CAPÍTULO SEIS

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Ambos estaban sonrojados y con la respiración agitada, no podían dejar de mirarse, ni de tocarse ya que seguían en la misma posición. Ramiro cerró sus ojos cuando Ciro comenzó a dejar besos por su mandíbula, bajando a su cuello, respirando su deliciosa fragancia y perdiéndose en ella. Se entretuvo un rato en esa zona, disfrutando de la libertad que le estaba dando el mayor al dejarlo apoderarse de su cuello. Ciro volvió a subir por el mismo recorrido, esta vez dejando pequeños besos en los labios de su compañero, sintiendo como se le formaba una sonrisita.

Eso lo derritió.

Ramiro los giró para que ahora el pelinegro esté contra la puerta y él acorralándolo, se volvió a apoderar de sus labios. Ciro aceptó ese gesto más que encantado, aprovechó la ocasión para llevar sus manos al pelo corto color chocolate que tanto había deseado tocar, lo acariciaba mientras que lo acercaba lo máximo posible. Ramiro tenía una mano en la mejilla ajena dejándole suaves mimos a su piel, la otra estaba ubicada en su cintura haciendo lo mismo.

Era raro para él estar tan encantado con un beso, querer sentirlo contra él, no poder apartar las manos ni los labios del cuerpo ajeno. Principalmente porque era un chico, y a Ramiro siempre le habían atraído las chicas.

Que le gusten los besos de Ciro, ¿lo convertía automáticamente en gay?

No es que tuviera un problema con eso pero no estaba seguro de querer replantear su sexualidad por experimentar un poco. Sí, llevaban como más de diez minutos besándose, pero quizás se debía a la fascinación del momento y al hecho de que no podría repetirse por tratarse del hermano de su ex novia.

Un pensamiento de culpabilidad se apoderó de su mente, trató de ignorarlo para concentrarse en los dulces besos que Ciro le ofrecía, quiso pensar únicamente en las manos del menor acariciando su cabello y explorando su espalda, pero le fue imposible. Tuvo que alejarse del ojiverde, mantener sus ojos cerrados mientras unía sus frentes.

—Perdonáme, Ciro —se lamentó Ramiro, no quería lastimarlo justo ahora que conocía sus sentimientos pero tampoco podía ilusionarlo—. Esto no tendría que haber pasado, no estuvo bien.

Y como todo lo que sube tiene que bajar, Ciro sabía que después de que los besos de Ramiro lo llevaran al cielo, ahora era tiempo de aceptar que estaba en caída libre. Debía despedirse del paraíso.

—¿Por qué? —lo cuestionó Ciro en un tono bajo, temía que la respuesta no le gustara—. ¿Por qué no está bien si a los dos nos gustó?

Él sabía que lo había disfrutado de la misma manera, lo pudo sentir, esas ganas no podían ser fingidas.

—Marina —mencionó Ramiro en respuesta—. Tu hermana, mi ex. No podemos hacerle esto, no se lo merece.

Ciro bajó la vista decaído.

—Sí, ya sé. Ojalá las cosas fueran diferentes.

—Es mejor olvidarnos de esto —se alejó un poco para acariciar su mejilla tratando de aligerarle la decepción—. Por el bien de todos; ¿sí?

Ciro se mordió el labio inferior antes de asentir resignado, después de todo Ramiro tenía razón. Obtuvo un beso en la frente y una suave sonrisa por parte de él.

Le dolía el corazón ser rechazado después del hermoso momento que estaban pasando; y todo por enamorarse de la persona equivocada. Ciro deseaba con todas sus fuerzas algún día poder superarlo, poder mirarlo y no sentir una revolución en su interior. Esperaba que eso ocurriera pronto.

SERENDIPIA || (Desastres #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora