Capítulo 7

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(...) Debes leerlo antes (...)

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Un grito más de ayuda y la puerta de su aislada celda quedó abierta de par en par. Raquel seguía en posición casi fetal obstruyéndose el estómago con las manos y las piernas, y rabiando del dolor que cada vez se hacía más difícil soportar. Escuchó que se pedía a pocos metros de ella una ambulancia y que la espera sería un mínimo de diez minutos.

- ¡Diez minutos, Raquel! ¿Podrás aguantar? - Dijo su custodio algo alarmado, mientras ella continuaba jadeando con quejidos.

- ¡Aire! - Masculló. - ¡Necesito tomar aire! ¡Sácame de aquí!

Molina se acercó quedando a su altura en el suelo, y la cargó levantándola por la cara interna de las rodillas y con la otra mano en su espalda. Tanto fue el susto y el apuro que tuvo en ir a socorrerla que ni siquiera se percató de que se había dejado medio rostro al descubierto. Cuando ella pudo desobedecer unos segundos al dolor en su vientre y alzar la cabeza para sostenerse de su cuello, ambas miradas se encontraron. No le cupo duda, era yo.

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Saben cuando sentimos a veces que estamos en la cima de un precipicio y que tenemos miedo de movernos porque sabemos que podemos caer. Pero a la vez tenemos que hacerlo, tenemos que movernos y escapar de ahí, porque de otra forma igual acabaremos  resbalando y cayendo al vacío. Pues la respuesta a ese estímulo puede ser tan complicada como sencilla. Y es que a veces lo que más crees que puede perjudicarte es la única salida que encuentras para estar mejor. Hubo un momento en el que yo creí que exponerme sería lo que me haría fallar, pero en ese momento solo quería abrazarla, decirle que estaba a su lado y que no dejaría que nada le pasara a nuestro bebé. Aunque estoy seguro de que ella lo supo en ese momento. En el momento en el que vio mis ojos y se haló al recuerdo de ellos que tenía en su mente. No me dijo nada, ni yo a ella, pero ambos ya sabíamos que habíamos caído juntos al mismo precipicio.

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La saqué al campo que había fuera de ese hangar, aún en mis brazos, y sentí como sus manos me abrazaban más fuerte. Suspiró hondo y trató de aliviarse con el aire frío penetrándole las vías respiratorias. Jadeó un poco más, pero esta vez sin tanta fuerza, podía sentir al igual que ella que el dolor se iba aplacando un poco.

Así estuvimos hasta que la ambulancia llegó, y los médicos la acostaron en la camilla. Juro que quería cogerla de la mano en todo el camino pero dos guardias de policía se encargaron de estar junto a ella custodiándola hasta llegar al hospital.

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Abrió los ojos, tenía la vista un poco húmeda pero comenzó a alcanzar nitidez poco a poco. Su mano rozó la sábana de la camilla, luego el camisón de tela que llevaba puesto, hasta que encontró más fuerza para quedar sentada.

- Ya despertó. - Dijo un hombre de bata blanca y estetoscopio al cuello. - ¿Cómo se siente señora Murillo?

Ella titubeó un momento y llevó la mano hasta su vientre. Ya no sentía dolor pero sí un poco de mareo y cansancio. Asintió inhibida. - ¿Por qué me quedé dormida?

- Le inyecté un calmante, estaba muy nerviosa y estresada, podía ser peligroso para la revisión. Eso fue lo que le dio sueño.

- Ya veo. - Quitó su mano y se recostó a la almohada en el espaldar.

- Antes de que el calmante hiciera efecto me dijo que quería abortar.

/ 'El Diario de Marquina' / Serquel_Au_Fanfiction / Sergio&Raquel_from_lcdpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora