería haber especificado, porque yo seguía castigada por haber metido una gata en la habitación. Me enfadé muchísimo, porque ya había cumplido con creces mi condena.

MI PADRE: Ya te lo dejé claro. Si haces algo mal debes ser castigada.

YO: ¡Tú también haces mil cosas mal al cabo del día y nadie te dice nada!

En otro momento de la vida mi padre me habría mandado directa a mi habitación, pero supongo que le picó la curiosidad y me preguntó qué cosas eran esas. Yo, ni corta ni perezosa, dije: "La mamá está harta de que dejes pelos de la barba en el lavabo, Rocío no soporta que pongas la radio a toda pastilla y la abuela... Bueno, la abuela la verdad es que está contenta contigo, no sé muy bien por qué".

Finalmente, mi padre me mandó a mi habitación, por contestona y por hablarle "como a un amigo". Si algún día publico un libro de "Consejos para hijos primerizos y cómo soportar a sus padres", el primer punto será: Ni se te ocurra hablar a un padre de la misma manera en la que te ha hablado a ti. ¿Por qué? No lo sé. He aprendido que no todas las preguntas tienen respuestas.

Mi padre es ese ser que intenta imponerme su autoridad pese a rondarle varias incógnitas acerca de mí. Yo creo que tú a mi padre le preguntas en qué curso estoy y no se acuerda: "Entre primero y sexto de primaria", respondería para no jugársela mucho. ¿Y quién es mi tutor? Tampoco. Si ve a Ángel el guaperas seguro que piensa que es un padre de esos jóvenes de una generación después de la suya. Si al menos hubiese un grupo de Whatsapp de "papás" como sí lo hay de "mamás"... Mi madre será una mujer gritona y estresada, pero a veces lo es con razón.

Mi padre, en el fondo, me produce ternura. No sólo porque acabe llorando siempre con 'ET', la Nochevieja o los desfiles de Moros y cristianos del pueblo, también porque no se ha dado cuenta que tiene la memoria de Dory y se le acaba olvidando todo. Esto último que pasó también.

Quizá era porque tenía más ganas que yo de salir, pero ese domingo me despertó pronto y, sin hacer apenas ruido, me pidió que me vistiera. Íbamos a ir a la calle. Mi madre se levantó de la cama en cuanto empezó a oírnos mover cosas.

MI MADRE (aún con las legañas en los ojos): ¿Ya le has vuelto a levantar el castigo?

MI PADRE: Mmm... Sí, pero sólo hoy, que conste.

MI MADRE: Ya te vale, Jesús. Me iba a ir yo con ella.

MI PADRE: Qué fuerte...

Era la primera vez en mucho tiempo que se peleaban por estar conmigo (o directamente era la primera vez), pero mi padre fue más rápido y enseguida ya estábamos bajando juntos por la escalera.

MI PADRE: ¿Preparada?

Mi padre abrió la puerta del portal y el sol de ese domingo casi me deja ciega. Llevaba secuestrada, perdón, encerrada con los García desde hacía casi dos meses y ahora parecía una rehén saliendo de la guarida.

Hacía tanto tiempo que no andaba por la calle que ya casi no me acordaba de cómo era. Las tiendas de ropa estaban todas cerradas, también el Bar Cózar, la heladería Casablanca... Al principio parecía una escena del Apocalipsis, pero al rato empecé a ver más niños con sus madres, sus padres o sus hermanos mayores. Algunos llevaban mascarillas, otros corrían en un patinete, y otros como yo no llevábamos nada y sólo íbamos cogidos a nuestros padres contemplando el panorama.

Todo estaba cerrado, excepto el Mini Market 24 Horas, lo que mi abuela llama "el carrico" como a los kioscos de su época. Mi padre entró a comprar el periódico, la revista ¡Hola! y una barra de pan. Yo mientras tanto esperaba fuera, porque ahora no podía entrar más de una persona a los sitios.

Todo me parecía raro. Pasaba gente conocida pero no podíamos acercarnos a saludarles. ¿Qué pasaría la próxima vez que viese a Carmen Soriano? ¿Nos saludaríamos al estilo chino de Zhihan y su familia?

Esperaba a mi padre en la puerta de ese "carrico", situado en la calle por la que pasaban los desfiles de Moros y cristianos. Ahora me parecía imposible imaginar que eso ocurría en el mismo lugar.

Me quedé boba intentando recordar el camino al colegio. ¿Era todo recto y después a la izquierda? ¿O a la derecha? Estaba empezando a olvidarlo.

MI PADRE: Bueno, qué, ¿seguimos con el paseo?

YO: ¿Tú también crees que ha cambiado mucho todo?

MI PADRE: Y tanto que ha cambiado. ¿Hace cuánto que no me cogías de la mano?

FIN.

Encerrada con los GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora