Cosas de gatos.

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El primer grito.

—¡Nos vemos mañana en la escuela!—despidió mientras echaba a correr con dirección a su casa. Estaban en el parque y las nubes empezaban a lucir amenazantes.

—¡Pero mañana es sábado!—le grito el rubio aún cuando su amigo ya estaba suficientemente lejos como para no escucharlo—. ¿Que rayos...?

Corria. La lluvia de un momento a otro lo había tomado por sorpresa y ya caía punteada en la acera creando pequeños charcos que por mala fortuna iba pisando. Las personas pasaban a su alrededor, todas cubriéndose la cabeza con maletines, chamarras o los más preventivos un paraguas. Muy diferentes a él.

Entonces cayó un chubasco; una lluvia mucho más potente, que empezaba a dolerle la cabeza de tantos golpes de pequeñas gotas a su parecer molestas. Su ropa empezó a pesar, incluso sus zapatos y una muy incómoda sensación de humedad en sus calcetines le tapaban el paso. Además que cada que pisaba un sonido muy chistoso salia de estos. Entonces se detuvo en la entrada de un callejón a rebosar de basura y dibujos algo grotescos en las paredes. Había escuchado algo.

—¡Hola!—grito hacía el interior. Creyendo que había alguien ahí que había optado por cubrirse con cartón sucio de la lluvia.

Empezó a caminar hacia el interior pero no vio a nadie ahí. Salvo por una pequeña bola de pelos mojada a la cual aún no le encontraba una forma precisa. Tomo una ramita que se encontraba a un lado de su pie y empezó a picar primero con algo de miedo el bultito que era aquel.

—¿Que es esto...?—sin embargo un dolor en su mano no lo dejo continuar. Se echo para atrás luego de soltar un pequeño quejido y observar la zona herida, una pequeña cortada de la cual aún brotaba una mínima cantidad de sangre—. ¿Que...?

Al volver la vista a la cosa que había estado fastidiando, por lo que suponía, se encontró con unos grandes y afilados ojos carmesí. Al verlo bien, era un gato, con una apariencia extrañamente familiar, tenía todo el cuerpo y los bigotes mojados, además, le mostraba los dientes afilados como amenaza.

—¡Wahh! ¡Lo siento!—se disculpo soltando unas risas nerviosas.

Sus ojos brillaron por un momento hasta que se dió cuenta de la situación en la que se encontraba ese gatito.

—¿No tienes un hogar?—se pregunto intentando acercarse a él nuevamente. Un dedo quiso tocar su cabecita pero el animal se negó. Retrocedió sus movimientos mientras observaba al chico poner una cara lamentable—. ¡Tengo una idea! ¿Por qué no vienes conmigo...? —pregunto y recogió una caja que estaba a un lado de ambos, lo suficientemente seca al menos para soportar unas calles más el agua.

—entra aquí...—señalo el interior; con mucha paciencia espero a que el animal confiara en él—. Te llevaré a un lugar mejor... ¡Hay una persona muy especial que seguro te acogerá unos dias!—sonrio pensando al instante con quién ir después de eso.

El gato lo miro. Sus ojos brillaban increíblemente en medio de la oscuridad de ese absurdo y descuidado callejón. Dejándose llevar por la tranquilidad y confianza que desprendían, empezó a mover sus patas; primero con algo de miedo, luego un poco más rápido y al último dió un gran salto hasta aterrizar ahí. Valt le sonrió desde arriba y empezó a cerrar la caja con las dos pestañas que se desprendían de sus cuatro lados.

Cuando está empezó a moverse sintió un estrés terrible y deseó jamás haber entrado ahí. Los pasos del chico no eran muy cuidadosos, seguro que era porque la lluvia había alcanzado un punto en el que ya no le importaba quien estuviera en la calle. Lo escucho gritar, pero no uno como si se asustara, más bien de desesperación y del frío. La caja se empezó a sentir humeda de ciertas partes y el se aferraban a sus lados mojados como si su vida dependiera de ello. A veces rasguñaba el interior inquieto por querer salir, pero obviamente el chico estaba más ocupado en encontrar la casa de aquella dichosa persona a la que le iban a dar una agradable visita y más piso por secar.

Llegaron a un edificio, un complejo de apartamentos con muy pocas luces aún encendidas, no era especialmente tarde pero deberían estar cansados las pocas personas que vivían ahí. Entro corriendo, siendo recibido por una señora de edad avanzada que le dió una santa regañada muy corta también, porque directamente hecho a correr de nuevo hacía las escaleras. Sus pasos eran torpes y rápidos, además iba temblando de frío. Si no llegaba a tiempo era muy seguro que enfermaría.

Una vez en la puerta soltó de un lado la caja y trato de arreglarse antes de entrar. Si Shu lo veía, la señora no iba a ser la única que le regañaría.

La puerta se abrió, su amigo ni siquiera lo había visto y traía una cara no muy agradable, como si quisiera matar a quien estaba tras la puerta, radicalmente fue cambiando cuando se encontró con el chico mojado y la gran caja que sus manos mantenían a pesar de que estuviera temblando.

Fue ese día en que su vida tomo un giro de 180° pues jamás había sentido un estrés más grande que aquellos dos quienes se atrevía a llamar sus "cuidadores temporales", le habían dado a penas entrar en el departamento y descubrir ciertas cosas que no debía tomar a juego.

Gracias a ese primer grito, encontró una nueva razón para vivir.

¡ᴍᴇᴏᴡ! [Shu/Valt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora