Después de infinitas amenazas la guerra finalmente se había desatado, las personas de la ciudad estaban luchando a muerte contra los indígenas, tal vez por gusto o quizás por poder.
Aquella madre corría desesperada con su pequeño niño de siete años, querían llegar lo más rápido posible al bosque, era un lugar más seguro que el campo abierto, pero a la entrada de este fue donde la mujer cayó débil al suelo sin poder volver a levantarse.
— Vete, corre lo más rápido que puedas, ¡jamás vuelvas! el bosque te protegerá.
Besó la mano de su pequeño para después soltar esta, el varón y primogénito de la familia comenzó a alejarse con velocidad, dejando todo su pasado atrás.
Estaba más cansado de llorar que de correr, sus diminutos pies ya estaban demasiado heridos como para seguir su camino, quedó tirado a la orilla de una cristalina laguna en donde abrazó sus piernas, comenzando a llorar bajo la luz de la luna.
La naturaleza había escuchado la voz de la madre, triste por esa alma indefensa, estaba dispuesto a ayudarlo.
Raíces cubrieron su cuerpo para darle cobijo, poco a poco se comenzaba a fusionar con el bosque, creciendo como un gran y fuerte árbol.
Nunca dejó de llorar por su familia, por lo que sus hojas caídas representaban sus lágrimas, siendo de esta manera, un sauce.
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Para una noche estrellada
RandomCompilación de historias, perfectas para una noche estrellada.