Para una noche estrellada

4. Dinosaurio de juguete

Estruendosos pasos se escuchaban por mi habitación, el suelo temblaba, su pesada respiración resonaba por mis oídos, me estaba buscando... tomé el valor suficiente para asomar mis ojos por sobre la sábana, solamente estaba mi dinosaurio de juguete en el suelo. Con paso tembloroso me levanté de mi cama, esquivando por completo al monstruo que me observaba desde abajo, corriendo para no ser alcanzado llegué lo más rápido posible a la recámara de mi madre.

Levanté las tapas y me metí a su cama, su cuerpo lo tenía abrazado con fuerza, mis párpados estaban apretados por el miedo que sentía, ella con preocupación intentaba apartarme, buscando algún indicio por el cual actuaba de esa manera.

— Hay un dinosaurio en mi habitación.

Por mis mejillas resbalaban diminutas lágrimas, mamá soltó un suspiro y me tranquilizó con cariño. Se levanta de la cama para dirigirse a mi cuarto, al llegar prende la luz e ingresa a esta, se escuchó una suave risa de su parte, había tomado a mi juguete favorito, el cual me lo mostró con una sonrisa para luego dejarlo nuevamente en su lugar correspondiente.

La luz se apagó, el tiempo pasó y mi madre no volvió; parándome del suave colchón caminé dudoso a mi pieza, asomando mi cabeza por el umbral de la puerta... sus dientes filosos brillaban en la penumbra, ese verde característico se veía más vivo que nunca y su boca al masticar generaba sonidos desagradables. Una corriente de aire frío me recorrió de pies a cabeza, mi mamá había desaparecido.

En medio de mi grito desgarrador nuevamente estaba despierto en mi cama, con mi respiración agitada voltee mi rostro hacia la derecha, de mi inocente juguete, por las comisuras de su boca, escurrían gotas de un fluido rojo y espeso.