CAPÍTULO DIEZ

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La burbuja en la que el ojiverde se encontraba, explotó. Había estado tan cegado por el placer que no se percató cuando Ramiro se deshizo de su ropa. Sus músculos se tensaron, no sabía dónde carajo meterse ahora. No era como si pudiera escapar de la situación, estaban encerrados, algo tenía que decirle.

—Ciro, ¿quién te hizo eso? —repitió Ramiro impaciente.

—Me peleé con alguien —murmuró Ciro volviendo a ponerse su remera, se sentía tan expuesto e incómodo. Quería desaparecer del planeta en ese mismo instante.

Se estaba por bajar de las piernas ajenas cuando Ramiro lo sostuvo de las caderas para que no se vaya.

—¿Con quién?

—Alguien del barrio, no lo conoces.

—Pero si tu barrio es re tranquilo.

—Que vos no hayas visto nada las veces que fuiste a mi casa no quiere decir que sea todo pacífico —Ciro evitó verlo a los ojos—. Además, ni siquiera me conoces como para saber si estoy metido en quilombos o no.

Con cada palabra que salía de su boca, dejaba más inquieto a Ramiro.

—¿Te metiste en algo raro?

El ojiverde apretó sus labios, ya estaba hablando de más y llevando la conversación a un lugar que no era.

—¿Qué paso? Explicame algo porque no entiendo, Ciro, estás todo golpeado —insistió Ramiro buscando respuestas más concretas—. ¿Estás teniendo problemas en el barrio o qué? Contame, yo te puedo ayudar.

—No necesito la ayuda de nadie, siempre me la banqué solo y esta vez no va a ser la excepción —se quitó las manos ajenas de encima para salir de la bañera.

—Ya no tenes que estar solo, te dije que yo iba a estar siempre con vos —lo siguió agarrando su remera del suelo para ponérsela.

Ciro rió sin gracia.

—Seamos sinceros, cuando salgamos de acá todo va a ser igual que antes. Eso también lo dijiste.

—Estaba equivocado —reconoció Ramiro. Se puso delante suyo para que lo vea a la cara—. Después de todo lo que pasamos no quiero que volvamos a alejarnos.

—Eso lo decís ahora, pero cuando salgamos vas a hacer como todos y te vas a ir. No prometas cosas que no podes cumplir.

—No estoy mintiendo, creeme —aseguró Ramiro, no tenía más que su palabra. Entendía la desconfianza del menor, pero estaba siendo honesto—. Podes confiar en mi, contame lo que te pasa.

—Dejá, mejor olvidate —Ciro negó con la cabeza cruzándose de brazos. Trataba de mostrarse firme y seguro, pero tenía miedo de ceder ante la insistencia del más grande.

Para su suerte justo en ese momento el celular de Ramiro volvió a sonar, indicando que tenía una nueva llamada entrante. Eso lo alivió durante unos segundos antes de que el castaño saque el aparato y rechace la llamada sin molestarse en ver de quién se trataba.

—No me voy a olvidar, tenes un montón de moretones —siguió diciendo Ramiro—. No voy a hacerme el boludo cuando evidentemente estás teniendo problemas con alguien.

SERENDIPIA || (Desastres #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora