Aria: Un Día Normal

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Caminar con música es lo mejor que puedo hacer en situaciones como ésta, no me mal entiendan, estar en la casa y cuidar de mi madre y mis hermanos no es algo que no quiera hacer, es solo que puede ser un poco estresante.

Y este lugar es hermoso, agradezco vivir un poco apartada de la ciudad, no es que esté tan lejos pero lo suficiente para que el dióxido de carbono no me corte años de vida o no tantos.

Solo me falta caminar un poco más para llegar a mi lugar favorito, es hermoso, me da paz este pequeño lugar, obviamente no es mío,  eso será por ahora, llego y me salto la reja no sin antes mirar si hay personas que me pueden ver, obviamente me metería en problemas, esta propiedad no es mía aunque repito, no por ahora.

Camino un poco más hacia mí árbol, ese que me encanta, pongo mi pequeño cojín de emoji que traje, me recuesto y miro al cielo, a las hermosas nubes y aquí empieza mi ritual de desconexión o al menos así le llamo.

La palabra desconexión me suena un poco extraña, a decir verdad no sé exactamente si existe o si esa es la forma correcta de escribirla, de hecho es la primera vez que me pongo a pensar en eso —al menos no estas pensando en lo otro —como siempre mi cerebro me juega mal.

Suspiro y no puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas, los recuerdos se amontonan en mi cabeza y eso me provoca jaqueca, mi vida ha sido un caos, mi familia y yo hemos pasado por mucho sin embargo no soy muy de quejarme, al menos últimamente no lo hago tanto. Decidí no hacerlo. Creo en Dios, mi formación siempre fue Cristo-céntrica departe de mi madre, y eso nos ha ayudado a no derrumbarnos más de lo que estamos.

Soy la hija mayor y me ha tocado la parte más pesada, gracias a Dios que fue a mi y no a uno de mis dos hermanos, ellos... Yo... Yo no podría verlos cargando esta responsabilidad.

Mi hermana Yulia tiene 15 años, ella es la típica hermana rebelde y despreocupada, no la juzgo cada quien tiene su forma de afrontar las situaciones, tampoco la justifico, no es que sea incontrolable, sólo es una adolescente y en esa etapa un comportamiento rebelde es normal o al menos eso dicen los psicólogos.

Y está Dino, mi hermanito menor, apenas tiene 8 añitos y esta muy grande para su edad eso siempre lo diré —no puedo evitar esbozar una sonrisa.

El es nuestro remanente, nuestra cajita se sorpresas, es un varoncito alegre y servicial, es nuestro ángel y los últimos retazos de mi madre, como les decimos, el ha pasado por mucho.

Desde que nos enteramos que mami estaba embarazada nos alarmamos, una: por que la forma de la que nos enteramos no fue la mejor, mami tubo un sangrado donde casi lo pierde, y dos: por qué mami después de mi tuvo problemas de tiroides y eso le complicaba los embarazo y siempre los perdía, aun así el es un niño muy alegre, despierto e inteligente, una biblia como le dicen en la iglesia.

Una gota cae en mi frente, no recuerdo en qué momento cerré los ojos, veo que el cielo está nublado y la lluvia empieza a caer, miro la hora —¡Rayos!— es tarde, mi madre debe estar preocupada, me levanto de "mi" lugar, no puedo permitir que mi teléfono se moje, no podría conseguir uno en un año si se me daña.

Corro a toda prisa y casi me caigo, salto la reja y sigo corriendo lo mas rápido que pueda para no mojarme. Llego a casa y mi madre está sentada en una de las mecedoras del patio trasero y me mira.

—Déjame adivinar, volviste a la propiedad de los ventura, te quedaste dormida, se te pasó la hora y casi te mojas.

—Mamá prometo no volver a ir— miento —es que me sentía muy cargada mentalmente— la expresión de mi madre cambia automáticamente y yo me doy cuenta de lo que acabo de decir —mamá...—suspiro— no me mal entiendas, solo salí a caminar.

La Dulzura En Lo AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora